Ramón Navarro ha tenido que romper muchos tabúes en su pueblo de pescadores artesanales del litoral chileno para convertirse en una autoridad en el selecto mundo del surf, desde donde trata ahora de devolverle al mar lo mucho que le ha dado.

Este hijo de humildes pescadores que creció en Punta de Lobos, una playa de Pichilemu, a unos 220 km al sur de Santiago, libra ahora una nueva batalla: preservar este litoral, destino privilegiado de surfistas de todo el mundo, de los embates de la modernización.

Desde “Lobos por siempre”, la campaña mundial que lidera, pretende impedir la instalación de hoteles y restaurantes a orillas del mar que arruinen el paisaje de su infancia y proteger el litoral chileno, diverso y rico en recursos.

El mar, que le ha dado triunfos deportivos y fue fuente de alimentación de su familia, al igual que la de otras muchas en el pueblo, se ha convertido en una obsesión para este padre de familia de 37 años.

“Mi visión del mar no es sólo entrar y correr una ola, es diferente. (Busco) entender por qué esta ola se generó y hacer entender que si nosotros cuidamos el lugar, esta ola puede ser un potencial económico para la región, la ciudad y los pescadores”, explica a la AFP el deportista que en 2014 surfeó en la Antártida.

¿El mar es de todos?

“En Chile dicen que el mar es de todos los chilenos pero está muy lejos de serlo”, confiesa con preocupación este hombre fibroso de piel curtida por el sol, acostumbrado a superar desafíos desde pequeño.

“Costó harto (mucho) que mi familia entendiera la idea de tratar de vivir del surf. La creencia local era que los surfistas venían de afuera con dinero, que tenían tabla, que venían de pura fiesta y lo relacionaban mucho con drogas”, cuenta divertido.

Eran tiempos en que, para vivir del surf, había que “derribar muchas murallas”, pero la “mezcla de adrenalina, nervios, pasión” de surfear olas gigantes, como las que por primera vez superó en Hawai hace 16 años.

“De verdad fue el gran click, me redescubrí”, confiesa Navarro, que llegó a estar entre los tres primeros del mundo en su especialidad, y que se dio cuenta de que en su país el mar regalaba olas dignas de los que arriesgan su vida por vivir la adrenalina de este deporte.

La pasión por el deporte no le impidió ver las amenazas que se ciernen sobre el mar chileno.

Gracias a su padre, Navarro descubrió que la ley que asegura libre acceso al mar no se cumple del todo y que para pescadores, surfistas o cualquiera que quiera disfrutar de la costa puede llegar a ser una odisea ingresar en zonas donde los terrenos costeros han sido privatizados.

Con la ayuda de la ONG “Save The Waves”, junto a marcas que lo auspician y activistas de la comunidad pretenden recaudar fondos para resguardar la biodiversidad de la playa de Punta de Lobos, en el litoral central del país, para crear una Reserva Mundial del Surf y preservar el libre acceso a la costa.

Proteger el borde costero

Dos hectáreas y media que bordean la zona más pintoresca de Punta de Lobos -donde sus roqueríos forman un imponente mirador hacia las bravas olas del océano Pacífico- ya están en manos de un privado que se comprometió a cederlas a la fundación de Navarro.

Reforestar el lugar y transformarlo en un parque es el primer objetivo, comprar más terrenos y trabajar por una ley de protección del borde costero es el siguiente paso.

El municipio de Pichilemu se declara de manos atadas, ya que no cuenta con recursos para adquirir terrenos que están en manos de privados, confiesa el alcalde Roberto Córdoba.

Para Córdoba es indiscutible que el surf es “parte importante de la identidad de Pichilemu”, una pequeña ciudad que vive mayoritariamente del turismo y la pesca, donde uno puede encontrarse hasta con una llama acostada apaciblemente en la fina y gris arena.

Por su parte, el gobierno tramita “una propuesta para declarar área verde” a la zona, lo que no modifica su estatus de privado pero garantiza que los particulares respeten las peculiaridades del lugar en el que habitan lobos marinos, aves y una rica variedad de peces.