Para muchos la pandemia significó una especia de balde de agua fría. El encierro, las restricciones, el uso de mascarillas y el conjunto de problemas asociados generaron cierta inestabilidad en la salud mental de las personas, lo que significó un aumento en consultas psicológicas y psiquiátricas.

Sin embargo, hay algunos especialistas que concluyen que la pandemia generó una mayor fortaleza y capacidad de enfrentar desafíos asociados a la salud mental. “Las personas son más resistentes de lo que ellos mismos se dan cuenta”, señalan los psicólogos Lara Aknin, Jamil Zaki y Elizabeth Dunn, en una columna para The Atlantic.

“La pandemia de coronavirus ha creado muchas condiciones que podrían conducir a angustia psicológica: interrupciones repentinas y generalizadas de los medios de vida y las conexiones sociales de las personas; millones en duelo; y los más vulnerables sometidos a penurias duraderas. Un colapso global del bienestar parecía inevitable”, agregan.

No obstante, durante su periodo de estudio, resultó que sí habían personas que padecieron algo mayor, pero no al nivel que los investigadores esperaban. “Al comienzo de la pandemia, nuestro equipo observó en estos estudios lo que informaban los medios: los niveles promedio de ansiedad y depresión, así como angustia psicológica más amplia, aumentaron drásticamente, al igual que la cantidad de personas que experimentaban formas clínicamente significativas de estas afecciones”, sostienen los psicólogos.

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Aunque había gran parte de la población que padecía las consecuencias de la pandemia a nivel psicológico, ocurrió algo “extraordinario”: los niveles de depresión, ansiedad y sensación de angustia que invadía a muchos, comenzaron a bajar.

“Algunos conjuntos de datos incluso sugirieron que la angustia psicológica general volvió a niveles casi pre-pandémicos a principios del verano de 2020”, dijeron a The Atlantic.

Resultados esperanzadores

Para los psicólogos, fue sorprendente ver cómo las personas lograron resistir todos los desafíos que la pandemia supuso desde un comienzo. “La capacidad de resistir eventos difíciles también se aplica a traumas como vivir una guerra o sufrir lesiones graves. Estos incidentes pueden producir una angustia considerable y no queremos minimizar el dolor que sufren tantos. Pero estudio tras estudio demuestra que la mayoría de los sobrevivientes se recuperan rápidamente o nunca muestran un deterioro sustancial de la salud mental“, agregan.

Sin embargo, la razón de esta “sobrevivencia” estaría principalmente en que los seres humanos poseen un sistema inmunológico psicológico, el cual incluye una serie de habilidades cognitivas que “nos permiten sacar lo mejor de incluso la peor situación. Por ejemplo, después de romper con una pareja romántica, las personas pueden concentrarse en los hábitos molestos de su ex o disfrutar de su nuevo tiempo libre”.

Esto también se debe a la reinvención de las personas. Muchos quisieron comenzar a practicar sus dotes artísticos, mientras que otros a probar qué tan buenos eran para la cocina. Otros decidieron reparar cosas que estaban en sus casas.

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Aunque esto puede sonar esperanzador, los investigadores señalan que esto no debe “borrar las luchas reales (dolor inmenso, pérdida abrumadora, dificultades financieras) que tantas personas han enfrentado durante los últimos 17 meses”.

La pandemia dejó varios resultados positivos, dentro del cuadro negativo que el coronavirus ha significado para muchas personas. “Los seres humanos no somos víctimas pasivas del cambio, sino administradores activos de nuestro propio bienestar. Este conocimiento debería empoderarnos para realizar los cambios disruptivos que nuestras sociedades pueden requerir, incluso mientras apoyamos a las personas y comunidades que se han visto más afectadas”, concluyen los expertos.

Otros aspectos positivos

En una investigación reciente, un grupo de científicos descubrió que la pandemia habría ayudado a regular y mejorar los hábitos para dormir. El estudio, realizado por la Universidad de Colorado y publicado en la revista especializada Current Biology, señaló que esta mejora estaría relacionada con la disminución de actividades en horario nocturno o aquellas que solían alterar las horas de descanso.

De acuerdo a Céline Vetter, una de las autoras principales de este estudio, indicó al medio Wired que “lo que realmente dice es que el trabajo es realmente un determinante poderoso de nuestro comportamiento del sueño. En otras palabras, los horarios de trabajo cambian fundamentalmente cómo y cuándo duermen las personas, lo que a menudo hace que duerman menos y se levanten antes de lo que lo harían si solo siguieran su propio ritmo circadiano”.

Para la investigadora, hay que considerar tanto los factores externos como internos para determinar si el sueño está o no siendo reparador. “Parte del ciclo del sueño está influenciado por condiciones externas. La luz del sol hace que el cuerpo se despierte, por lo que estar en una habitación con cortinas opacas hace que sea mucho más difícil despertarse que si estuviera en una habitación donde la luz entra a raudales al amanecer. Del mismo modo, cuando es hora de irse a la cama, atenuar la luz de la casa ayuda a su cuerpo a comprender que es hora de descansar”, señala.

Pandemia

El comportamiento también influye, ya que comer muy tarde o muy cerca de la hora antes de ir a dormir puede generar que el cuerpo interrumpa el proceso de descanso. “Y cuanto más tiempo estemos despiertos, más aumentará nuestra necesidad de dormir, creando lo que se llama presión homeostática, que solo se alivia al finalmente dormir un poco”, agrega Vetter.

Para esto, la especialista señala que cada persona deba descubrir su cronotipo al momento de dormir, ya que “los ritmos circadianos son fundamentalmente procesos fisiológicos, por lo que no podemos simplemente desear que desaparezcan”.

Por esta razón, recomienda mantener una “higiene del sueño”, alejados de las pantallas, mantener una luz tenue y tener horarios constantes para dormir, lo que ayudará a mantener un ritmo saludable.