El Colo Colo de Pablo Guede venía a los tumbos en el Apertura 2016 y ponía todas sus fichas en la Copa Chile. En octavos de final, el Huachipato de Miguel Ponce le había ganado 2-1 en Talcahuano, obligando al Cacique a darlo vuelta en casa.

En un partido en que se jugaba el semestre, el técnico argentino sorprendió alineando a un jovencito de 17 años en la oncena titular: Iván Morales. Y el linarense respondió a la confianza jugando con desparpajo y anotando un gol de gran factura técnica. Ese día Colo Colo ganó, avanzó y Morales se retiró entre aplausos cuando fue reemplazado.

Lo fueron llevando de a poco. En diciembre llegaría su segundo tanto oficial ante Palestino. Sus buenas actuaciones le valieron un contrato con Colo Colo hasta el 2022, con una claúsula de salida de US$ 5 millones, y un llamado a la selección chilena sub20, a pesar de “regalar” un par de años.

En el Sudamericano, como todo el equipo, no anduvo. Volvió con sobrepeso, pero conforme avanzan las fechas se ha ido ganando nuevamente un lugar. El último fin de semana anotó ante Wanderers. En Pedrero se ilusionan con que sea un digno heredero del trono que, algún día, dejará el ya legendario Esteban Paredes y, por supuesto, con una buena venta al exterior.

Las expectativas son altas, así como lo fueron con tantos otros arietes salidos de la cantera del club, que parecían ir en línea recta al éxito y acabaron estrellados.

Un emblema de los cracks que no fueron es Rodrigo Tapia. En el Apertura 2006 el delantero vivió el sueño del pibe, el del carasucia que juega en el barrio con el sueño de ser figura y salir de la pobreza. En un Colo Colo plagado de figuras, Claudio Borghi lo hizo debutar ante Cobreloa. Llevaba apenas 15 segundos en cancha cuando definió de primera tras un gran pase de Jorge Valdivia. Su primer contacto con la pelota en el profesionalismo había sido gol. “Fue un rajazo”, comentó entre risas el “Bichi”.

Ese gol prematuro lo puso en primera plana. Él se creía el cuento y se ilusionaba con ir a Europa y jugar en la selección. La solidificación de ese jugador en ciernes, sin embargo, nunca llegó. No despegaba, estaba desenfocado. Lo empezaron a mandar a préstamo. Primero a Ñublense y luego a Deportes Iquique. Después lo enviaron equipos de segunda o tercera categoría como Fernández Vial, Trasandino, Deportes Ovalle y San Antonio Unido, club en el que finalmente dijo: “No más”. Con 24 años, su carrera había terminado.

“Fue difícil convivir con esa especie de fama, no me asesoré bien, no lo supe llevar y eso me pasó la cuenta. Estando en Colo Colo, salía todas las noches, pero al final lo que más pesó fue que no quería entrenar, me aburrí del fútbol. Fui tonto, pero me cansó la rutina, el haber estado entrenando toda la vida. No quise más. El arrepentimiento es grande”, afirmó el exjugador en una entrevista concedida a AS Chile hace año y medio, época en la que trabajaba como entrenador de una escuela de fútbol de Palestino.

Phillip Araos rompió todos los registros goleadores en las inferiores de Colo Colo, con más de 200 goles a su haber. Su llegada al primer equipo fue un paso lógico, a nadie en el club lo sorprendió. Seguramente en uno o dos años ya estaría en el extranjero, pensaban en ese entonces. Debutó en el verano de 2009 ante Rangers, haciendo dupla con un ilustre: Lucas Barrios. Los albos perdieron en el Fiscal de Talca, pero la joven promesa generó buenos comentarios al anotar el descuento de su equipo. Ese día, al convertir, se levantó la camiseta y dejó ver una polera con un grabado: “Artillero de Macul”, el apodo que le había puesto su padre.

La misma polera asomaría semanas más tarde en el Monumental, cuando clavó un terrible remate desde fuera del área para empatar un partido con O´higgins. Se ganó portadas de diario y loas de medio mundo. Ese día, finalizado el encuentro, le preguntaron si podría conciliar el sueño. Él respondió: “¿qué es conciliar?”. Entre risas, agregó: “lo que pasa es que soy medio nulo en castellano. Me estoy dedicando mucho más al inglés”. Era canchero Araos. En entrevistas dejaba ver que no tenía ninguna duda de que iba a triunfar a lo grande.

Colo Colo vivía un ambiente convulsionado, no el mejor para que prosperara un juvenil, con un Marcelo Barticciotto enfrentado a los referentes del plantel. La llegada de Hugo Tocalli, de reconocida trayectoria con jóvenes, parecía una buena señal para el “Artillero de Macul”. Pero no. El atacante cada vez gozó de menos minutos y por la prensa se filtraba el enojo de sus compañeros con él por ser un “agrandado”.

Para que jugara y sentara cabeza lo enviaron, en préstamo, a Everton. En Viña del Mar fue el inicio del descalabro. Lo echaron a los meses por falta de compromiso y pelearse con sus compañeros. Volvió a un Colo Colo en el que no tenía lugar. Partió a Coquimbo Unido y luego a Deportes Puerto Montt. En ninguno de los dos hizo pie. Sorprendió al irse al ascenso de la liga griega, aunque a los meses estaba de vuelta para jugar en Colchagua, de la segunda división profesional. Su última parada fue Bueno Aires de Parral, de la Tercera División B. A fines del año pasado se supo que trabajaba vendiendo productos HerbaLife.

En medio de un Colo Colo en crisis, Diego Rubio surgió como un bálsamo sanador. El hijo de Hugo “Pájaro” Rubio irrumpió a base de goles, reclamando un lugar en el once estelar. Le anotó un doblete a La Serena, un gol al Santos de Brasil y dos al Táchira por la Libertadores y un tanto en el clásico ante la UC. En solo seis meses, y en pocos partidos, su carrera había progresado exponencialmente. Las ofertas no tardaron en llegar a Macul. Se decía que los grandes de Italia lo tenían en carpeta, pero finalmente fue el Sporting de Lisboa el que fichó a la incipiente figura chilena.

En el club portugués continúo con su avasallante tranco goleador. En la pretemporada se despachó siete tantos. Sin embargo, cuando llegó la competencia oficial, sus minutos en cancha y su rendimiento descendieron dramáticamente. Preocupados, los dirigentes del club lisboeta lo llevaron a la filial del equipo en segunda división. La idea era que se fogueara. Allí no rindió a la altura de lo esperado y lo mandaron a préstamo al CS Pandurii Targu Jiu de Rumania.

En el este de Europa apenas estuvo nefastos seis meses. Su siguiente destino fue el exótico fútbol noruego, donde corrió la misma suerte. Volvió a Portugal por un año y luego emprendió rumbo al Real Valladolid de España. Esa fue su última estación europea. Actualmente milita en el Sporting Kansas City, equipo de la MLS estadounidense, al que llegó el año pasado y en el que sufrió una grave lesión.

“El delantero del Sporting Kansas City Diego Rubio sufrió la rotura del ligamento cruzado anterior en la rodilla derecha durante el entrenamiento del viernes y se perderá lo que queda de la temporada 2016 de la MLS”, informó el club. Hoy el delantero se alista para volver y recuperar viejas sensaciones.

A esta lista se podrían sumar los nombres de Yashir Pinto, Francisco Lara y Lucas Pontigo, entre otros que prometían goles a raudales. Son muchos los que han arrancado bien en Colo Colo, pero, por distintas razones, no han terminado de explotar. Iván Morales, con goles y aún mucha juventud, espera romper la maldición de los delanteros salidos de la cantera.