86 de los 147 tigres confiscados en un controvertido templo de Tailandia, donde eran un atractivo turístico, murieron en los últimos 3 años, informaron el lunes las autoridades.

El templo de Wat Pha Luang Ta Bua, en la provincia de Kanchanaburi (oeste), atrajo durante años a miles de turistas, que podían fotografiarse al lado de los numerosos tigres y alimentarlos.

No obstante, docenas de cachorros muertos fueron encontrados en congeladores, lo que desató sospechas de que el templo los vendía. En China y Vietnam, los restos de los tigres pueden alcanzar elevados precios, ya que se cree que tienen propiedades medicinales.

Entre acusaciones de mala gestión y explotación de los animales, el Departamento de Parques inició en 2016 operación para sacar a estos grandes felinos, los cuales pasaron a estar bajo su custodia.

Los ejemplares adultos que sobrevivieron fueron trasladados a dos centros en los alrededores de la provincia de Ratchaburi.

Sin embargo, en la actualidad sólo hay vivos 61 de los 147, informaron las autoridades a la prensa.

“Puede estar relacionado con la endogamia (…) Tenían problemas genéticos que conllevaban riesgos para el cuerpo y el sistema inmunológico”, declaró Pattarapol Maneeon, del Departamento de Conservación de Parques Naturales, Fauna y Flora.

“La mayoría de los tigres ya se encontraban en un estado de ansiedad debido al traslado y al cambio de lugar (…) Después surgieron los problemas de salud”, dijo por su parte Sunthorn Chaiwattana, otro miembro del departamento.

Una de las enfermedades que habrían tenido es el distemper o moquillo canino, que suele darse en perros pero puede propagarse a tigres.

Sin embargo, la ONG For Tigers dudó de la versión oficial, declarando al periódico estadounidense The New York Times que varias muertes podrían haberse evitado.

Tanya Erzinclioglu, fundadora de la organización y quien solía trabajar en los templos tailandeses, afirmó al diario norteamericano que los tigres estaba en buen estado de salud cuando fueron confiscados por el Gobierno.

Al respecto, añadió que muchos tuvieron problemas adaptándose a sus nuevas condiciones de vida y a los cambios en su dieta, lo que incluso provocó que algunos dejaran de comer.

Erzinclioglu agregó que como ONG ofrecieron ayuda al Gobierno para cuidar a los animales, pero su apoyo fue rechazado.