Esta semana vimos a la extrema derecha chilena, sintiéndose victoriosa después del plebiscito. Un día antes de la conmemoración del “Día de Acción Global por el Acceso al Aborto Legal y Seguro”, el Partido Republicano presentó un proyecto de Ley para derogar el aborto en las causales de violación e inviabilidad del feto, para que pasen a convertirse en un delito, castigando a las mujeres en lugar de los culpables.

Sumado a esto el diputado de la misma colectividad, Cristóbal Urruticoechea, argumenta dicho proyecto manifestando que una mujer que ha sido violada y aborta, no se desviola, dejando a las mujeres como un objeto. Luego, sale en su defensa la presidenta del mismo partido Ruth Hurtado, quien usa su propia historia de violación para justificar que el aborto no hace olvidar el hecho vivenciado, lo que pone a las mujeres que abortan en un lugar de víctimas. Nunca se ve a las mujeres como sujetos de derecho.

A nivel mundial, hemos visto arremetidas de la extrema derecha como con Donald Trump y la negación constitucional del derecho al aborto en EE.UU., Giorgia Meloni en Italia, Vox en España o los Demócratas en Suecia, lo que es visto con preocupación por feministas y líderes europeos. Referentes en extremo conservadores, que han servido como base para el pensamiento que da lugar a personas como José Antonio Kast y los republicanos/as.

Afortunadamente, el presidente Gabriel Boric y su equipo de gobierno han puesto énfasis en el feminismo como uno de sus ejes centrales del quehacer estatal, designando encargadas de género a nivel ministerial, e incluyendo al Ministerio de la Mujer y Equidad de Género en el comité político. A su vez, instala en el centro del debate cuestiones como el cuidado del medio ambiente y la sustentabilidad de la economía, que también han sido temáticas que los movimientos feministas han relevado a lo largo de los años, por lo tanto, nos sentimos interpretadas por este gobierno y sus iniciativas.

Ante estos sucesos, toda persona que se pare en la vereda de los Derechos Humanos verá los avances de la derecha como una amenaza para la democracia. No obstante, no podemos obviar que estos discursos abrasivos, especialmente con los derechos de las mujeres, encuentran eco en nuestra sociedad, donde hay un público al que esto le hace sentido. Entonces cabe preguntarse, ¿Es suficiente autodenominarse un gobierno feminista? ¿Pueden las políticas públicas con perspectiva de género por sí solas permear al Estado y sus Instituciones? o ¿La responsabilidad es, en parte, de los movimientos feministas?

Puede ser arrogante endosarse como movimiento tal responsabilidad, sin embargo, tampoco podemos quedarnos como meras espectadoras, nunca lo hemos hecho, por el contrario, estamos constantemente ideando formas de desplegar e instalar al feminismo, como teoría política que disputa el poder, pero también lo cuestiona e interpela. Con todo, no debemos dejar de pensar en los aspectos cotidianos desde donde surge el feminismo: la conciencia de opresión. Según la socióloga Julieta Kirkwood, esta conciencia es vital para que las mujeres puedan construir caminos de liberación, transitar entre lo público y lo privado, erigir alianzas entre mujeres y subvertir su posición. Aunque, de hecho, hemos avanzado, todavía vivimos en una sociedad atomizada en individualidades, donde solo algunas experiencias tienen valor. Por ello, muchas mujeres que hoy están siendo golpeadas, violentadas en las calles o sin posibilidad de abortar libres y seguras, no logran ver aquello como un síntoma de opresión y mantienen una visión de situaciones únicas y excepcionales que exhiben de forma inescrupulosa los medios de comunicación. Para la autora, “la rebeldía individual necesita devenir en la rebeldía social: reconocerla en otras, identificarla en otras”.

Dejemos entonces de convencernos entre nosotras y salgamos a las calles a replicar talleres, conversatorios, encuentros, círculos, escuelas para mujeres; sin medirnos en feminismo, si no, buscando vías para seguir concientizando, porque en nuestro país, todavía necesitamos desplegar el feminismo como estrategia eficaz para enfrentar los neofascismos que cobran fuerza mediática, material y simbólica. Que nuestros pañuelos verdes y morados cubran cada territorio, porque incluso amarrados en nuestros bolsos, mochilas y carteras, dan una señal inequívoca de lo que somos y queremos; democracia en el país y en la casa.

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