A varios nos pasa: dudamos al momento de determinar si los huevos que compramos son frescos o añejos. La tarea nunca es sencilla: a veces nos sorprendemos moviéndolos, mirándolos, o simplemente buscando una intuición interna para resolver la duda, sin éxito.

Pero las incertidumbres mencionadas se acaban aquí. Porque un truco simple promete aliviarnos con certezas este rutinario proceso de comprar y cocinar huevos. Y ojo: sin necesidad de romperlos.

El sitio web de la revista Muy Interesante nos ilustra con este método que, básicamente, consiste en meter el huevo dentro de un vaso con agua. Si está fresco, se irá al fondo. Si no, flotará.

“El huevo cuenta con dos membranas, llamadas testáceas, que tapizan la cara interna de la cáscara. Estas películas, que sirven para proteger la clara y evitar la invasión de microbios, están en íntimo contacto, salvo en el polo romo del huevo, donde forman la llamada cámara de aire. A medida que el huevo envejece y, por ende, pierde frescura, este espacio se agranda y se convierte en una suerte de flotador”, detalla Muy Interesante.

Pero ojo, no es la única solución. El sitio web Consumer.es también dio con una fórmula precisa y científica. En el texto citan las normas de la Unión Europea para resolver esta interrogante, las mismas que determinan cuáles son los huevos que pueden comercializarse. Acá la lista de requisitos:

– La clara tiene que ser transparente, sin manchas, de consistencia gelatinosa y exenta de materias extrañas.

– La yema debe ser visible solo al trasluz como una sombra, sin contorno discernible, que no se separe del centro al someter al huevo a un movimiento de rotación.

– No debe haber olores.

– Al agitarlo, no se debe oír ruido de líquido disperso en su interior.

Sin duda estos tips ya resolvieron varias dudas.