Miles de vidas fueron arrancadas de las garras de los nazis gracias a personas que se atrevieron a ver más de allá de sus propias necesidades y arriesgaron todo por el bien de otros.
Si bien muchos de nosotros hemos oído hablar de Oskar Schindler, el empresario alemán que salvó la vida de aproximadamente 1.200 judíos, hubo una mujer -conocida como la “Schindler francesa”– que montó una red de fuga que logró salvar a más de dos mil personas de los campos de concentración.
Se trata de Helena Studler, religiosa Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl, quien supo plasmar el carisma de su congregación, sobre todo en lo que respecta al apremio de ir en ayuda de los más necesitados, hacer frente a las injusticias y defender la dignidad de las personas.
El infierno llega a Metz
Stluder nació en marzo de 1891 en Amiens y a los 21 años se hizo “monja mariposa”, como las llamaban debido al gran tocado blanco que asemejaba alas. ¿Recuerdan La novicia voladora? Bueno, ese. (Sí, carnet al suelo)
Cuando terminó la Primera Guerra Mundial, comenzó a servir en el Asilo San Nicolás, en Metz. Allí desarrolló con tranquilidad su vocación hasta que en 1940 se enfrentó al horror que llevaban consigo los nazis.
De acuerdo a Infobae, cientos de prisioneros franceses deambulaban extenuados y hambrientos hasta que eran trasladados a los campos de exterminio, hacinados en vagones.
Fue en ese contexto, que las Hijas de la Caridad obtuvieron un permiso para recibir donaciones -como ropa, comida, agua y medicamentos- y así poder socorrer a los cautivos. No obstante, tiempo después ese permiso fue revocado y lo que pudo haber significado un retroceso se convirtió en una oportunidad.
Helena Studler le planteó a sus hermanas que si no podían realizar allí su labor, quizás podrían llevar las provisiones a los campos de concentración más cercanos. Fue así que comenzaron a visitar a los prisioneros en Wiesbaden, Karlsruhe, Saarbrücken, Stuttgart, Núremberg y Mannheim.
Licor de ciruela como aliado
La hermana Helena instaló una destilería en los sótanos del asilo, para así fabricar un licor de ciruelas, que era muy apreciado por los alemanes, por lo que junto a sus aliados pudo usarlo para “comprar” y distraer a los guardias de los campos de concentración, consignó el periódico El Norte de Castilla.
Al principio las religiosas ingresaban para entregar provisiones a los prisioneros y atender a los enfermos. Sin embargo, pronto empezaron a recoger -a escondidas- cartas de ellos para sus familias y luego comenzaron a ayudarlos a fugarse.
Todo se inició con dos oficiales prisioneros que le pidieron a Studler que los ayudase a escapar y así lo hizo. A ellos, con el tiempo, se sumaron cientos, asistidos por una red de evasión organizada por la monja, en la que estaban involucrados comerciantes, sacerdotes, laicos, agricultores y obreros, entre otros.
Estas personas recibían a los fugitivos en distintos lugares, aunque generalmente lo hacían en iglesias. Luego los acompañaban a estaciones de ferrocarril o de autobús y les daban boletos e instrucciones para tomar contacto con personas que se encargarían de alojarlos, entregarles documentos falsos y de ayudarlos a cruzar a territorio no ocupado por los alemanes.
Detenida por los nazis
En febrero de 1941 una de las fugas falló y sor Helena fue llevada a una sala de interrogatorios junto a otra religiosa.
Fue sometida interminables sesiones de interrogatorios por parte de la Gestapo durante tres días, pero ella no reveló nada, por lo que la red pudo seguir funcionando pese a su detención.
Aunque fue sentenciada a un año de prisión por conspiración contra el Reich, logró salir antes debido a su estado de salud y volvió al asilo para continuar su labor.
Los nazis seguían interesados en desmantelar la red de evasión, así que intentaron detenerla nuevamente, pero ella logró huir vestida de civil. Como no pudieron capturarla, se llevaron a la Superiora General para que les diera a conocer su paradero. Sin embargo, no obtuvieron respuesta y la mujer fue dejada en libertad aproximadamente un mes después.
Más de dos mil vidas
La red de escape llevó a la libertad a más de dos mil personas, entre niños y adultos. Uno de ellos fue François Mitterrand, quien años después, en 1981, asumió la presidencia de Francia.
Otro de los rescatados fue el general Henri Giraud, quien fue clave en la resistencia y liberación de ese país.
Debido a sus méritos, la hermana Helena fue distinguida por el propio Giraud con la Cruz de Caballero de la Legión de Honor, la Cruz de Guerra con palmas y una placa.
En esta última decía: “Ha sido uno de los elementos esenciales de la Resistencia y uno de los pilares de la causa francesa en Lorena. Con peligro de su vida ha facilitado a más de dos mil soldados franceses y a numerosos lorenenses perseguidos por la policía, el poder escapar de los calabozos alemanes”, destacó Infobae.
El escritor Boris Holban, uno de los tantos rescatados, le rindió homenaje en su libro La pasadora de la libertad.
Mientras que a mediados de junio de este año se estrenó la película Red de libertad, dirigida por el cineasta español Pablo Moreno, en el Festival Internacional de Cine Católico.
Los productores de la cinta señalaron a ACI Prensa que Helena es “un referente de superación, heroicidad y lucha contra la injusticia”.
La religiosa falleció en noviembre de 1944, a los 53 años, producto de un cáncer.