Probablemente la rutina y las exigencias de una vida moderna agitada, inmediata y mercantilizada nos hayan llevado a sentir más de alguna vez que queremos explotar o desaparecer por unas cuantas horas.

Una reacción común si pensamos en que el estrés es un sentimiento de tensión física o emocional que cualquier adulto ha experimentado producto de una situación inesperada o difícil de controlar y que nos provoca nervios, frustración o enojo.

No obstante, es común que a veces se confunda un episodio de estrés con un estado de ansiedad, algo que es completamente distinto debido a que resulta imposible controlar aquellas preocupaciones que abundan en la mente día a día.

De acuerdo al Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, el Trastorno de Ansiedad Generalizada tiene que ver con la excesiva preocupación por situaciones que muchas veces no representan un problema real o bien no tienen una solución inmediata, por lo que esta preocupación se vuelve una constante e incluso a algunas personas les impide cumplir con su rutina diaria.

Este trastorno tiene un desarrollo lento y puede comenzar durante la adolescencia. A medida que pasan los años los síntomas pueden empeorar o mejorar, dependiendo de los contextos en los que se está inmerso.

De acuerdo a la misma institución, no están claras las razones que lo desencadenan, pero podría ser hereditario. Además, existen zonas del cerebro relacionadas con el miedo y la ansiedad, y algunos estudios indican que este tipo de preocupaciones podrían ser una forma de evitar alguna preocupación más profunda.

Respecto a los síntomas, los principales son:

a) Excesiva preocupación por actividades cotidianas y el poco control sobre ésta

b) Estar consciente de que la preocupación es mayor a la que debería ser

c) Problemas para conciliar el sueño o permanecer dormido

d) Sorprenderse o asustarse fácilmente

e) Sentirse cansados todo el tiempo

f) Sufrir de dolores de cabeza, musculares, y/o estomacales sin motivo aparente

g) Andar irritables o melancólicos, entre otros.

Vic Tor (cc) | Pexels
Vic Tor (cc) | Pexels

En este contexto, se estima que son muchas las personas que sufren de este trastorno pero no lo saben o han tenido que pasar por varios especialistas antes de ser diagnosticadas, y esto ocurre porque a menudo los síntomas se confunden con un episodio de estrés simple, tanto para profesionales como para nuestro entorno.

Es así como el psicólogo clínico del Centro de Estudios de Ansiedad y Trastornos Relacionados de la Universidad de Boston, Estados Unidos, Todd Farchione, señala que existen una serie de estigmas y falsas creencias sobre las personas con ansiedad, y pasan principalmente porque cuando estas expresan su sentir, hay quienes insisten en que son solo preocupaciones cotidianas que todos tienen o, más incómodo aún, que no hay razones para preocuparse pues a su alrededor todo se ve normal. Y es que una persona con ansiedad muchas veces no demuestra de manera tan evidente sus signos, y eso es lo que pocos entienden.

Para un ansioso, clínicamente diagnosticado, cualquier situación puede provocar una angustia inexplicable e incluso cuando todo parece andar bien, a veces vienen pensamientos catastróficos o de inseguridad que te hacen creer que algo desastroso está prácticamente destinado a ocurrir.

Para quienes deben lidiar con personas que padecen este trastorno, puede resultar un tanto incómodo o hasta imposible mantener una comunicación fluida, principalmente cuando se está en presencia de alguna crisis, sean amigos, familiares o pareja.

Es evidente que en este sentido lo principal es ser empático, pero muchas veces la empatía nos juega una mala pasada y terminamos diciendo cosas que en vez de calmar la situación podría empeorarla o simplemente no servir de nada.

Es por eso que existen una serie de ‘frases’ que jamás debes decirle a una persona con ansiedad, aún cuando tengas las mejores intenciones o creas que estás siendo de ayuda.

1. “Quédate tranquilo/a”

Para Farchione, esta es la última cosa que una persona ansiosa quiere escuchar para relajarse, al contrario, pues según él, algunos estudios advierten que querer calmar a una persona en medio de una crisis de ansiedad puede volver más intensa su respuesta emocional, al intentar no tener miedo.

De acuerdo al especialista, lo mejor es ayudar a la persona a reflexionar sobre lo que le está pasando, pues “decirle a alguien que se calme no es una buena idea, sobre todo porque nadie se imagina por lo que esa persona está pasando (…) si pudieran calmarse, lo harían; es una visión demasiado simplista de las emociones”, sugiere.

2. “No hay nada que temer”

Muchas veces las personas con ansiedad experimentan miedos irracionales de los cuales también se puede estar consciente, pero simplemente la sensación de temor es la que no se puede manejar.

En este contexto, la psiquiatra infantil Allison Baker, asegura que todos podemos sentir incomodidad frente a la incertidumbre, pero lo que diferencia a quienes sufren trastorno de ansiedad es que se experimenta a un nivel superior. Además, explica que todos pueden hacerse una idea de lo que significa tener ansiedad, ejemplificando con situaciones tensas como realizar una presentación frente a un grupo de desconocidos, son prácticamente esos mismos nervios que podría sentir cualquier persona, pero la diferencia es que un ansioso lo puede experimentar todos los días y en cualquier momento.

En esta línea, Farchione agrega que muchas veces el entorno de un ansioso trata de solidarizar con sus temores y evitan estos estímulos que provocan sus crisis, sin embargo, esto podría ser contraproducente ya que se estaría justificando un temor que a veces suele ser irracional. “Esto no ayuda, sino que alimenta el miedo, (pues) corrobora que el miedo es válido y racional, lo cual también puede ser problemático”, comenta.

Jenna-Carver (cc) | Flickr
Jenna-Carver (cc) | Flickr

3. “Yo también estoy estresado”

Esta frase es una de las más comunes y, al mismo tiempo, más dañinas, pues delata la trivialización de la lucha interna de aquella persona, comparando su crisis con una situación personal, principalmente porque nunca se sabe con exactitud por lo que está pasando la otra persona.

Ahora, en el caso que también sufras de ansiedad, tampoco es muy bueno que empatices en este nivel, pues de acuerdo al profesor de psiquiatría de la Universidad de Stanford, Keith Humphreys, la camaradería a veces puede ser peligrosa, ya que ambas se pueden alimentar. “Si las personas tienen problemas para controlar su propia ansiedad, trate de no participar de eso, incluso si tienes buenas intenciones”, advierte, pues el estrés es una emoción negativa.

4. “¿Hice algo mal?”

Cuando se tiene a una pareja o a un ser querido que sufre de ansiedad, puede ser difícil enfrentar sus crisis, e incluso a veces se puede asumir la responsabilidad por tales situaciones, sin embargo, es importante tener claro que estos episodios provienen de algo más grande y profundo que de un hecho en particular, asegura Humpreys.

Se debe aceptar que no se pueden controlar las emociones de la otra persona, y que si intentas hacerlo, podrías sentirte frustrado, la otra persona poco comprendida o rechazada, y finalmente eso creará distancia entre ambos. Es importante no tomar su ansiedad como algo personal”.

Lo principal es demostrarle a la otra persona que sí existe una salida y que tu estarás ahí para darle todo el apoyo que necesite, lo que sin duda será más motivante para la otra persona.

Mariano Garcia-Gaspar | Flickra
Mariano Garcia-Gaspar | Flickra

5. “No te preocupes por tonteras”

Esto es tan simple como decir que lo que para algunos puedes ser una “pequeñez” para otros puede ser un gran problema, he ahí que todos tengamos sistemas de creencias diferentes. Según Scott Bea, profesor asistente de medicina y psicólogo clínico de la Cleveland Clinic, muchas veces una buena intención puede convertirse en una forma de disminuir una situación que evidentemente para la otra persona es importante, lo que puede provocar más tensión aún.

“Para una persona ansiosa cualquier cosa puede ser un gran problema”, por lo que lo ideal es acercarse desde una posición de ’empuje’ y ánimo, recordándole que anteriormente ya superó una situación así y que ahora no será la excepción, pues estarán ahí como apoyo.