El récord de la hora (fijado en 52,937 km), que el británico Bradley Wiggins intentará batir el domingo en la pista olímpica de Londres, es una de las cimas del ciclismo desde que Henri Desgrange, luego creador del Tour de Francia, abrió el palmarés a finales del siglo XIX.

Su historia cuenta con infinidad de intentos, alternando épocas donde se han sucedido muchas tentativas con otras de pausa.

Recientemente el interés por el desafío se ha acelerado: después de que Ondrej Sosenka, un corredor checo de segunda fila, batiera la plusmarca en 2005 han tenido que pasar nueve años antes de una cascada de récords, iniciada en septiembre y favorecida por un cambio de reglamentación.

Tras cuatro récords de la hora en ocho meses, Wiggins busca uno más, en el intento reciente más esperado por los aficionados, por el pedigrí del británico dentro del ciclismo actual.

El también británico Alex Dowsett, plusmarquista desde principios de mayo, es consciente de que su récord puede ser efímero si Wiggins cumple los pronósticos y consigue añadir su nombre a una selecta lista donde se encuentran nombres como Jacques Anquetil, Fausto Coppi, Eddy Merckx, Francesco Moser o Miguel Induráin.

Pero en la lista de hombres que han batido el récord se encuentran también ciclistas caídos en el olvido o directamente casi desconocidos. El escocés Graeme Obree, que soprendió al mundo con una bicicleta que aprovechaba una pieza de su propia lavadora, ni siquiera era profesional en aquel julio de 1993.

El primer plusmarquista de la hora fue, el 11 de mayo de 1893, Henri Desgrange, que recorrió 35,325 kilómetros en el ya desaparecido velódromo Buffalo de París. Diez años más tarde, el mismo hombre creó el Tour de Francia.

El sufrimiento del ‘Caníbal’

Antes de la Primera Guerra Mundial, el francés Marcel Berthet y el suizo Oscar Egg mantuvieron un duelo de desafíos en sus reuniones en el velódromo Buffalo. En seis semanas a mediados de 1913, el récord fue mejorado en tres ocasiones. Un año más tarde, Egg estableció una marca (44,247 km) que resistió en pie diecinueve años.

El récord dio un paso más en su leyenda cuando el “Campionissimo” Fausto Coppi sufrió muchísimo para batirlo (45,848 km), en plena Segunda Guerra Mundial, en 1942 en el velódromo de Milán. La máquina humana ha llegado al límite, se pensó entonces equivocadamente: en esa misma pista Vigorelli, el francés Jacques Anquetil lo mejoró trece años después.

Después de la pista Vigorelli, Roma (pista Bracke) y luego México tuvieron su momento de esplendor. Antes de los Juegos Olímpicos de 1968 en el país azteca, que desarrollaron los estudios sobre los efectos de la altura en la resistencia al aire, el danés Ole Ritter elevó el récord a casi 49 kilómetros.

Luego fue el turno del gran Eddy Merckx, el insaciable ‘Caníbal’, que atacó con éxito el récord al final de la temporada de 1972. “Nunca he sufrido tanto”, reconoció entonces el belga después de sus 49,431 kilómetros.

“Mi récord nos costó 500.000 francos belgas (unos 16.000 dólares de la época)”, dijo entonces.

Hasta más de 55 km

Con la supervisión del profesor Conconi, el médico italiano que luego fue especialista en los efectos del dopaje sanguíneo, Francesco Moser, tres veces vencedor de la París-Roubaix, batió el récord de la hora en 1984 en dos ocasiones, con apenas cuatro días de diferencia, en una pista recubierta de un adhesivo que buscaba reducir la resistencia. Moser acababa de abrir una nueva era.

Investigación sobre aerodinámica, materiales sofisticados y, para algunos, ayudas farmacéuticas ilícitas pero indetectables en la época: el récord, batido en siete ocasiones en tres años (Obree, Boardman, Indurain, Rominger en dos ocasiones) progresó a paso de gigante hasta los 56,375 kilómetros de Chris Boardman en septiembre de 1996 en su pista favorita, la de Mánchester.

El mismo lugar en el que el británico estableció el nuevo récord de referencia en el año 2000 después del cambio de reglamentación de la Unión Ciclista Internacional (UCI), que decidió volver a la bicicleta tradicional y transformó los récords del periodo 1984-1996 en “mejores actuaciones en la hora”.

Quince años más tarde, el reglamento cambió en 2014 y ello autoriza a Wiggins, digno sucesor de Boardman, a utilizar elementos modernos y una posición de contrarreloj. Todo ello con la meta de elevar la marca a 55,250 kilómetros (221 vueltas de pista), un nivel que podría desanimar a otros posibles aspirantes en el corto plazo.