Guatemala es una tierra de gente amable (muy, muy, muy amable), pero sus volcanes no. La última gran erupción que dejó el volcán de Fuego, el pasado 3 de junio, lo demostró. Incluso ayer martes volvió a amenazar a la población. Y a sólo 35 kilómetros de la ciudad capital.

Pero no es el único. Al club de los macizos activos del país se suma el volcán Santiaguito, aunque algo más distante: a unos 117 km de la principal urbe del país.

Mientras, el volcán Tacaná asoma como el tercero, pero en el límite fronterizo con México y a 313 kilómetros de Guate, como le llaman popularmente a la capital.

También está el volcán de Pacaya. Justo frente al conocido volcán de Fuego y a 50 kilómetros de ciudad de Guatemala, ambos coinciden en el límite de los departamentos (símil de las regiones en Chile) de Sacatepéquez, Chimaltenango, Escuintla y -en menor medida- Guatemala.

Y si bien cada cierto tiempo amenazan a la población con sus erupciones de lava y material piroclástico, de paso representan el principal atractivo para los adictos a la aventura: un encuentro imperdible con la naturaleza que sólo puede ser superado por la imponente selva de la Reserva de la Biosfera Maya en la frontera norte, que aloja los vestigios arqueológicos de Tikal, la principal ciudad del mundo maya, Patrimonio Natural y Cultural de la Humanidad de la Unesco desde 1979.

Tikal, la principal ciudad del imperio Maya | Jonathan Flores | BBCL en Guatemala
Tikal, la principal ciudad del imperio Maya | Jonathan Flores | BBCL en Guatemala

De los cuatro macizos, el de Pacaya es el de más fácil acceso. Para llegar ni siquiera es necesario un vehículo todo terreno. Desde Ciudad de Guatemala se tarda cerca de 90 minutos. Si bien es una distancia cercana, el tráfico en la zona metropolitana no perdona.

Superado aquello, en el centro de visitantes existen dos opciones. Una hora de trekking para llegar a la cima, o bien, conseguir que un conductor te lleve hasta arriba en el pickup de su Toyota Hilux 4×4, muy típicas en Guatemala. Una vez allí, sólo queda un sendero corto que no lleva más de 15 minutos recorrerlo por completo.

Parque Nacional Volcán de  Pacaya | Jonathan Flores | BBCL en Guatemala
Parque Nacional Volcán de Pacaya | Jonathan Flores | BBCL en Guatemala

El camino por si solo ya tiene mucho que mostrar. Durante el ascenso el terreno revela su hostil composición de roca volcánica que, según cuenta Rodolfo Pineda, el conductor, lo obliga a renovar sus macizos neumáticos cada 3 meses.

Al mismo tiempo, mirando el horizonte se puede apreciar gran parte de la planicie sur: una especie de balcón que nos permite alzar la vista incluso hasta la costa del pacífico, distante a 80 kilómetros.

Bajando la vista, la naturaleza vuelve a revelar su rudeza. Por las laderas se puede apreciar un río de piedras que baja hasta la planicie. Allí, al final de ese espectáculo, una mancha negra marca una línea divisoria entre la violencia del entorno y el verde de la naturaleza. “Hasta allá llegó la lava de la última gran erupción de 2010”, cuenta Carlos, un guía local que vive en el poblado más cercano a la cumbre del Pacaya: San Francisco de Sales.

La marca que dejó la lava en 2010 | Jonathan Flores | BBCL en Guatemala
La marca que dejó la lava en 2010 | Jonathan Flores | BBCL en Guatemala

En la segunda parada toca bajarse de la camioneta. Sólo queda caminar. Y apenas inicia el sendero la cima muestra su majestuosidad acompañado de un entorno complejo lleno de piedras que hace 8 años fue lava.

Al mediodía del sábado 2 de junio, con agradables 20 grados, la boca del volcán expulsa un leve soplo de humo, vestigios de la pequeña erupción que había registrado a inicios de mayo y, sin saberlo, un anticipo de la tragedia que desataría 24 horas más tarde, al frente, el volcán de Fuego.

El 3 de junio el macizo mató a 113 personas, dejó decenas de desaparecidos y cerca de 1,7 millones de damnificados tras una violenta explosión. Y este martes 10 de julio volvió a mostrar su fuerza con otra fuerte erupción que provocó lluvia de ceniza en comunidades cercanas.

Pero aún era sábado y el entorno lucía apacible.

Al final del camino el espacio se estrecha frente a enormes rocas volcánicas que en cada paso ocupan más espacio y exhiben el poder de la naturaleza. Buena parte de ese lugar tiene acceso restringido debido al tamaño de éstas y el riesgo de caídas.

La cumbre del volcán de Pacaya y el "rio" de piedra volcánica que dejó la gran erupción de 2010 | Jonathan Flores | BBCL en Guatemala
La cumbre del volcán de Pacaya y el “rio” de piedra volcánica que dejó la gran erupción de 2010 | Jonathan Flores | BBCL en Guatemala

Aunque no es la única experiencia restringida. Lo primero que aparece en Google al buscar volcán de Pacaya son turistas fotografiados junto a la lava. Pero no se puede.

Para llegar a esa zona peligrosa se necesita recorrer un camino de 4 horas y superar los 2.500 metros de altura. Pero nos insistieron hasta el cansancio que no se puede. Y con un argumento abrumador: el Pacaya tiene más de 60 años activo y ha registrado 14 erupciones desde 1961. Por eso no es raro que la segunda semana de junio haya mostrado otra vez su poder.

Y el temido volcán de Fuego es aún peor: 500 años activo. Razones suficientes para dar la vuelta y terminar la excursión.

Eso sí, los guatemaltecos parecen acostumbrados y para tranquilizar a los turistas advierten que son pocas las ocasiones en que generan un poder destructivo como en junio.

Para desviar la atención tienen mucho que mostrar. Los encantos de Ciudad de Guatemala quedan atrás al llegar a Antigua Guatemala, que exhibe iglesias, monasterios y conventos con una arquitectura que parece haberse detenido en el tiempo.

A ello se suma un café y chocolate inigualable que conversa con sus fachadas coloridas y caminos de piedra.

Antigua Guatemala. La urbe más turística del país fue una de las zonas más afectada por las cenizas del volcán de Fuego | Jonathan Flores | BBCL en Guatemala
Antigua Guatemala. La urbe más turística del país fue una de las zonas más afectada por las cenizas del volcán de Fuego | Jonathan Flores | BBCL en Guatemala

Al oeste, un sinuoso camino te lleva al imponente Lago Atitlán, que expone a simple vista un paisaje increíble, que a su vez ofrece una enorme diversidad cultural mediante los diferentes poblados que la rodean: Panajachel, la zona urbana más relevante, sumado a otros más pequeños como Santiago Atitlán y San Juan La Laguna.

El primero concentra a los turistas, restaurantes y hoteles. El segundo esconde uno de los mercados más grandes del continente cada jueves y domingo con artesanías, frutas, verduras y mariscos; mientras que el tercero ofrece galerías de arte, tejidos y plantas medicinales propias de la cultura Maya.

Lago Atitlán | Jonathan Flores | BBCL en Guatemala
Lago Atitlán | Jonathan Flores | BBCL en Guatemala

Preservan la cultura indígena como pocos. En las calles de todos los poblados sus habitantes lucen sus huipiles y sus vestimentas tradicionales. Y la diversidad es enorme. Cada uno representa características locales de los poblados. Tanto así que hay más versiones de huipiles que municipios.

Por ello los tejidos y sus coloridas lanas, teñidas gracias a técnicas naturales ancestrales, representan prácticamente una forma de expresión artística de la idiosincrasia local.

Muestra de aquello son los 22 idiomas mayas que se hablan en el país.

El proceso textil es sorprendente. Cultivan el árbol de algodón para conseguir la materia prima. Lo “apalean” para luego dar paso al proceso de hilado, teñido y así dar forma a los tejidos que encarnan los huipiles y los trajes típicos, tal como lo luce la tejedora de la fotografía.

Tejedora de la Cooperativa Flor Ixcaco en San Juan La Laguna, pueblito que rodea el lago | Jonathan Flores | BBCL en Guatemala
Tejedora de la Cooperativa Flor Ixcaco en San Juan La Laguna, pueblito que rodea el lago | Jonathan Flores | BBCL en Guatemala

Y probablemente las palabras no son suficientes para describir a Guatemala: el corazón del mundo Maya.