Tessa Snyder tenía sólo 11 años cuando debió atravesar una de las situaciones más difíciles de su vida. Tal como cuenta en su sitio web, la joven era una niña con una vida “normal” cuando comenzó a sentir un pequeño dolor en su pierna derecha que empeoró rápidamente con el tiempo.

Ante el dolor, la joven oriunda de Filadelfia (Pensilvania, Estados Unidos) fue con sus padres a un pediatra quien relacionó la molestia con “simples dolores de crecimiento”. Con esa idea en la cabeza, Tessa intentó seguir con su rutina -juegos, actividades escolares, estudios- hasta que el dolor la incapacitó. “Una mañana desperté llorando porque no podía doblar la pierna”, recuerda.

Instagram | @tessnyder
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Nuevamente en el hospital, los médicos le realizaron una resonancia magnética y luego una biopsia. Poco después de una semana el diagnóstico fue duro: Sarcoma osteogénico en el fémur derecho. En otras palabras, Tessa padecía de un cáncer que ataca las células de los huesos en su muslo derecho.

Desde ese momento, comenzaron un tratamiento para combatir su enfermedad que consistía en una quimioterapia. La joven recuerda esa etapa con tristeza. “Cuando ingresé por primera vez al hospital tenía el cabello largo y castaño, me encantaba… pero lo perdí. Los médicos y enfermeras me explicaban que era un efecto secundario de la quimioterapia y que era mejor cortarlo”, cuenta y confiesa que se sentía muy “extraña y vulnerable”.

Después de siete meses con este tratamiento, el cáncer no quería abandonar el cuerpo de Synder, motivo por el que debió enfrentarse a una difícil decisión: o continuaba con la quimioterapia, mientras la enfermedad se extendía o amputaba su pierna y se sanaba.

“Mis padres quisieron otorgarme algún tipo de poder dándome la oportunidad de elegir. Pero en mi mente de 11 años ya había pensado en deshacerme de mi pierna y nunca tener que pasar por esto otra vez, ¿por qué no?”, dijo.

La operación consistió en cortar el muslo por encima de donde estaba el tumor para limitar cualquier posibilidad que el cáncer regresara. “Recuerdo que estaba conectada a un goteo de morfina que presionaba cada vez que me dolía”, añade.

El siguiente año, la joven se enfocó en aprender a convivir con una prótesis simple. “No se doblaba en la rodilla pero estaba diseñada para ayudarme a ganar fuerza y movilidad”. La escuela no fue una etapa fácil para Synder y su pierna postiza. “Me sentía diferente a los demás, fuera de lugar, como si no me aceptaran o no tuviese amigos”, confiesa y agrega que sufría bullying.

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En la adolescencia, esta situación empeoró; sin embargo, Tessa Snyder hizo lo posible por mantenerse fuerte.“Hubo innumerables ocasiones de frustración y enojo, pero ni una sola vez quise rendirme”, revela la joven que en ese entonces ocultaba su prótesis con vestidos y pantalones y desviaba el tema cuando le preguntaban “¿por qué caminas así?”.

Fue el tiempo el que le otorgó más fuerza a Snyder, quien comenzó a cosechar un inquebrantable amor propio que refleja hasta el día de hoy. Gracias a esto logró concretar dos de sus sueños más grandes: ser madre y ser modelo.

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En efecto, a sus 29 años y casi dos décadas después de la amputación de su pierna, Tessa tiene una pareja, dos hijos y más de treinta mil seguidores que admiran su historia y trabajo. “Me ha llevado casi 20 años aceptar completamente mi prótesis. Hay días en que no quiero usarla o días en los que me duele mucho hacerlo”, relata.

Y añade: “Pero una cosa que me di cuenta es que no podía seguir viviendo mi vida odiando algo que no podía cambiar. Mi prótesis es parte de mí y es quien soy y me da la posibilidad de llevarme a lugares a los que quiero ir y poder experimentar la vida con mis hijos y mi pareja”.

En su cuenta de Instagram, suele compartir fotos de su trabajo y su entrenamiento, provocando miles de elogios y mensajes de inspiración.

“Me siento más bella y sexy que nunca”, expresa la modelo que luce su belleza en redes sociales. “Quiero inspirar a otros amputados a que se acepten y amen a sí mismos”, dice. “El cáncer apesta, y tener una pierna menos puede no ser ideal a veces, pero me dieron una segunda oportunidad de vida”, reflexiona.

Y concluye: “Si puedo ayudar a una persona en mi viaje, entonces mi propósito en la tierra vale la pena. Casi 20 años después, me enorgullece decirle a esa niña de 11 años: gracias por no rendirse “.