El dolor es una percepción sensorial y localizada, que se caracteriza por ser subjetiva al generar diversas intensidades. Sin embargo, se ha descubierto que más que significar una respuesta pasiva a ciertos estímulos, el dolor sería “construido” por el cerebro mediante varios sistemas neuronales, y que cuando es crónico, podría ser causado por cambios cerebrales.

Un estudio reciente de científicos chilenos, aseguraría que el alivio de dolores de estómago, la sed y el hambre, estarían en una parte específica del cerebro que podría disminuir estas sensaciones.

De acuerdo con la investigación, este “alivio” se ubicaría en la “ínsula”, una región del cerebro que se encarga de múltiples funciones, entre ellas el manejo de emociones básicas como el amor, la tristeza, el odio y la felicidad.

Pixabay

El estudio, liderado por Pedro Maldonado, investigador del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI), detalla que la “ínsula” denota una organización compleja y revela que es un centro que es capaz de coordinar respuestas autonómicas y conductuales a muchos tipos de estímulos. Sin embargo, se sabe poco sobre la dinámica de su actividad eléctrica a nivel neuronal.

El dolor en el cerebro

Según una publicación de la revista española de neurología, los investigadores desarrollaron un modelo basado en análisis cerebrales obtenidos mediante imágenes de resonancia magnética, que permite predecir el dolor que una persona sentirá independientemente de los estímulos que reciba el cerebro.

El dolor que una persona puede experimentar, dependerá de la interpretación que el cerebro haga de las señales que el cuerpo envíe. Esas interpretaciones, que se realizan en diferentes zonas de este órgano, no son siempre asociadas a la sensación de dolor, sino que son las mismas áreas cerebrales que determinan si las experiencias y sensaciones son dolorosas o no.

En cuanto al estudio de Maldonado, se determinó que las sensaciones relacionadas a malestares gastrointestinales, sobre todo después de comer, estarían mal interpretadas, debido a que se supone que estas sensaciones difusas, que caracterizan una gran variedad de emociones, están relacionadas con la actividad de la corteza insular (CI), que recibe información de los interroceptores distribuidos por todo el cuerpo.

Pixabay

Para poder concluir esto, Pedro Maldonado en conjunto a los doctores Marcelo Aguilar y Fernando Torrealba, implantaron electrodos en ratas para monitorear qué ocurría en ellas, luego de inyectarles un componente que genera malestar estomacal y sensación de asco, vieron que las ratas se recostaban hacia su estómago, algo parecido a lo que realiza el ser humano cuando siente malestares similares.

Esta investigación, que fue publicada en la revista Scientific Reports además, comprueba la conexión del cerebro con todo nuestro organismo, debido a que la actividad cerebral percibe las necesidades del cuerpo, como el hambre o la sed, generando que el cerebro se comporte en función de satisfacer dichas necesidades.