Los perros domesticados han acompañado al hombre desde hace decenas de miles de años, según un estudio publicado el año pasado y liderado por un grupo de científicos del Instituto de Zoología de Kunming, al sur de China.

De acuerdo a esta investigación, publicada en el diario científico Cell Research, los primeros canes que vivieron con el ser humano lo hicieron al sureste de Asia, hace unos 33 mil años atrás. Los expertos llegaron a esta conclusión luego de examinar secuencias genómicas de 58 cánidos: 12 tipos de lobo gris (el antepasado salvaje más cercano al perro), 27 perros primitivos y 19 razas actuales.

Tras esta evaluación, se elaboró un mapa que muestra la expansión del perro a lo largo de los años, revelando un lapso de 20 mil años entre los primeros animales domesticados de esta especie en el continente asiático y en el resto del mundo.

Desde entonces, la relación que los humanos han mantenido con los perros también ha ido evolucionando, y actualmente podemos ver que muchos de los que se declaran “amantes de los perros”, los consideran parte de su familia, e incluso como si fueran sus propios hijos.

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En ese contexto, los canes reciben la misma atención y cuidado que cualquier humano necesita, y aunque a veces no entendamos porqué nos sentimos así o porqué queremos protegerlos a como de lugar, lo cierto es que la ciencia ya se ha ocupado de este fenómeno y tiene una explicación.

De acuerdo a un estudio publicado el año pasado en el prestigioso magazine científico ScienceMag.org, y liderado por el departamento de Ciencia Animal y Biotecnología de la Universidad de Azabu, en Japón, nuestro cerebro no hace diferencia en el tipo de oxitocina (hormona del amor) que se libera cuando disfrutamos de una relación social afectiva. Es decir, si mantienes una buena relación y/o comunicación con tu perro, el cerebro liberará oxitocina de manera involuntaria al igual que lo hace cuando estamos relacionándonos con nuestros hijos.

Felipe Delgado

Para la investigación, liderada por el veterinario japonés Takefumi Kikusui, los responsables encerraron a 30 perros con sus dueños en una habitación, durante media hora, y se dedicaron a observar lo que ocurría. ¿El resultado? Miradas, abrazos, caricias, y voces infantiles o “mimosas”.

Además, antes y después de la evaluación, midieron la cantidad de oxitocina liberada a través de la orina de las mascotas y de sus dueños.

Las conclusiones a las que se llegó fueron determinantes, o al menos así lo explica Kikusui en su estudio: “Cuanto más se miraban a los ojos los perros y sus amos, más oxitocina producían sus cerebros”. Luego, repitieron el mismo experimento pero con lobos criados con “mamadera”, y en este caso, la “hormona del amor”, no aumentó.

Pero eso no fue todo, pues los científicos llevaron a cabo un tercer experimento, que constó de rociar oxitocina en el hocico de algunos perros y volvieron a encerrarlos con sus dueños en una habitación junto a dos humanos desconocidos. Allí, pudieron observar que algunas mascotas se quedaban inmóviles mirando a sus dueños a los ojos, quienes a su vez producían más oxitocina, en una cantidad correlacionada con la de sus perros.

Estos resultados respaldan la existencia de un bucle de oxitocina que se autoperpetúa en la relación entre humanos y perros, de una manera similar a como ocurre con una madre y su hijo”, declaró el equipo investigador, según consigna ScienceMag.

Según Kikusui, esto también se debe a que durante el proceso de domesticación, en estos miles de años de los que hablábamos anteriormente, los perros habrían evolucionado para imitar un patrón de comportamiento que implicaba recompensas y caricias: la mirada de los niños.

Cabe señalar que las revelaciones de este estudio, también representan un punto importante en las terapias médicas con perros, sobre todo en pacientes con autismo o trastorno de estrés postraumático. Trastornos para los que desde hace algunos años se está probando la oxitocina como tratamiento experimental, según un estudio de la Universidad de Los Angeles, publicado en la misma revista ScienceMag.org.

Mujeres y perros

En otro estudio, liderado por investigadores del Hospital General de Massachusetts, y publicado en el diario científico PlosOne, se analizó la actividad cerebral vía resonancia magnética funcional, para así observar las reacciones de 14 mujeres mientras veían fotos de sus hijos pequeños y de sus perros. También se les mostró fotos de niños y perros desconocidos.

Esta investigación arrojó un resultado similar al del otro estudio, pues muchas de las áreas cerebrales que se activan cuando una mujer ve a su hijo, también se activaron cuando vio a su o sus perros. “La red cerebral común relacionada con la gratificación, la emoción, y la afiliación se activó cuando las madres vieron imágenes de su hijo y el perro”, señala el estudio.

Las conclusiones de este estudio demuestran que efectivamente se comparten aspectos en el vínculo madre-hijo y madre-perro, particularmente en la experiencia emocional y los patrones de la función cerebral.