Para muchos, la llegada de la primavera significa también un molesto aumento de alergias. La más común durante este período es la alergia respiratoria, que a pesar de que puede presentarse todo el año, es durante la primavera en que se produce la mayor polinización, lo que genera esta reacción.

Una de las principales preocupaciones sobre este tema actualmente es el riesgo de pensar que se está teniendo una reacción alérgica cuando en realidad podrían ser síntomas de COVID-19. Medical News Today explica que “una reacción alérgica es la respuesta del cuerpo cuando el sistema inmune es sensible a ciertas sustancias, conocidas como alérgenos. Algunos de estos pueden presentarse fuera de nuestros cuerpos, como el polvo, y otros dentro, como algunas comidas que contienen nueces”.

En ese mismo artículo, detallan los síntomas que se presentan en reacciones alérgicas y debido al corona virus. A pesar de que hay varias similitudes, como fatiga, dolor de cabeza y tos, la principal diferencia es la fiebre. Si crees que sólo estás teniendo una reacción alérgica, pero tienes fiebre, te conviene chequear si es que no es COVID-19 y, así, tomar las medidas necesarias para protegerte a ti y a los demás. Otra gran diferencia es que las alergias no pueden contagiarse, y que a pesar de que pueden ser molestas, las alergias tienen una baja tasa de mortalidad.

El aumento de las alergias alimentarias

La Organización Mundial de la Salud define las alergias alimenticias como “reacciones adversas a los alimentos que tienen en su origen un mecanismo inmunitario. Los síntomas de las alergias alimentarias van desde un ligero malestar hasta reacciones graves, potencialmente mortales, que necesitan intervención médica inmediata.

A pesar de que no suelen ser tan comunes, al menos una de cada cuatro personas que sufre de alergia a algún alimento experimentará, en algún punto de su vida, una reacción severa como shock anafiláctico, según la doctora Kari Nadeau, médico y científica estadounidense experta a nivel mundial en alergias e inmunología.

Se ha comprobado que hoy es el momento en la historia de la humanidad en que más personas presentan alergias alimenticias, y sólo van en aumento. Según registró la Natasha Allergy Research Foundation, la cantidad de niños admitidos en hospitales debido a anafilaxis ha aumentado. Sólo en Inglaterra, entre el 2013 y el 2019, el número aumentó un 72%.

La doctora Nadeau explica que es difícil medir exactamente cuánto han aumentado las alergias alimentarias, ya que existen intolerancias y el autodiagnóstico no es confiable. Ella estima que el porcentaje de la población que presentaba alergias alimenticias en 1960 era alrededor del 3%, mientras que para el 2018 estimaba que era más del 7%.

No sólo han aumentado las personas que padecen de alergias, sino que también el rango de comidas a las cuales se es alérgico. Una rama especial de la OMS que responde a emergencias alimenticias, la International Food Safety Authorities, explicó que “hace décadas, eran las “clásicas”: mariscos, nueces y leche. Actualmente, se ha expandido a toda una gama de productos”.

Actualmente existen diversas teorías de porqué está sucediendo este fenómeno. Una de ellas es que simplemente estamos más conscientes de las alergias, y por ende nos damos cuenta de ellas más que antes. Sin embargo, Kari Nadeau llamó este aumento una “epidemia” en su nuevo libro The end of food allergy, argumentando que sí, efectivamente estamos más conscientes de ellas, pero no por eso han aumentado los diagnósticos.

Otra teoría es que los bebés que nacen por cesárea son más propensos a tener alergias ya que al no pasar por el canal de parto, no ingieren ciertas bacterias útiles. En Dinamarca se realizó un estudio que comprobó que mientras más gatos y perros tienes, es menos probable que tengas un desorden alérgico. Otra teoría, que ha sido refutada por diversas autoridades, es que el hecho de tener hermanos mayores hace que los niños desarrollen menos alergias y enfermedades en general. Esa correlación no ha podido ser comprobada directamente.

Otra teoría es la llamada “viejos amigos”: la microbiota de los humanos (los organismos de un hábitat en particular) están cambiando, lentamente pero constante. En la modernidad, nuestros hogares presentan una microbiota que no tiene relación con el mundo exterior en el que evolucionamos, y esto provoca que nos “encontremos” con menos “amigos” (que serían los microbios” de antaño), que ayudaron a nuestros sistemas inmunológicos a responder. Esto se puede ver con el uso de antibióticos: mientras más se utilicen, más posibilidades hay de que se generen resistencia a ellos. Los antibióticos matan bacterias saludables que colonizan nuestro intestino.