Fue en 1970 cuando Harold Shipman consiguió su título de médico, 18 años antes de obtener el apodo “doctor muerte”, que le fue otorgado tras ser acusado de matar a cientos de sus pacientes.

Shipman nació en Nottingham, Reino Unido, hace más de siete décadas. Tal como relata el medio británico The Guardian, era el hijo consentido -entre tres hermanos- de Vera Brittan, su madre.

Sin embargo, esta realidad cambió en 1963 cuando la mujer falleció tras sufrir un cáncer y el futuro médico vio cómo en sus últimos días clamaba para que el médico de su familia le inyectara morfina para aliviar su dolor. Vera murió después de una dosis. Dos años después de esta tragedia, Shipman entró a estudiar a la Escuela de Medicina de Leeds.

Cumplidos sus 20 años se casó con Primrose May Oxtoby, una mujer que se sumía por completo a él y con quien tuvo cuatro hijos.

Primrose y Harold
Primrose y Harold

En 1974, sus colegas descubrieron que sufría una adicción al analgésico pethidine (usado en tratamientos con niveles medios y altos de dolor) y que utilizaba recetas de pacientes para conseguirlos. Ante esto, fue multado, despedido y obligado a entrar a rehabilitación. Tres años después volvió a ejercer su profesión.

A la edad de 47 años, pocos recordaban el pasado de adicciones a los fármacos de Shipman. En ese tiempo, fundó su propia clínica en Hyde (Gran Manchester, Inglaterra) y logró sumar cerca de 3 mil pacientes, cuenta un artículo del año 2000 de la cadena inglesa BBC. De la misma forma, con el paso de los años comenzó a sumar muertes, sin que alguien se alterara por la frecuencia.

No obstante, en marzo de 1998 Linda Reynolds, quien trabajaba en la clínica del frente, se percató de los altos índices de mortalidad entre los pacientes de su colega, en especial entre mujeres de edad avanzada, y lo informó a las autoridades.

Otro artículo del medio revela que el caso de Shipman fue cerrado en apenas tres semanas, porque los dos oficiales a cargo “no encontraron ningún motivo de preocupación”. Luego de ello, tres de sus pacientes fallecieron en menos de tres meses.

Aunque las muertes fueron continuas, no fue suficiente para alertar a las autoridades hasta el fallecimiento de Kathleen Grudy, alcaldesa de Hyde, quien murió en su casa a los 81 años luego de una visita de Shipman.

Kathleen Grudy
Kathleen Grudy

En esta oportunidad, la avaricia poseyó al médico y falsificó el testamento de la mujer para heredar todos sus bienes, según recoge el diario El País. Angela Woodruff, hija de Kathleen, quedó impactada cuando leyó el documento post mortem y de inmediato sospechó de un homicidio, alertando a la policía.

“Toda mi herencia, dinero y casa a mi médico. Mi familia no está necesitada y quiero recompensarlo por toda la atención que me ha brindado a mí y a la gente de Hyde”, decía el testamento que levantó altas sospechas.

Harold Shipman
Harold Shipman

El comisario Bernard Postles tomó el caso y ordenó realizar una autopsia al cuerpo de la anciana. En los restos, los forenses encontraron niveles elevados de diamorfina (heroína). Postles ordenó exhumar 12 cadáveres de expacientes del médico, en los que encontraron altos niveles de la misma sustancia.

En 1998, la policía detuvo a Harold Shipman y lo acusó de ser responsable de 15 muertes. No obstante, dos años después, las autoridades revelaron que habrían cerca de doscientas sospechas de homicidio adicionales.

The Mirror
The Mirror

“Fue un trágico fallo en el sistema lo que permitió que los crímenes de Shipman permanecieran ocultos muchos años. Traicionó la confianza de la gente y también a la profesión a la que tan mal sirvió”, expresó John Chisholm, representante de la Asociación Británica de Médicos en 2002.

Las cifras más terribles llegaron en julio de ese año: un informe confirmó que el médico mató al menos a 250 de sus pacientes, de un total de 888 que murieron tras ser atendidos por él. De las víctimas del homicida, 171 eran mujeres y 44 eran hombres, entre 93 y 47 años, las que fueron asesinadas en un transcurso de más de dos décadas. Un diario local publicó la identidad, asesinato y datos sobre cada una de las víctimas.

En tanto, los investigadores lograron probar 15 de todas las muertes, puesto que eran suficientes para encerrar al médico con la condena de una cadena perpetua por asesinato probado y un cargo por falsificación de documentos. Diez días después de su condena, el Consejo Médico General eliminó formalmente a Shipman de su registro.

Shipman nunca reconoció alguna de esas acusaciones y su esposa se mantuvo firme creyendo en la inocencia de su marido, a pesar de las pruebas.

“Ella creía que la inyectaba para curarla”

“Tanta gente se siente tan hundida, tan sacudida por la noticia de que su padre, su madre o su abuela no tuvo la muerte en paz que creían, sino que fueron asesinados”, expresó la magistrada del Tribunal Supremo, Janet Smith, respecto al caso que impactó a Inglaterra.

Un año después de informe, Harold Shipman fue trasladado de la prisión de Frankland (Durhamm) a “La mansión de los monstruos”, una prisión masculina de Wakefield que alberga a terribles criminales como violadores, pedófilos y asesinos en serie.

Harold Shipman retratado por Jonathan Button
Harold Shipman retratado por Jonathan Button

“Mi madre tenía fe total en él y eso es lo más doloroso para mí: puedo verla sonriéndole mientras él le ponía aquella inyección; ella creía que era para curarla”, expresó Chris Bird, exdirector del club deportivo Manchester City, e hijo de una de las víctimas del médico, que tenía 60 años a la hora de su homicidio.

El médico escribió en su certificado de defunción que murió de un paro cardiaco, cuando en realidad fue una alta dosis de morfina la que la mató. “Mamá nunca había tenido ninguna queja de corazón. Pero había sido nuestro médico de cabecera durante muchos, muchos años y nos resultó difícil cuestionar qué hizo y qué dijo”, expresó.

Un adicto a matar

Richard Badcock fue uno de los psiquiatras encargados de examinar a Shipman. En conversación con el medio inglés The Guardian, el experto califica al asesino como un “necrofílico clásico, que disfrutaba de algún tipo de gratificación sexual en el acto de inducir la muerte”.

Aunque no se puede concluir que el fallecimiento de su madre es el gatillante de su instinto homicida, el psiquiatra señala que “es una ‘coincidencia’ demasiado grande como para que ese antecedente no sea tomado en cuenta”.

Harold Shipman
Harold Shipman

“A simple vista, parece ser que la experiencia de la muerte en una edad vulnerable debe haber tenido algún papel en su posterior carrera asesina, aunque, por supuesto, es difícil especular más allá de eso”, opinó el psiquiatra Robert Kaplan, en conversación con ABC. “Era un adicto a matar”, dijo la jueza Janet Smith.

Finalmente, la última víctima de Harold Shipman fue él mismo: se ahorcó con una sábana desde las rejillas de la ventana de su celda un día antes de cumplir 58 años. Aunque intentaron revivirlo para que cumpliera su condena -de la cual no alcanzaba a cumplir dos años-, el hombre fue declarado muerto en el lugar.