Caminaba por las calles de Pisa, Italia, con una especie de bastón para alejar a cualquier animal que se le acercara, en especial si era un perro.

El mejor amigo del hombre era, para Giuseppe Pardo Roques, un prominente líder de la comunidad judío-italiana, el peor enemigo que podía acecharlo, o al menos uno de tantos que lo mantenían recluido en su habitación durante semanas. Eran los años 1940.

Le tenía miedo al miedo, sin razón aparente, según el relato del psiquiatra, Silvano Arieti, quien vivía en la misma comunidad y se interesó ya antes de titularse en el caso del hombre que sufría de un ansiedad incapacitante. Más tarde, ya como médico en EEUU, escribió sobre el caso que fue tomado en el libro Ansiedad: miedo, esperanza y la búsqueda de paz interior, de Scott Stossel.

Según Arieti, Pardo Roque probó de todo para superar sus fobias, ya que esta ni siquiera le permitía viajar.

Sedantes, neurofosfatos y terapia con cercanos al psicoanalista Sigmund Freud, no lo alejaron del miedo irracional, que él mismo lamentaba en su vida.

“Ya no soy yo. El pánico aumenta y el miedo al miedo exacerba al miedo. Busco socorro y no sé dónde hallarlo. Me da vergüenza pero temo morir a causa del miedo”, comentó a sus allegados, luego de reconocer que leyó a Hipócrates y la ciencia de las fobias, desde la mirada freudiana.

En una ocasión cuando unos vecinos llegaron a su cuadra, se las ingenió para hacerlos mudarse a otro lugar solo porque tenían un perro al cual le temía de sobremanera. Ni qué decir de los rituales obsesivos que realizaba en su casa antes de dormir, para asegurarse de que ningún animal estuviera dentro, acechándolo.

“Te mataremos, escoria judía”

Pero entonces, entre 1943 y 1944, los nazis se hicieron del control de varias ciudades italianas, entre estas Pisa.

Muchos hebreos huyeron de esa localidad antes los crueles bombardeos que acababan con vidas y edificios repletos de personas.

Mientras Giuseppe se sentía vencido por sus fobias, había algo a lo que no le temía: a los inclementes soldados de Hitler. Increíble. El hombre que se paralizaba ante la presencia de los animales, y sobre todos de los amistosos perros, era el más valiente al enfrentar a un ejercito devastador que avanzaba por buena parte de Europa asesinando a los de su credo.

Cuando los bombardeos comenzaban a ensordecer el ambiente, Pardo Roques se las ingeniaba para salir al rescate de su comunidad y de los que quedaban a merced del nazismo tratando de capturarlos. Una vez los ubicaba, los llevaba hasta su casa para esconderlos.

En una ocasión tocaron estruendosamente a su puerta. La visita alemana se hizo presente, haciendo gala de su antisemitismo. Era el 1 de agosto de 1944.

Los soldados alemanes le exigieron que les entregara a las personas que tenía viviendo con él, ya que tenían información de que eran judíos.

En un giro inesperado del hombre que le tenía “miedo al miedo”, este se negó rotundamente.

“¿No te da miedo de morir?”, le gritaron los nazis. “Te mataremos, escoria judía”.

“No les tengo miedo”, les respondió Pardo Roques.

Ese día, en el que se despojó por completo de todos sus miedos, fue enmarcado como uno de los más trágicos en la historia de Pisa, ya que los soldados abrieron fuego en el 22, Via Sant’Andrea, matando a Pardo y las 11 personas que protegía. Se sospecha que detrás estuvo un informante que reveló la ascendencia del hombre que, paradójicamente, no le tuvo miedo a la muerte.

En la ciudad yace una placa conmemorativa de la masacre que es recordada por la comunidad judía cada primer día del octavo mes del año.

El psiquiatra Arieti logró entrevistar a algunos de sus amigos, quienes relataron su visión de los hechos. Creían que Giuseppe era valiente, dado que rescataba a otros judíos, pero él consideraba un error que le dieran ese calificativo.

“Lo mío no es valentía. Es una enfermedad”, les advertía. Ni siquiera él estaba consciente de lo que pasaba en su mente.

El cerebro de Giuseppe: tan temeroso, como valiente

Lo primero que nos viene a la mente al leer relatos como este, es: ¿qué puede haber en el cerebro de un hombre para hacer semejante diferenciación sobre a qué temer y a qué no?, hablando de perros y nazis.

Es una pregunta amplia desde la mirada social, pero se expande, a medida se buscan respuestas del tema, en el ámbito psicológico.

Consultada por BioBioChile, Paula Fuentes, psicóloga, docente y directora de Pedagogía de Educación Básica de la Universidad de las Américas, se apega a la literatura vigente sobre el caso, para considerar que una fobia específica dominaba la vida de Roque Pardos.

El término se refiere a un “temor abrumador e irracional a objetos o situaciones que plantean un peligro real pequeño, pero provocan ansiedad y conductas de evitación”, sostiene la profesional.

Concentrar los miedos en animales grandes o pequeños, por ejemplo, tiene su asidero mental bien establecido en la psiquis y, desafortunadamente, puede ser una condición permanente sin la ayuda específica.

“Las fobias específicas son duraderas, y producen reacciones físicas y psicológicas intensas, y pueden afectar la capacidad del individuo para desempeñarse normalmente en sus diferentes ámbitos de acción”, que era cuando Pardo decidía no salir de su habitación por semanas.

Eso, en cuanto al miedo que, según Fuentes, se concentra en la amígdala cerebral y el hipotálamo (sistema límbico), donde existe una especie de “botón de pánico”, capaz de producir una respuesta de huida o una de congelamiento en situaciones de miedo extremo.

Es posible que en la memoria emocional de este personaje se haya alojado en el circuito del miedo una experiencia desagradable con algún perro.

La psicóloga consultada establece que es parte de la labor de la amígdala facilitar dichos procesos de consolidación, aún si ocurrieran en la infancia.

Pero, estaba la otra cara de la moneda; es decir, la valentía de Roque Pardos. Esa cualidad procedía, activada también desde una zona cerebral.

El heroico judío, quien se despojaba de toda cobardía, tal como él la describía, para dar la cara y poner en garantía su vida ante los soldados nazis, sabía como mantenerse a flote por medio de respuestas adaptativas que no necesariamente anulan el miedo, pero ayudan al organismo a mantenerse firme, en pro de la supervivencia.

En una combinación de células del hipocampo y una hormona de gran importancia en el vínculo entre madre e hijo, entre otros de tipo afectivos, descansa una hipótesis que transformaba a Giuseppe, de un asustado cordero, al fiero guardían que protegía a su comunidad del enemigo fascista.

“La oxitocina es conocida como la hormona del amor, ya que se segrega durante el embarazo y la lactancia, pero también se ha demostrado que tiene un rol modulador en una gran variedad de interacciones sociales. Estudios científicos, afirman que cuando esta hormona actúa sobre la amígdala cerebral, la suprime y produce una disminución del miedo. (Huber et al. 2005). Esto podría dar una explicación neurocientífica de lo que sucedía en el cerebro de Pardo Roques”, sostiene la psicóloga Fuentes.

Ariete, el psiquiatra que se fascinó por el caso del judío, tan temeroso como valiente, reveló también su conclusión.

Consideraba que “la fobia y la repugnancia que le inspiraba a Roques los animales era el desplazamiento de la repugnancia que le inspiraba el mal inherente al hombre”. Lo anterior, porque el judío-italiano había quedado horrorizado por el nivel de salvajismo y maldad humana que habían detrás de las cruzadas y la inquisición, sin saber que más adelante su comunidad lo viviría en carne propia con el holocausto.

“Para preservar una visión amable de la humanidad y seguir creyendo que el mundo era un lugar acogedor, Roque Pardos proyectó en los animales el mal que vive en el hombre y es por eso cuando tenía que enfrentarse al mal, bajo la apariencia de los nazis, es que desaparecían sus fobias”, según Arieti.

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“Con respecto a la valentía, existen estudios que demuestran que algunas células en el hipocampo desempeñan un papel clave en la conducta de riesgo y la ansiedad. En un artículo publicado en la revista Nature Communications, los autores muestran que las neuronas conocidas como células OLM, cuando son estimuladas, producen un ritmo cerebral que está presente cuando los animales se sienten seguros en un ambiente amenazante (por ejemplo, cuando se esconden de un depredador, pero conscientes de la proximidad de este)”.
- Paula Fuentes Flores
Psicóloga y docente universitaria