Con sólo 27 años, Holly Warland quiere terminar con su vida. Sus últimos cuatro años han estado protagonizados por el dolor que le causa una extraña enfermedad genética llamada Distrofia muscular de cintura, la que deteriora gradualmente todos los músculos inferiores de su cuerpo. Sin embargo, la eutanasia no es legal en el caso de la joven oriunda de Queensland (Australia) lo que la llevó a tomar la decisión de mostrar en redes sociales imágenes del sufrimiento que acarrea a diario.
En una cuenta de Instagram, Holly y su pareja comparten fotos y videos que documentan la enfermedad. “Soy brutalmente honesta y abierta con mis fotos, revelo aspectos de vivir con una discapacidad que no se conocen a menudo”, cuenta Warland a BoredPanda y aclara que su cuenta no es “inspiracional”, más bien su propósito es generar conciencia y lograr obtener una eutanasia. “Soy lo bastante mayor para votar, beber alcohol, conducir un coche y tener un bebé, así que, ¿por qué no puedo controlar cuándo fallecer de forma tranquila?”, reflexiona.
Sueños frustrados
Los médicos diagnosticaron la enfermedad de Holly cuando tenía 11 años. Tres años después, se vio obligada a movilizarse usando una silla de ruedas. No obstante, esto no le impidió tener una vida feliz y un gran rendimiento académico.
“Trabajé duro y me gradué con honores en Psicología. Planeé mi vida con mi doctorado, que esperaba tener a los 25. Cuando iba por la mitad del mismo, me dí cuenta de que mi fuerza física disminuía”, revela.
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Holly cuenta que los malestares las obligaron a abandonar sus estudios y su trabajo como docente universitaria. “Cada día me despertaba con náuseas, con el pulso por las nubes, músculos entumecidos, hiperventilación y temblores incontrolables. Mi vida se convirtió en un caos”, expresa. Fue en ese punto cuando la joven buscó otros casos similares en redes sociales y, según su punto de vista, no encontró ejemplos que representaran el verdadero dolor de vivir con una enfermedad degenerativa.
“No me sentía identificada con eso, así que mi pareja, Luke (que me cuida a todas horas y me ayuda con las fotos y vídeos) y yo decidimos hacer fotos de mi cuerpo desnudo y publicarlas para que la gente vea el precio que paga el cuerpo humano con una discapacidad. La respuesta recibida me dio ánimos y me decidí a compartir más partes íntimas de mi vida como discapacitada”, explica.
Su objetivo es claro, Holly dice que “documenta su muerte” para que nadie pase lo que ella ha pasado.
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“Me aman tanto que respetan mi decisión”
Una de las ideas que reitera la joven en que está totalmente decidida sobre su elección de morir. Tanto sus familiares, amigos y su pareja Luke, apoyan su determinación. “Luke me ve en mis mejores y peores momentos, desde cenas elegantes a vómitos en la ducha”, dice.
“Mi familia estaba devastada cuando les dije en octubre de 2016 que quería una eutanasia, pero luego de explicarles el nivel de dolor con el que vivía todos los días, comenzaron a entender”, señala en una entrevista con el portal británico DailyMail.
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Asegura que se ha naturalizado tanto el tema que incluso es motivo de bromas: “Mi mamá dice que voy a escribir una carta y decir exactamente lo que pienso de todos antes de irme”, aclara. “Me aman tanto que están dispuestos a dejarme tomar mi propia decisión”, agrega.
Una tortuosa esperanza de vida
A pesar que los tortuosos dolores y discapacidad, los médicos le han dicho a Holly que tiene una esperanza de vida hasta los 50 ó 60 años. “No quiero dejar a mi familia con un horrible cadáver”, asevera.
La joven psicóloga revela que no existe cura para su enfermedad, sólo medicamentos para aliviar el dolor, las náuseas y complicaciones cardíacas. “Me aterroriza hacerme adicta a los calmantes, pero necesito incrementar la dosis por mi falta de fuerza y movilidad. Cuando lo hablé con mi médico, lloré un poco y me explicó que como no hay tratamiento y solo iba a empeorar, no había problema en que me volviera adicta porque no tenía nada que perder”, dice en BoredPanda.
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De la misma forma, admite que no tiene las fuerzas físicas para suicidarse, aunque quisiera. “A todos nos enseñan a creer que hay esperanza y que la vida mejorará, es duro estar en una posición en la que eso es inalcanzable”, agrega. “Es difícil llorar con tubos metidos en la nariz”, confiesa.
Por ahora, a Holly no le queda mayor opción que esperar que su caso impacte a alguien que pueda ayudarla a concretar su anhelada eutanasia.
Hoy pertenece a un grupo llamado “Muriendo con dignidad en Queensland”, en donde intentan convencer a políticos de que incluyan leyes justas y misericordiosas sobre muerte voluntaria asistida. “No deberíamos tratar a las personas con discapacidad como si todos tuvieran un deseo de muerte, pero al menos deberíamos dejar que tengan esa opción“, opina.
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“Mi desafortunada realidad es que esta enfermedad acabará haciendo la vida insoportable para mí, y quiero una opción segura y de fiar para acabar con mi vida cuando esté lista. Es mi única opción humana”, señala y destaca: “No tengo miedo, la muerte solo es difícil para la gente que dejas atrás”.