Comer o roer las uñas con los dientes puede ser un hábito muy aceptado, sin embargo, puede provocar alteraciones de la oclusión, heridas en labios y encías y con ello el desarrollo de infecciones.

Las personas tenemos hábitos funcionales, como la respiración, masticación o deglución, pero también existen otros disfuncionales como la respiración bucal, interposición lingual y onicofagia, entre otros.

Esta última se define como la costumbre de comerse las uñas, lo que puede provocar heridas en dedos, labios y encías como también el desarrollo de diversas infecciones.

La doctora Paulina Moya, académica de la Facultad de Odontología de la Universidad San Sebastián explica que se observa como “un vicio o un hábito compulsivo cuyo origen se presenta, generalmente, en edades tempranas como la infancia y la adolescencia”.

La acción está relacionada a la tensión psicológica, por lo cual la persona puede presentarla de manera continua o por períodos exacerbados por estrés.

“Lo importante es poder detectar a tiempo la mala costumbre y evitar daños al sistema estomatognático, es decir, para el conjunto de órganos y tejidos que permiten las funciones fisiológicas de: comer, hablar, pronunciar, masticar, deglutir, sonreír e incluso para las expresiones faciales ya que produce un trauma en el sistema masticatorio, sobre todo porque el morder las uñas es realizado de manera regular, automática y de manera no consciente, por lo que el individuo tiene poco control voluntario”, puntualiza la Dra. Carolina Bobadilla, académica de la misma Facultad.

Según las diversas investigaciones que se han realizado, no hay consenso si el morderse las uñas produce algún tipo de maloclusión. Sin embargo, la doctora Moya que existen autores con distintas teorías: Moyers, afirma que “la mordedura de uñas es una causa de malposiciones dentarias“, mientras que Pinkham postula que “no hay indicios que el morderse las uñas pueda ocasionar maloclusiones o cambios dentales”.

La Dra. Carolina Bobadilla señala que la onicofagia puede traer como consecuencia alteraciones de la oclusión, si son intensos y se mantienen por largos periodos de tiempo, volviéndose clave la susceptibilidad individual y la capacidad de adaptación de cada sujeto.

En cuanto a los niños que practican estos hábitos anómalos, se puede asociar a una inmadurez emocional, a un proceso familiar o escolar difícil por el que estén pasando o que lo hagan por imitación. En relación a lo mismo, J. Pinkham, observó que la onicofagia en menores de edad aumenta durante el periodo de dentición mixta, es decir, entre los 6 y 11 años, y que luego decrece.

En los tiempos estresantes que hoy vivimos, la Dra. Paulina Moya recomienda entregar herramientas a los niños que les enseñen a relajarse, ya sea mediante un deporte, prácticas de yoga o alguna actividad que los divierta, con el fin de modificar los hábitos bucales disfuncionales. Si la conducta se mantiene es recomendable asistir a un profesional calificado.