El nuevo coronavirus irrumpió a fines de 2019, se expandió por China en enero de 2020 y al resto del mundo al mes siguiente, situación que desencadenó una crisis sanitaria como hace décadas no se veía, la que enviará al planeta a una recesión sin precedentes desde 1929.

De acuerdo al último recuento de la Universidad Johns Hopkins, usado como referencia a nivel internacional, son 7,4 los millones de infectados y las muertes ya casi se empinan sobre los 460 mil, pero -al menos en el plano sanitario- la situación es muy diferente en las Islas Cook.

Perdidas en el Océano Pacífico, hasta este jueves la nación polinésica no registra ningún caso positivo de coronavirus y eso se debe al hecho que el país, que trabaja cercanamente con Nueva Zelanda, optó por preferir la salud de sus 17 mil ciudadanos y ponerle candado a la mina de oro que explotan a través del turismo.

Pero la medida no les está saliendo barato: de acuerdo a Bloomberg Businessweek, dos tercios de la economía dependen de esta actividad que en 2019 registró un aumento del 37% en comparación al ejercicio anterior, totalizando 171 mil visitantes.

Gracias a ello, la expansión de la economía ha bordeado el 5% en los últimos años, menos en 2017, cuando el alza fue de un 9,5%. No obstante, según datos de la Cámara de Comercio cookiana, el desplome venidero será del 60%.

El desastre económico ha sido ampliamente cubierto por la prensa oceánica. Por ejemplo, el medio neozelandés Newsroom centró un reportaje en las decenas -si no cientos- de personas que se endeudaron para levantar casas de veraneo para turistas.

El éxito del turismo fue tal que muchos se entusiasmaron con la idea de capitalizar a través de una casa con el dinero de veraneantes cautivados por las blancas arenas y cálidas aguas de sus 15 islas.

Pero cuando apareció el virus los turistas desaparecieron casi de inmediato. Los únicos que siguieron llegando fueron aquellos que navegaban a bordo de cruceros, naves que con el paso de las semanas, y las medidas impuestas por Nueva Zelanda, no pudieron encallar.

Acto seguido, la nación de Jacinda Ardern cerró sus fronteras a todos los extranjeros, incluso a sus vecinos más próximos, pero ahora las Islas Cook quieren que se levanten las restricciones a modo de echar a andar la economía.

Nueva Zelanda lleva más de una semana sin reportar casos positivos de Covid-19 e incluso ya dio de alta al último hospitalizado por la enfermedad, pero el gobierno de la laborista teme que existan asintomáticos que puedan desatar otro brote.

Las Islas Cook no son ajenas a este tipo de tragedias económicas. Según Stuff, esto ya ocurrió en 1996, cuando el déficit público era tan alto y la bancarrota se veía tan cercana que muchos islenos se mudaron a Nueva Zelanda en busca de trabajo.

Pese a todo lo anterior, en esta pasada, la decisión del gobierno local de preferir la salud de su gente en desmedro de los números pesó más.

De acuerdo a diario El País de España, y previo a la pandemia, en las 15 islas solo habían 22 médicos, 110 enfermeros y dos respiradores mecánicos, lo que claramente resulta insuficiente a la hora de querer enfrentar una crisis de salud de esta envergadura.

A modo de apoyar el bolsillo cookiano, el ejecutivo isleño lanzó un paquete de ayudas por casi US$61 millones ($48.385 millones) y un bono de US$254 dólares ($200 mil) para jubilados y población vulnerable.

Lo anterior, con el objetivo de prestar socorro económico teniendo en cuenta que en los próximos tres meses todos los ingresos bajarán en promedio un 90%, de acuerdo a datos entregados por la Cámara de Comercio.