¿Por qué algunos sectores de la sociedad se empeñan tanto en infundir el “amor a la patria” entre a los habitantes? David Niose, abogado estadounidense dedicado a la defensa de los derechos humanos, señala en una columna publicada en Psychology Today que esta práctica es totalmente absurda y contrasentido.

“La lealtad a un grupo, ya sea basada en la nacionalidad, la religión , el origen étnico, la familia o alguna otra clasificación, es un impulso humano natural que se encuentra en mayor o menor grado en todos nosotros”, postula.

“Sabiendo que la lealtad al grupo es una inclinación natural del ser humano, ¿por qué ciertos sectores de la sociedad estadounidense (y de otros países también) están tan obsesionados con tratar de ‘inculcar patriotismo’ en nosotros?”, comenta.

Niose pone como ejemplo a los legisladores de Missouri, quienes “promulgaron una nueva ley a principios de septiembre que obliga a recitar el juramento a la bandera, al menos, una vez al día en las escuelas públicas. Tengan en cuenta el ‘al menos’ en la última frase, como si una vez al día fuera insuficiente. Missouri tiene la creencia de que el gobierno (y las instituciones privadas) deben implementar medidas para acondicionar los ciudadanos, a través de un flujo constante de ejercicios patrióticos, a crear un estado mental de lealtad nacional”.

Para el abogado tal acondicionamiento no es necesario ni sano, y como sociedad debemos repensarlo.

De hecho, Niose dice que inculcar patriotismo es malo porque desata situaciones absurdas y peligrosas como la ocurrida con Colin Kaepernick, un jugador de la NFL que desencadenó una protesta pública, siendo tratador de traidor y cosas peores, después de que se sentara durante la entonación del himno nacional en el inicio de un partido de fútbol. Algo similar ocurrió con Bradford Campeau-Laurion, quien una vez fue expulsado del estadio de los Yankees por tener la audacia de ir el baño en vez de cantar el himno nacional. “Tales respuestas hostiles a gestos leves de disidencia no muestran un patriotismo sano, sino uno agresivo, un nacionalismo chovinista”, plantea David.

Niose señala que a pesar de que países como Estados Unidos, hablan de libertad y valores democráticos, en realidad están criados en un ambiente lleno de propaganda nacionalista.

“Los escolares comienzan el día con un compromiso de lealtad nacional, e incluso eventos deportivos ordinarios son inyectados con elementos nacionalistas, y no sólo el himno nacional, sino que hay sobrevuelos de aviones de combate y cosas que marcan el ‘patriotismo exacerbado’. Los estadounidenses están inundados desde la primera infancia con mensajes de grandeza nacional, mucho más que la mayoría de los ciudadanos de otros países, y es hora de que consideremos las repercusiones”, afirma Niose.

Para él,  la afición por la tierra natal es algo natural, el acondicionamiento adicional sólo es probable que levante la “lealtad nacional” a niveles peligrosos e irracionales, que anulen el pensamiento crítico.

El pensamiento crítico de una población es esencial para la democracia saludable”, dice Niose, añadiendo que el antiintelectualismo, por el contrario es muy peligroso. “Con tantas instituciones infundiendo patriotismo-político excesivo, los medios de comunicación, los militares y, quizás lo más significativo, enormes corporaciones que cosechan los beneficios masivos de gasto militar incuestionable, sólo el aventurerismo de una inteligente y comprometida ciudadanía puede hacer frente a dichas fuerzas“, plantea.

David dice que cuando una sociedad es demasiado patriota, esa población no está pensando críticamente. La idea de que hay que trabajar fuertemente para “infundir” patriotismo en nosotros es tan absurda como la idea de que hay que trabajar para “inculcar” lealtad a nuestras madres. Si reiríamos si nos sugirieran que debemos recitar una promesa de lealtad a nuestras madres cuando despertamos cada día, por qué insistimos en que los escolares tengan reciten un compromiso de lealtad con su país cada día.

El hiper-patriotismo produce hostilidad hacia cualquier ápice de disidencia. “En una sociedad anti-intelectual (e hiper-patriota), los que cuestionan la autoridad o defectos culturales de larga data son marcados rápidamente como subversivos. Por lo tanto, muchos ciudadanos bien acondicionados se precipitarán a la defensa de la constitución si alguien plantea objeciones a las desventuras militares, gasto militar, medidas de control, o incluso el maltrato a las minorías”, asegura el abogado.

“Es también digno de mencionar que los esfuerzos gubernamentales para promover el patriotismo tienden a aumentar en momentos en que el patriotismo ya se ve aumentado. Las leyes que exigen la recitación del juramento a la bandera en las escuelas públicas, por ejemplo, se extendieron rápidamente después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, cuando la lealtad nacional rara vez había sido mayor. Los políticos, que tienen relativamente pocas ideas útiles para ofrecer en respuesta a los ataques, utilizaron estas medidas como una forma fácil de parecer sensibles y proactivos“, menciona.

Niose afirma que esto apunta a la necesidad de reconocer que “inculcar el patriotismo” es un eufemismo político para “manipular a la opinión pública, fortalecer a la autoridad, crear un entorno que fomenta el militarismo y maximizar los beneficios empresariales, con poca consideración de los daños resultantes y la destrucción. Al ser conscientes de la manipulación, habremos dado un paso en la dirección de alcanzar un gobierno racional que promueve una política pública centrada en el ser humano”

¿Crees que esto también pasa en Chile?