Aunque hay variados gobernantes que son recordados por su notables avances y buenas decisiones que ayudaron a sus pueblos, también hay quienes han pasado a la historia por todo lo contrario.

Uno de ellos es Calígula, tercer emperador romano que llegó al poder en medio de un clima de efervecencia y de apoyo, aunque no tardó mucho en demostrar su verdadero y terrorífico rostro.

Se mantuvo en el poder desde marzo del 37 d.C. hasta el 41 .d.C, y en ese periodo se encargó de transformarse en la figura mas temida de todo el Imperio Romano.

Según explica el portal de History Channel, el comienzo de su reinado fue más bien próspero,.

Pero a pesar de mostrar su lado más bien amable, después de un tiempo su comportamiento cambió, probablemente, debido a una enfermedad.

Carole Raddato (CC) Flickr
Carole Raddato (CC) Flickr

De hecho, de acuerdo a un artículo del periódico español ABC, pocos meses después de haber asumido como emperador, Calígula sufrió lo que probablemente se trató de una crisis nerviosa o una encefalitis.

Esta enfermedad poco común se caracteriza por la irritación e inflamación del cerebro, casi siempre debido a infecciones. Durante su infancia ya había sufrido ataques epilépticos, los que en su edad adulta se convirtieron en desmayos.

No obstante, el propio emperador tuvo su propio diagnóstico para fundamentar su personalidad: adiatrepsia, la que describió como “la desfachatez que nos permite imponer por la fuerza hasta el más salvaje de nuestros deseos”.

Una prueba más de su extraño comportamiento es que esa palabra ni siquiera existe: la inventó él mismo.

Bradley Weber (CC) Flickr
Bradley Weber (CC) Flickr

No tardó mucho para que el emperador llevara al pueblo a una profunda crisis económica y hambruna, malgastando el tesoro en reformas públicas y urbanísticas.

No sólo eso, ya que además sometió -y realizó personalmente- ejecuciones y torturas injustificadas a su población. También se cree que obligaba a las hijas y esposas de los senadores a prostituirse dentro de las habitaciones de su palacio.

Y no tuvo problemas incluso para borrar del mapa a sus propios familiares, de las formas más impensadas. Los historiadores creen que obligó a su esposa, suegro y primo, Tiberio Gemelo, a suicidarse.

Tal como recoge un documental llamado Los Malos de la Historia y emitido por el canal History, Calígula se saltaba cualquier límite moral que se le pusiera en frente.

Ofrecía gigantescas fiestas, y entre cada plato ordenaba decapitar criminales. En aquellos eventos, y mientras sus nerviosos invitados bebían vino, él violaba a sus mujeres.

“La historia cuenta que Calígula participó en todo tipo de perversiones sexuales y actos horribles”, sostiene David Mallott, psiquiatra analista de la Universidad de Maryland.

Cabe señalar que el emperador dormía apenas tres horas diarias, y se dice que pasaba las noches deambulando por su palacio. “Su aspecto externo era aterrador”, señalan los expertos.

Pintura renacentista de Calígula (CC) Wikimedia Commons
Pintura renacentista de Calígula (CC) Wikimedia Commons

Para tener una idea de la magnitud de sus actos, basta con señalar que Suetonio, en su libro Vida de los Doce Césares, menciona al terminar la primera parte: “Hasta ahora hemos hablado del hombre; hablemos ahora del monstruo”.

En sus cortos 4 años de poder absoluto, Calígula arrastró al pueblo romano a un periodo de hambruna y escasez debido a sus malas decisiones políticas y económicas, que en muchas ocasiones rozaron lo irracional.

Gastó gigantescos recursos en gustos personales como shows de gladiadores, anunció sus intenciones de nombrar senador a su caballo Incitatus y se dice que disfrutaba enormemente del sexo salvaje y violento.

Su existencia llegó a su fin el 24 de enero del 41 d.c, tras ser apuñalado por una rebelión de pretorianos y senadores que estaban al mando del prefecto Casio Querea.

Calígula, quien sólo tenía 29 años, se burlaba de él llamándolo afeminado y catalogándolo como el peor recaudador de impuestos del imperio.

La vida de Calígula ha motivado a variadas producciones audiovisuales, siendo la más famosa (y controvertida) la del director Tinto Brass, estrenada en 1979 y que a pesar de incluir escenas sexuales, fue apta para ser exhibidas en salas comerciales.

No obstante, en 1984 se lanzó la versión sin censura, extendida por el productor del filme original, Bob Guccione (que además fue fundador de la revista Penthouse) y que posee escenas de sexo lésbico, incesto, eyaculaciones, zoofilia, sadomasoquismo. Fue prohibida en Islandia, Gran Bretaña, Australia y Canadá durante su estreno.