Lo que antes era una muestra de afecto, hoy puede ser un arma mortal. Y es que la prohibición del contacto físico por la pandemia del Covid-19, ha transformado las relaciones interpersonales.

Estamos programados para tocarnos entre nosotros, desde los primeros momentos de la vida”, detalla Pablo Eguía, neurólogo y vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN), al medio El País.

Asimismo, plantea que el ser humano “no podría ser feliz” sin contacto físico. “Lo necesitamos”, asegura sobre esta sencilla acción que actualmente está prohibida.

De este modo, destaca que los abrazos relajan, calman y tranquilizan el cuerpo. Incluso tendrían propiedades similares a las de un antiinflamatorio o analgésico.

“Se han publicado estudios que indican que el contacto físico, siempre que sea empático, activa ciertos mecanismos cerebrales que ayudan a soportar mejor el dolor“, describe el especialista.

Según el Instituto del Tacto de Estados Unidos, “cuando tocas la piel de alguien, se estimulan unos sensores que hay en ella y envían un mensaje al nervio vago. Al aumentar su actividad, la tasa cardíaca y la presión sanguínea decrecen, y el cerebro da señales de relajación“. Además, las hormonas del estrés disminuyen.

Para entender mejor esta necesidad del contacto físico, el neurocientífico Pablo Barrecheguren, detalla que debemos remontarnos al momento del nacimiento.

“Lo ves en los animales, cuando las madres acurrucan a sus crías en los primeros momentos de vida. Para hacerlo, necesitan tocarlos, claro: un gato lame a otro o un mono desparasita a otro”, ejemplifica el experto.

Por otra parte, para los bebés es fundamental establecer el apego con su madre. Por este motivo, las principales sociedades médicas recomiendan el contacto físico entre el recién nacido y la madre, justo después del parto.

“De hecho, hay estudios que sugieren que los bebés que han sido privados de contacto físico en los primeros meses de vida, tienden a padecer trastornos psicológicos o psiquiátricos“, destaca Eguía.

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En este contexto, explica que el contacto se convierte en la única herramienta para comunicarse con el mundo. “Y el ser humano necesita comunicación”, reflexiona.

De este modo, los especialistas plantean que la acción de tener cerca a alguien, oscila entre una necesidad biológica y la intención de cuidar al otro.

“El cuerpo tiene mecanismos, los neurotransmisores, que convierten en agradable y placentero todo lo que biológicamente es importante”, explica Barrecheguren, destacando que cuando comemos ocurre algo similar.

La sensación que se produce cuando tocamos a alguien es tan potente, que incluso ha sido bautizada por los neurólogos, como ‘el hambre de piel’, que es “la necesidad de cariño en forma de contacto físico que tenemos las personas”, explica el vocal de la SEN.

Lo que nos quitó la pandemia

Uno de los protocolos fundamentales para frenar el contagio del Covid-19, es el distanciamiento social. De acuerdo a lo planteado por los expertos, la falta de este recurso físico provocará que sensaciones como el dolor, la rabia, la angustia, o el miedo, duelan un poco más.

“De todos los pilares que sostienen la salud mental, nos están quitando uno. Pero quedan otros”, plantea Barrecheguren.

Según la psicóloga Isabel Aranda, hay estudios que pronostican que el 30% de las personas necesitarán terapia durante la pandemia, muchas de ellas, a causa de la falta de cercanía.

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El contacto físico nos aporta confianza. Un simple apretón de manos es un modo ancestral de decirle a tu enemigo que no llevas armas”, explica sobre estos pequeños gestos que son vitales para nuestro bienestar.

“Cuando comentan que en Japón se saludan sin tocarse y que deberíamos aprender esos códigos, me sorprende: ‘Eso no es algo que se pueda adquirir en unos meses…”, reflexiona Aranda.

Sin duda el grupo más vulnerable en esta situación, es el de las personas que viven en soledad. “De hecho, los neurólogos aconsejamos que, para tener un cerebro sano, se potencien las relaciones sociales y afectivas“, afirma Eguía.

¿Se pueden compensar estos beneficios?

Según Aranda, no está todo perdido durante este periodo de aislamiento. En este caso, comenta que existen técnicas de autorregulación que son capaces de generar un efecto fisiológico similar al de un abrazo.

“En situaciones estresantes, la respiración consciente, tragar saliva o sentarte, pueden llegar a calmarnos. Son estrategias que tendremos que aprender masivamente”, ejemplifica.

Igualmente, destaca que la tecnología ha ayudado mantener el contacto con los seres queridos. Es el caso de la mensajería de textos o las videollamadas.

“Se han hecho estudios con enamorados en los que, al ver las fotos de las personas a quienes querían, se activaban las mismas zonas cerebrales que cuando estaban en contacto con ellas“, comenta Barrecheguren.

A pesar del distanciamiento, el neurocientífico recomienda ser un poco “más sociales” durante el confinamiento. De este modo, comenta que un sonrisa o hacer una conexión por video, son pequeñas acciones que harán que nuestros cerebros afronten la situación con algo más de entereza.

“Me preocupan los niños menores de 10 años. ¿Qué va a ser de esa generación a la que estamos animando a que no toque, no roce, no bese o no abrace? Pues depende de lo que dure esto”, cuestiona la psicóloga.

Si el confinamiento se extiende, la psicóloga vislumbra que tendremos niños menos empáticos, más obsesivos y con más problemas para relacionarse. “La parte buena es que sé que seremos capaces de revertirlo, de devolverles la confianza. Ya se verá cómo”, concluye la especialista.