Olvidar hacer las tareas, perder útiles escolares y no prestar atención en clases, parecen ser situaciones comunes por las que pasan muchos pares que se han preguntado alguna vez si sus hijos padecen de déficit atencional.

En este sentido, Marisol Avendaño, neuróloga de IntegraMédica, parte de Bupa, señala que el déficit atencional es “un trastorno del neurodesarrollo, que consiste en una dificultad para mantener la concentración o atención“.

“En la mayoría de estos pacientes existe una base genética y es causada porque en el cerebro se produce un desequilibrio de sustancias llamadas neurotransmisores, lo que impide lograr una atención adecuada”, explica.

Al respecto, la especialista señala que este no se presenta de igual forma en todos los menores, por lo que es conveniente entender que existen tres tipos: Déficit atencional en que predomina la inatención; Déficit atencional con predominio de impulsividad e hiperactividad; Déficit atencional de tipo combinado, el cual tiene características de ambos.

A pesar de que el déficit atencional es un trastorno que no tiene cura, sí puede irse modificando con la madurez del individuo, por ejemplo, en el caso de la hiperactividad, es un comportamiento que se va atenuando con el paso de los años, detalla la experta.

De todas formas, existe un porcentaje menor de adultos que requieren de tratamiento para desempeñarse de manera efectiva en sus actividades laborales y sociales. ¿A qué señales debemos estar atentos?

Respecto al diagnóstico del déficit atencional, la neuróloga de señala que este se realiza a los 7 años, por lo que se debe estar atento a las dificultades que puedan presentar los niños con este diagnóstico al enfrentarse al sistema escolar.

Se puede sospechar de este trastorno:

– Si no logran terminar las actividades escolares.

– Si olvidan o pierden sus útiles frecuentemente.

– Si no recuerdan lo que hicieron o materiales que deben llevar.

– Si no retienen lo que estudian y su rendimiento es bajo.

Además, la especialista indica que la mayoría de las veces son los profesores quienes advierten de esto a los padres. Por ejemplo, si el menor es del tipo hiperactivo, impulsivo puede que se accidente con más frecuencia o que presente más anotaciones negativas por ser inquieto en clases, mientras que un menor predominantemente inatento demora más en ser diagnosticado porque mantiene un buen comportamiento en la sala de clases.

La detección precoz del déficit atencional es importante para lograr que no afecte la calidad de vida de los niños para desarrollarse plenamente de acuerdo a su potencial y evitar otros problemas asociados.

En este sentido la neuróloga Marisol Avendaño, señala que puede aparecer “ansiedad y depresión, que pueden resultar en el fracaso de los niños en el sistema escolar a pesar de sus esfuerzos y por dificultades con sus pares derivadas de su impulsividad”.

Cómo apoyar al niño y cuándo es necesario medicar

Una de las preocupaciones de los padres frente a la detección de este trastorno, es el uso de fármacos para controlar la sintomatología de los menores.

Ante esto, la profesional indica que la medicación no siempre es necesaria, ya que “el manejo es un tratamiento integral, que comprende instrucciones para el hogar y el colegio, apoyo multidisciplinario con el Proyecto de Integración Escolar que cuentan con psicopedagoga (o), psicóloga (o), fonoaudióloga(o) y solicita a los docentes una menor exigencia en las evaluaciones, lo que se denomina Evaluación Diferenciada”.

Si con este apoyo no se logra solucionar las dificultades del niño se plantea medicación para ayudar a que se concentre y disminuya la hiperactividad e impulsividad.

La experta enfatiza en que es fundamental contar con la colaboración de los profesores para que conozcan las dificultades que implica este trastorno y ayuden a evitar situaciones negativas que puedan ocurrir con sus pares.

Desde el punto de vista familiar, se debe dar órdenes simples y cortas, una a la vez, para lograr que las procese adecuadamente. Además, se debe ordenar los horarios, manteniendo rutinas de estudio, alimentación, diversión, entre otros.

Si la familia acepta el diagnóstico, se alinea con los profesionales de la salud y profesores, para que todos puedan colaborar de manera integral en el tratamiento; lo más probable es que el resultado sea positivo, obteniendo una mejor calidad de vida familiar, con menos desgaste emocional y con un niño o niña más feliz.