Una mujer que sufría una enfermedad terminal decidió acabar con su vida por voluntad propia, pero antes de aplicarse la eutanasia, dio una gran fiesta de despedida que duró dos días en San Diego, Estados Unidos.

Betsy Davis era una pintora de 41 años, que sufría de esclerosis lateral amiotrófica (ALS, en inglés), una enfermedad del sistema nervioso que debilita los músculos.

Tras 3 años con la enfermedad, decidió convertirse en una de las primeras personas en acogerse a la nueva ley del estado de California, que permite el suicidio asistido para quienes tienen problemas graves de salud.

La fiesta fue planeada para julio pasado, para el fin de semana del 23 y 24 de ese mes, y al final del segundo día la mujer cometió el suicidio asistido.

Durante los dos días, amigos cercanos a Betsy viajaron desde todas partes de Estados Unidos para compañarla, y la única regla que impuso para asistir fue: nadie podía llorar. O al menos, no frente a ella.

Uno de sus amigos, Niels Alpert, un director de cine de Nueva York, expresó al diario estadounidense Daily News que “para mí y para todos los invitados, fue un gran reto a considerar, pero no había duda de que estaríamos allí para ella (…) La idea de ir y pasar un lindo fin de semana que culmina con su suicidio… no es algo normal, no un hecho rutinario normal. Tras la encantadora diversión, sonrisas y risas que tuvimos ese fin de semana, estaba el conocimiento de lo que venía“.

En tanto, la hermana de Betsy, Kelly, relató que “obviamente fue duro para mí. Aún me es difícil enfrentarlo (…) Lo peor era la necesidad de dejar la habitación de vez en cuando, porque me daban ganas de llorar. La gente lo entendía. Comprendían cuánto estaba sufriendo ella y que estaba en paz con su decisión. La respetaban. Sabían que ella (Betsy) quería que fuera una ocasión de júbilo”.

Kelly añadió que su hermana se refirió a la fiesta y su posterior muerte como un “renacimiento”.

Betsy planeó durante meses su fiesta de despedida, y aseguró que se sintió empoderada nuevamente al ser capaz de decidir el rumbo de su vida, luego de pasar 3 años perdiendo el control de su cuerpo.