Isaiah Thomas lucía exultante. El base de los Boston Celtics, en el mejor momento de su carrera, acababa de pulir sus movimientos en el último entrenamiento antes del primer partido de playoffs ante Chicago Bulls. En unas horas iniciaría el derrotero hacia una final de liga y, quizás, su primer anillo. Antes de retirarse a descansar, se acercó a conversar con la prensa. El halo de alegría que lo cubría se esfumó cuando su compañero Avery Bradley se acercó a él con rictus serio y lo llevó a un costado de la cancha para conversar. Al minuto, Thomas estaba llorando.

La noche anterior, su hermana Chyna conducía un Toyota Camry de 1998 por Tacoma, estado de Washington, cuando el reloj marcaba las 5 a.m. Los testigos aseguran que el auto parecía no mostrar problemas, pero la muchacha perdió el control y terminó impactando con un poste de señalización. Chyna murió.

Thomas estaba en shock, días más tarde confesó que pensó en el retiro en esas horas vacilantes, pero finalmente decidió salir a jugar el primer partido contra Chicago.

Cuando su diminuta figura asomó en el TD Garden, todo el estadio se puso de pie para arropar al jugador que le ha devuelto la ilusión a la franquicia. En sus zapatillas verdes llevaba inscrita la frase “Chyna, te amo”. Tomó la pelota y empezó a calibrar su mortífera muñeca izquierda. Pero no aguantó mucho. Al cabo de uno minutos se largó a llorar y tuvo que ir a sentarse al banco de suplentes para serenarse.

Boston perdió los dos primeros juegos de la serie ante unos Bulls que se relamían pensando en liquidar la llave en casa. Desde 1993 que el peor clasificado no había ganado los dos primeros juegos de un pareo de play-offs con el mejor de la conferencia. ‘The Little Guy’, a pesar de todo, cuajó buenas actuaciones en ambos partidos. Pero en la ‘Ciudad de los Vientos’ tendría que cargarse a su equipo en la espalda si no quería despedirse intempestivamente de la post temporada. Entre medio, viajó a Washington para asistir al funeral de su hermana.

Thomas estuvo a la altura del desafío, la lesión de Rajon Rondo ayudó mucho, y comandó a su equipo a la victoria en cuatro juegos consecutivos. Boston salió del atolladero y se clasificó a las semifinales, allí aguardaban los Washington Wizards de John Wall. Cuando apenas iban siete minutos del primer partido, Thomas ya llevaba nueve puntos en su cuenta. Estaba pletórico. En un intento por robar el balón, el codo de Otto Porter azotó su boca y le voló un diente. Siguió jugando así y terminó firmando una planilla de 33 puntos y nueve asistencias en una contundente exhibición del equipo de Massachusetts.

En el segundo cotejo, los Wizards salieron con las banderas en alto y un Wall encendido. La visita llegó a tener una ventaja de 14 puntos. Boston no encontraba soluciones colectivas. La pelota quemaba a todos, menos a Thomas. El base bombardeó desde la línea de triples, rompió la defensa visitante con su dribbling eléctrico, llegó “hasta la cocina” con sus penetraciones y alimentó a sus compañeros con asistencias que los sacaron del letargo. Terminó la noche con 53 puntos, la marca más alta de su carrera, luego de superar una cirugía dental de 11 horas.

El partido lo jugó mirando el calendario. Ese 2 de mayo su hermana habría estado de cumpleaños. “Hoy habría cumplido 23. Lo mínimo que podía hacer era salir a la cancha y jugar por ella”, afirmó en la entrevista después del encuentro.

“No sé cómo lo hace. Me gustaría poseer su fortaleza de carácter”, dijo su técnico Brad Stevens.

Thomas es de esos hombres que sacan lo mejor de sí cuando más son exigidos. No se deja abrumar por el entorno y mantiene la cabeza fría. Tiene un promedio anotador por sobre los 10 puntos en últimos cuartos. Ningún jugador en los últimos 20 años se había acercado a eso. Siempre quiere la pelota en sus manos. A pesar de ser el jugador más bajo de la liga, con 1,75 metros no se intimida en territorio de gigantes.

Siendo un niño empezó a labrarse un nombre en el basquetbol estadounidense. Su paso por la Universidad de Washington fue sobresaliente. Pero nadie daba un peso por él en la NBA . “Todo el mundo me decía a cada paso del camino que era demasiado bajo y que no iba a conseguirlo”, ha relatado.

Thomas fue elegido en el último lugar del Draft del 2011 por los Sacramento Kings. Su estatura hacía desconfiar. No todos los ‘petizos’ pueden ser Spud Webb o Tyrone ‘Muggsy’ Bogues. “Me da igual”, decía el jugador en ese entonces. “He llegado a la NBA. Obviamente, me hubiese encantado ser nº1, pero no ha podido ser, y ahora estoy en la NBA. Estoy orgulloso de estar aquí, con Sacramento en mí cabeza, y lo daré todo por esta franquicia”. Isaiah Thomas hizo oídos sordos y preparó su desembarco.

La temporada de los Kings fue un desastre, pero en medio de ese magma Thomas mostró que iba en serio. Ningún jugador seleccionado al final del sorteo había sido escogido dos veces como novato del mes. Él lo hizo. Se convirtió, además, en el jugador más bajo en lograr un triple doble en la historia de la NBA (24 puntos, 11 asistencias y 10 rebotes contra los Wizards).

Sus buenas actuaciones no impidieron que los Kings lo enviaran a Phoenix a cambio de Alex Oriakhi, jugador que nunca llegó a debutar en la NBA y que actualmente se desempeña en Turquía. En el equipo donde brillara Charles Barkley solo estuvo seis meses. Su juego llamó la atención de los Celtics. Desde Boston tentaron a los Suns con una primera selección de Draft y el escolta Marcus Thornton. Y los Suns no se resistieron, cerrando uno de los peores tratos en la historia de la NBA. Escogieron en el sorteo a Skal Labissiere, que terminó en la Liga de Desarrollo, y Thornton apenas jugó nueve partidos en la franquicia. En Arizona aún se lamentan y fantasean dolorosamente con la dupla explosiva que podrían haber formado Thomas con Devin Booker.

Thomas llegó para intentar reemplazar a Rajon Rondo. La entidad ya había perdido a Paul Pierce, Kevin Garnett y Ray Allen, el trío de mosqueteros que los llevó a su último campeonato en 2008. Bajo la conducción de Brad Stevens, Boston estaba armando un equipo joven que en un par de años volviese a ser un contendor firme al anillo. Thomas iba a ser importante, pero no el jugador que tirara del equipo en los momentos decisivos. La dirigencia buscaba a jugadores del calibre de Paul George, Kevin Durant y Jimmy Butler. Ninguno de ellos llegó. Pero la ausencia de una superestrella, permitió que Thomas emergiera como un jugador monumental.

Temporada a temporada, el jugador de Tacoma ha ido subiendo el nivel. Se transformó en el líder anotador y asistidor de su equipo. Lo guio a los playoffs el 2016 y este año lo llevó a liderar la Conferencia Este en fase regular, por sobre los Cavaliers de LeBron James. Alcanzó números que no se veían en la franquicia desde los tiempos de Larry Bird. Se transformó en un habitual de las ’10 mejores jugadas de la semana’ y uno de los rostros más reconocibles de la liga.

Este domingo Thomas saldrá con los suyos a disputar el cuarto partido de una serie que lo vio perder en un candente tercer lance. En frente estará, con sangre en el ojo, John Wall y su pandilla, y más de 20 mil personas abucheándolo cada vez que toque la pelota. Thomas puede lidiar con eso. “He estado en desventaja toda mi vida, pero eso nunca me detuvo. Solo me motivó a trabajar más duro”, dijo Thomas en un comercial que la NBA preparó para rendirle tributo a su nueva e inesperada superestrella.