A pesar de que los últimos estudios del centro Latinobarómetro, de 2017, muestran que sólo el 36% de los chilenos confía en la Iglesia Católica, y que el máximo líder de la institución recibe un 5,3 de nota en nuestro país, Chile tiene una historia innegable con la religión.

La historia convencional cuenta que los europeos llegaron a territorio nacional en 1520, con Fernando de Magallanes, quien pasó por el estrecho que hoy lleva su nombre.

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Virgen de la leche círculo de van der weyden
Virgen de la leche | Círculo de Van der Weyden

Años más tarde, en 1536 con el período denominado Descubrimiento, llegó el español Diego de Almagro. Desde ahí comenzó una imparable evangelización de los pobladores que habitaban este lado de Sudamérica.

En tiempos en que España era gobernado por reyes ligados fuertemente al catolicismo, los barcos llegaron con cruces, biblias y vírgenes a mostrar que el Dios europeo era el único.

Así fue como, poco a poco, quedaron atrás las creencias originarias. Los tributos al sol, a las montañas y al mar se transformaban, lentamente, en alabanzas a la imagen de Jesucristo.

Para lograrlo, los conquistadores utilizaron una serie negociaciones y estrategias que hoy salen a la luz.

Investigadores de la Pontificia Universidad Católica de Chile analizaron las imágenes que distintas vírgenes del mundo, comparando sus formas y sus orígenes. Los resultados fueron publicados en un informe que llamó la atención de los historiadores.

“Madre y protectora, guerrera y taumaturga, María, como Santísima Virgen, Nuestra Señora y Nueva Eva, en su multiplicidad de nombres y advocaciones, traspasa los mares con el Descubrimiento y se entroniza sobre el territorio americano en la Conquista”, comienza el documento.

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Virgen del Rosario de Pómata | PUC
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Virgen de Nuestra Señora de la Merced | PUC

Basándose en la especificidad histórica y la iconografía de distintas representaciones, aseguraron que, por ejemplo, “el manto puede vincularse a la cualidad protectora de la Virgen, condición maternal que acoge bajo sí sin distinción entre sus hijos, protección que refuerza su cualidad intercesora, atributo potenciado en el periodo colonial por las problemáticas identitarias contenidas en una sociedad mestiza en construcción”.

Aunque, por otro lado, manifiestan que “los damascos y broccatos (mantos) rígidos, triangularmente desplegados sobre la figuras marianas son, a la vez, remembranza de la imagen de bastidor vestida, en forma de cono truncado y, según una analogía más abstracta y subliminal, alusión a la forma piramidal de las montañas de los Andes en su representación ancestral como diosa madre, Pachamama”.

De esta forma, las vírgenes andinas tendrían esta forma de ‘triángulo’ para acercar la antigua divinidad con la foránea, que en esos tiempos pretendía imponerse.

“Teniendo en cuenta que la religiosidad de las civilizaciones precolombinas estaba fuertemente vinculada a los fenómenos cósmicos, a los astros, a la tierra y sus elementos, vemos que estas cualidades en el periodo colonial sumaron al culto e incorporación de las figuras marianas al anterior de la población indígena y, de algún modo, su extensión silenciosa al mestizo”, manifiesta el estudio.

Otras demostraciones

Pero el estudio no se queda ahí, pues también hace referencia a otros aspectos de las esculturas que podrían resultar fundamentales a la hora de analizar cómo ocurrió el sincretismo religioso entre españoles y originarios de Chile.

En específico, también se habla sobre las coronas de las vírgenes. “Respecto de la representación de las irradiaciones, de los rayos que a veces se proyectan desde el propio cuerpo de la Virgen (…) donde se irradian desde todo el contorno de su cuerpo (…) responde simultáneamente a devociones vernáculas asociadas a la figura solar“, sentencia el estudio.

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Virgen del Carmen | PUC