Mauricio Electorat: Crónica de un sobreviviente entre el destierro y la culpa

Detalle de la portada, Tajamar Editores (c)
Detalle de la portada, Tajamar Editores (c)
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No hay que mirar a los muertos, el último libro de Mauricio Electorat, es el relato de un escritor de “novelas de quiosco” (pp 86) que vive entre su vida parisina (producto del exilio de sus padres) y sus recuerdos de infancia, entre la culpa por la muerte de su madre y la falta de sentido de su vida.

El centro de Santiago es lo único rescatable de esta ciudad de arribistas, ignorantes, delincuentes, maleducados, insaciables… (pp 28)

De una escritura fluida, concisa, directa, sin rellenos ni frases grandilocuentes y una sobriedad que remiten a algunos de nuestros poetas -varios de los cuales cita en su texto-, Electorat construye un texto que indaga en la identidad, en el sentido de la vida, en los afectos, en las culpas.

No hay que mirar a los muertos (Tajamar Editores) es un texto breve (151 páginas que se leen rápido) y profundo, que logra emocionar de manera profunda, donde cuestiona en temas esenciales de un país actual.

Quiero decir, no había empleadas puertas adentro como en Chile… “Puertas adentro”, curiosa expresión, si algún día escribiera un ensayo sobre Chile, sobre la cultura o la ideología chilena, debería llamarse así, no Puertas al campo como el de Octavio Paz, sino “puertas adentro”… todo en Chile es “puertas adentro”, los chilenos somos “puertas adentro”, entre cordillera y mar, hielo y desierto, en nuestro pequeño barrio, con nuestra familia, los amigos de la familia, los tíos y las tías… (pp 44)

Casi al final, Electorat (que fue el encargado de Cultura en la última campaña presidencial de Marcos Enríquez-Ominami) se permite hacer una recomendación que debiéramos considerar:

La vida es mucho más sencilla de lo que imaginamos, ¿por qué complicarla? Todos los escritores, todos los artistas, todos los inventores, ni qué decir tiene los políticos, todos los grandes egos deberían dedicarse algún tiempo a manejar un taxi. El mundo sería mucho mejor, sin duda. (pp 135)

Mauricio Electorat, Premio del Consejo del Libro y la Lectura (1995 y 1999), Premio Municipal de Literatura (1995 y 1999), Premio Biblioteca Breve (2004), Prix Rhöne Alpes, tiene una gran virtud: A pesar de su renombre publica poco (“gran pecado editorial”). Así, escribiendo lo que realmente quiere publicar es un verdadero placer leerlo.

No hay que mirar a los muertos
Los desconocidos no devuelven el saludo
No hay que mirar a los muertos
Quien los mira una vez, se va con ellos

(Armando Rubio)
(pp 98)

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No hay que mirar a los muertos, el último libro de Mauricio Electorat, es el relato de un escritor de “novelas de quiosco” (pp 86) que vive entre su vida parisina (producto del exilio de sus padres) y sus recuerdos de infancia, entre la culpa por la muerte de su madre y la falta de sentido de su vida.

El centro de Santiago es lo único rescatable de esta ciudad de arribistas, ignorantes, delincuentes, maleducados, insaciables… (pp 28)

De una escritura fluida, concisa, directa, sin rellenos ni frases grandilocuentes y una sobriedad que remiten a algunos de nuestros poetas -varios de los cuales cita en su texto-, Electorat construye un texto que indaga en la identidad, en el sentido de la vida, en los afectos, en las culpas.

No hay que mirar a los muertos (Tajamar Editores) es un texto breve (151 páginas que se leen rápido) y profundo, que logra emocionar de manera profunda, donde cuestiona en temas esenciales de un país actual.

Quiero decir, no había empleadas puertas adentro como en Chile… “Puertas adentro”, curiosa expresión, si algún día escribiera un ensayo sobre Chile, sobre la cultura o la ideología chilena, debería llamarse así, no Puertas al campo como el de Octavio Paz, sino “puertas adentro”… todo en Chile es “puertas adentro”, los chilenos somos “puertas adentro”, entre cordillera y mar, hielo y desierto, en nuestro pequeño barrio, con nuestra familia, los amigos de la familia, los tíos y las tías… (pp 44)

Casi al final, Electorat (que fue el encargado de Cultura en la última campaña presidencial de Marcos Enríquez-Ominami) se permite hacer una recomendación que debiéramos considerar:

La vida es mucho más sencilla de lo que imaginamos, ¿por qué complicarla? Todos los escritores, todos los artistas, todos los inventores, ni qué decir tiene los políticos, todos los grandes egos deberían dedicarse algún tiempo a manejar un taxi. El mundo sería mucho mejor, sin duda. (pp 135)

Mauricio Electorat, Premio del Consejo del Libro y la Lectura (1995 y 1999), Premio Municipal de Literatura (1995 y 1999), Premio Biblioteca Breve (2004), Prix Rhöne Alpes, tiene una gran virtud: A pesar de su renombre publica poco (“gran pecado editorial”). Así, escribiendo lo que realmente quiere publicar es un verdadero placer leerlo.

No hay que mirar a los muertos
Los desconocidos no devuelven el saludo
No hay que mirar a los muertos
Quien los mira una vez, se va con ellos

(Armando Rubio)
(pp 98)