En relación al acuerdo alcanzado por la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC) con la Confederación de Trabajadores de Chile (CTCH), la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) y la Central Autónoma de Trabajadores (CAT) para avanzar en la reducción de la jornada laboral a 40 horas, no cabe duda que hay un consenso a nivel empresarial que la medida mejorará la calidad de vida de los trabajadores.

No obstante, es importante considerar que cada sector productivo tiene particularidades, y el efecto en una reducción de jornada en algunas industrias impactará directa y negativamente en sus negocios.

En el caso del comercio, una menor jornada laboral debiese complementarse con una reducción en los horarios de atención de los centros comerciales. Estos obligan a los retailers a abrir en horarios en que el flujo de público y la venta son prácticamente nulas como, por ejemplo, entre 10 y 11 de la mañana. Si no se aborda esta situación el aumento en los costos por concepto de mayores turnos deprimirá a un rubro que aporta en forma muy relevante al desarrollo económico del país.

Si bien la reducción de la jornada laboral en pro de una mejora en las condiciones de vida de las personas debe quedar sujeta a la ley, se hará necesario que los agentes involucrados e impactados con la medida vayamos más allá de ésta, estimulando acuerdos que tiendan a proteger la fuente de trabajo de quienes son los principales protagonistas de esta nueva reforma: los trabajadores.

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile