El impacto de la disminución de la luz solar y el retraimiento que eso genera en las personas, se suele asociar a un Trastorno Afectivo Estacional durante los meses de otoño e invierno. Así lo sostiene Francisco Flores, psicólogo y director de la Fundación Mente Sana.

Algunas características de su sintomatología son las alteraciones del humor propias de la depresión, como tristeza, ansiedad, astenia, irritabilidad, anhedonia y, en algunos casos, disminución de la libido.

También un predominio de síntomas vegetativos, como hipersomnia, aumento del apetito, aumento de peso, cansancio físico y una alta sensibilidad al rechazo interpersonal.

Existe una discusión y desacuerdo respecto a los factores causantes de esta sintomatología. Por una parte, aquellos con una mirada médica que proponen que se origina a partir de la falta de exposición a la luz, que genera una dinámica entre factores genéticos, neurotransmisores, sistema endocrino y sistema inmune. La luz es necesaria para producir y regular hormonas que están implicadas en la actividad, como la serotonina y la dopamina.

La serotonina conocida como la hormona del humor tendría la capacidad de promover la sensación de bienestar, así como la de regular el apetito, el ciclo del sueño, la ira, la ansiedad, por mencionar algunos. Por lo tanto, si el organismo no consigue equilibrarse, baja el nivel de esas hormonas y se producen las dificultades anímicas asociadas

Desde un enfoque más psicodinámico, se asume que producto de la disminución de luz en general, se produce un retraimiento de la vida social en general, repercutiendo en el ánimo y humor. Esto principalmente porque es el escenario ideal para reactivar conflictos internos que vuelven a emerger.

Para ejemplificar este enfoque se puede asimilar a la angustia o ansiedad de los días domingo, previo a empezar una nueva rutina semanal. Esto obviamente no se produce por alguna “propiedad” del día en específico, sino porque tal día, debido a su dinámica en que por ejemplo permite que las persones se enfrenten a sí mismas, ya que están con menos contacto social. Algo parecido nos pasaría, de acuerdo a esta perspectiva, durante los meses de otoño e invierno.

¿Qué podemos hacer?

Lo primero es poder reforzar aquellos aspectos, que en uno u otro sentido, predisponen negativamente nuestro estado de ánimo:

1. Aumentar la exposición a la luz solar siempre en la medida de lo posible mediante paseos y caminatas durante los días más claros.

2. Reforzar nuestras interacciones y vida social: Conversaciones familiares, con amigos, tener actividades de entretención y esparcimiento, generar lazos con grupos y círculos de interés

3. Actividades de higiene mental y física: Mantenerse activo, incrementar actividades físicas, descanso y sueño apropiado, ajustándose a los cambios de horarios. También es importante tener una dieta equilibrada para no refugiar nuestras ansiedades en la alimentación, produciendo un círculo vicioso de nuestro ánimo

4. Asumir las dificultades como propias, no solo como “producidas” o ajenas a mi voluntad y decisión. También pueden ser un síntoma de un malestar personal y en ese sentido una oportunidad para enfrentar y tomar decisiones.

¿Cuándo buscar ayuda profesional?

Si considera que los síntomas están interfiriendo de un modo significativo en su calidad de vida es importante que consulte a un especialista.

En general cuando el estado anímico interfiera negativamente sobre nuestras actividades cotidianas o en nuestras relaciones familiares y sociales. Si dejamos de hacer cosas y se inhiben nuestras capacidades. Si nos produce un padecer que nos paralice, consulte y solicite apoyo profesional