Millones de niños alrededor del mundo realizaban el mismo ritual todas las tardes. Prendían la tv y ahí se quedaban pegados por 30 minutos, boquiabiertos, alucinando con repetir las jugadas con que un grupo de futbolistas de ficción desafiaba las leyes de la física.

Steve Hyuga, Tom Misaki o Benji Price tenían bien ganado el respeto y la admiración de todos, pero el que desataba el delirio era Oliver Atom, el diez del Niupi, un crack que anotaba desde lugares inverosímiles con sus tiros con chanfle o que se suspendía en el aire por varios capítulos para rematar con una espectacular chilena. Era el arquetipo del futbolista ideal, el líder que hacía creer a sus compañeros que nada era imposible, el que aparecía cuando la pelota quemaba.

Pero no todo en la serie los ‘Supercampeones’ era fantasía. De hecho, la figura del mismísimo Atom está inspirada en un futbolista de carne y hueso, que tal como él, hizo soñar a Japón con ser grande en el fútbol. ¿Su nombre? Kazuyoshi Miura.

La trayectoria de Miura y la del héroe del fútbol animado están llenas de cruces. Ambos llevaron a sus colegios a hegemonizar los torneos escolares, ambos regaron su talento en canchas brasileñas, ambos jugaron en Europa, ambos despuntaron en la selección, ambos, en lo suyo, son íconos del fútbol en la tierra del sol naciente.

Eran fines de los setenta, principios de los ’80. El fútbol aún no pegaba en Japón, era visto como una rareza occidental que no podía competir con el béisbol, las artes marciales o el sumo. Ni siquiera existían clubes profesionales, por lo que Miura tuvo que dar sus primeros pasos en el Janouchi, su colegio. El apodado “Rey Kazu” no tardó en demostrar que estaba muy por sobre la media. Su implacable hambre goleadora llevó a su equipo a un tetracampeonato nacional. Con solo 15 años, Japón le había quedado chico.

Dejó los estudios y se fue a probar suerte a Brasil, la tierra donde el fútbol es pasión y carnaval. No llegó al Brancos (Sao Paulo), sino que al Santos. En el “Peixe” se curtió y terminó de hacerse futbolista. Luego se subió a un carrusel que lo llevó al Palmeiras, Club de Regatas, Esporte Clube XV de Novembro, el Coritiba y nuevamente el equipo de Pelé.

Empezaba la década del ’90, apenas tenía 23 años y ya no solo era el líder del seleccionado, el embolo sobre el que todo giraba, sino que el ícono sobre el que su país se apoyaría para profesionalizar el deporte y el héroe que inspiraría al dibujante Yoichi Takahashi a crear una serie que marcaría época.

“Kozu” tenía calidad para seguir en el extranjero, pero volvió a su tierra natal para cambiar la historia del balompié en su país. Fichó por El Yomiuri, que luego de contratarlo se convirtió en el Verde Kawasaki, fundador de la J.League, la primera división japonesa.

En cuatros años Miura hizo goles hasta el hartazgo, se llenó de títulos a nivel local e internacional y esparció la semilla del fútbol por todo el país. Ya cumplida la misión encomendada en su tierra, y con solo 26 años a cuestas, el ariete miró a Europa. Tenía cuentas pendientes en el extranjero.

El Genoa de Italia fue su siguiente parada. En su incursión por el puerto genovés la suerte no lo acompañó. Apenas llegado sufrió una fractura en su tabique nasal que lo tuvo mucho tiempo apartado del equipo rojiazul. Su lesión tiene su correlato en la serie. Cuando Oliver aterrizó en el Cataluña, que vestía los mismos colores que el Genoa, sufrió una lesión en la pierna. Otra “coincidencia”.

Nunca pudo adaptarse al fútbol áspero y muscular del Calcio. Jugó apenas 21 partidos, marcando un único tanto. Tras una sola temporada, pegó la vuelta al Verde Kawasaki. Pero el capítulo de su paso por el Viejo Continente aún no se había terminado de escribir. A inicios de 1999 arribó al Dinamo de Zagreb, equipo con el que se convertiría en el primer japonés en disputar un duelo de Uefa Champions League. Pero tampoco en Croacia pudo demostrar sus quilates. Luego de seis meses retornó a su terruño para jugar en el Kyoto Purple Sanga y luego en el Vissel Kobe.

Desde 2005 está en el Yokohama F.C., una estancia de más de una década que solo se vio interrumpida cuando fue a quemar sus últimos cartuchos en el fútbol internacional, en el Sidney de Australia.

La gran pena de Miura

Oliver Atom levantó el trofeo del Mundial Juvenil ante Alemania. También estuvo en el debut ante Brasil en Corea y Japón 2002. Miura, sin embargo, no tuvo esa dicha. Nunca jugó un Copa del Mundo.

A pesar de ser clave en la clasificación al Mundial de 1998 y estar en uno de los mejores de su carrera, el entrenador Takeshi Okada dejó a Miura fuera de la lista de jugadores que viajaron a Francia. Fue su gran dolor, un mazazo inesperado que lo dejó por los suelos.

Trece años después tendría revancha. Una inesperada revancha. El español Miguel Rodrigo, entrenador de la selección nipona de fútbol sala, lo llamó para que se sumara a su equipo en el Mundial de Tailandia. El “Rey Kozu” no pudo resistir la oferta.

Hoy, y ya con varias canas en la cabeza, Miura sigue regalando sus toques mágicos en pastos japoneses. En 2015 se convirtió en el futbolista más longevo en anotar un gol en el profesionalismo. Hace solo unos meses, el 20 de junio de 2016, el jugador de 49 años batió su propio record con un gol ante el Gifu. El balón, qué duda cabe, es su mejor amigo.