Al escuchar el término “Ricopatía”, se puede asociar a personas de clase alta que han nacido con muchas comodidades, las cuales temen perder. Sin embargo, esto afecta tanto a familias ricas como de clase media, donde los padres han criado de mala forma a sus hijos.

Esta condición hace referencia a aquellos niños que han sido mimados en exceso y malcriados por sus padres, lo que desencadena en problemas de personalidad y complejos a futuro.

Según un artículo del sitio Psicología y Mente, la “Ricopatía” se origina básicamente cuando los padres buscan suplir la falta de tiempo de calidad con sus hijos comprándoles cosas materiales en exceso. También es frecuente en padres que presionan a sus hijos para que sobresalgan sobre el resto.

En este sentido, las consecuencias para los niños son físicas y psicológicas. Las primeras se manifiestan como dolores de cabeza, vómitos y diarreas; mientas que las demás son: estrés, desinterés, agresividad, trastorno de conducta y ansiedad en el trabajo.

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El profesor de psicología de la Universidad de Harvard, Ralph Minear, escribió en 2015 un libro llamado El niño que tiene todo en exceso, donde relata que muchos infantes actuales están propensos a tener serios problemas sociales en su vida adulta.

“El niño que ha sido mimado toda su vida, puede llegar a tener problemas serios más adelante en su vida, así como dificultades de carácter emocional. Algunas consecuencias son: consumo excesivo de alcohol o marihuana, un trato discriminatorio hacia los demás y serios problemas de conducta, o una actitud perezosa y poco tolerante a la frustración, por no tener que preocuparse nunca de ganarse las cosas y haber recibido siempre lo que ha querido”, sostuvo Minear.

En su publicación, el psicólogo estadounidense entrega características claras de los padres de niños con ricopatía, las cuales son:

– Comprar regalos (generalmente costosos) fuera de las ocasiones tradicionales como cumpleaños, Navidad o Día del Niño.

– Comprar las últimas actualizaciones tecnológicas apenas salen al mercado, como ser consolas de juegos.

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– Posponer gastos familiares para poder cumplir con los caprichos de sus hijos.

– Dar a sus hijos recompensas monetarias permanentemente cada vez que realizan una buena acción.

– Programar la mayor parte del día del niño con diversas actividades. Excesiva presión para que sobresalga de sus compañeros.

– Hacer caso omiso cuando los hijos se quejan de estar aburridos y no tener nada que hacer a pesar de tener el cuarto lleno de juguetes.

– Llenarlos de información excesiva que los mismos no están preparados para procesar dada su corta edad y desarrollo.

¿Cómo evitar esta condición?

En un artículo de la periodista Diana Grau, se sostiene que esta condición se puede evitar si los padres dedican más tiempo a sus hijos y los premian con regalos a medida que ellos van cumpliendo con sus tareas.

Poner límites: Es importante que un niño se críe con reglas claras desde un comienzo, aprendiendo a obedecer desde pequeño y saber diferenciar entre lo correcto e incorrecto.

“Manejar la frustración es imprescindible para el correcto desarrollo emocional, por lo que deberás ponerle límites. Puede que algunas personas piensen que esto hará infelices a sus hijos, pero todo lo contrario: aprenderán que no pueden tenerlo todo y que hay que compartir con quienes no tienen tanto como nosotros”, indicó.

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Pocos regalos: La autora sostiene que no se deben hacer más regalos de los necesarios a los niños, esto implica premiar los logros y dar presentes en fechas importantes.

“Para solucionarlo, lo mejor es eliminar todos los regalos esporádicos y seguir la regla de los 4 regalos, la cual va a ser un apoyo fundamental para evitar este síndrome sin dejar a un lado la ilusión que supone recibir regalos en fechas importantes. Además, te recomendamos que sustituyas algunos regalos materiales por otros que no son juguetes y que le gustarán mucho más”, sugirió.

Muéstrale lo que cuesta conseguir sus regalos: Como se indicaba anteriormente, es importante dejarles claro que un regalo es un premio a un acto bien hecho, y no algo que aparece de la nada.

“Los niños no son conscientes de los grandes esfuerzos que realizamos para conseguir todo lo que ellos quieren, así que hacérselo ver es fundamental para que entiendan el auténtico valor que tiene un regalo. Para ello, involúcralo en actividades como limpiar la casa o ir a comprar para que se dé cuenta de que lo que uno quiere no cae del cielo por arte de magia”, concluyó.