El Estado pierde plata financiando subsidios, pero lo hace porque si deja de hacerlo subirían los precios y se corre el riesgo de protestas. La inflación bota los gobiernos. Ya ha ocurrido antes.

De un tiempo a esta parte nos hemos reído de Argentina por fijar sus precios en alimentos principalmente, pero de a poco hemos ido tomando el mismo camino, el que una vez que se toma, es muy difícil de abandonar.

Esta semana, el Gobierno ingresó un proyecto de ley para aumentar el fondo del MEPCO a USD 1.500 millones. El MEPCO es el subsidio que evita que los combustibles suban de precio. A este fondo en el último tiempo se ha inyectado tanto subsidio, que el impuesto a los combustibles ha perdido sentido.

Por ejemplo: El combustible de 93 octanos tiene un impuesto específico de 6 UTM por metro cúbico, que en litros son $330 el litro. Por lo tanto, dependiendo del lugar de Chile que sea, de los más de $1.000 que se paga de combustible, $330 son de impuesto específico. Hoy el MEPCO está otorgando un subsidio a la gasolina de 93 octanos de 400 pesos. El subsidio es más grande que el impuesto y el Estado está perdiendo $70.

En el caso del Diesel, el subsidio llega a ser tres veces el impuesto y el Estado pierde 200 pesos en la diferencia entre subsidio e impuesto, algo totalmente ilógico y absurdo. En tanto, en la de 95 octanos la diferencia es de $122.

La solución es eliminar el impuesto específico a los combustibles. Sin embargo, a esta altura no se puede hacer, porque ya está incorporado en el ADN de las personas que el Gobierno lo cobra y además el subsidio del Estado tendría que ser mayor.

Lo que correspondería hacer es que mientras se registren las circunstancias extraordinarias que hacen que el precio de los combustibles esté alto, se baje o elimine el impuesto de manera transitoria. En cambio, lo que se hizo fue poner un subsidio cuyo monto es superior al impuesto y eso hace que el déficit sea cubierto por todos nosotros.

Estamos en una situación de fijación de precio, cuyo monto lo pagas tú, yo, tu mamá, tu papá, tus hermanos, tus hijos, o sea todos.

En el caso del transporte público, éste debió subir en cinco ocasiones en los últimos tres años debido al alza de combustible, repuestos y dólar -que son las variables que se consideran en el valor del pasaje-, pero el precio sigue congelado, sumado a que en el caso de Santiago existe un alto nivel de evasión en la locomoción colectiva. Irónicamente, la última alza del transporte público debió ser de 30 pesos.

Sumado a esto se está discutiendo con suma urgencia un subsidio eléctrico, para evitar el alza de las tarifas eléctricas en un 40%. Esto debido a que se frenó en los últimos años la inversión en hidroelectricidad y se aprobaron centrales térmicas en el gobierno de la expresidenta Bachelet, las cuales ocupan carbón y petróleo, cuyo precio está por las nubes.

Según el proyecto de ley este subsidio lo pagaremos nosotros mismos, ya que de acuerdo con el consumo de cada uno nos cobrarán una sobre tarifa para crear un fondo para evitar un alza de tarifa para toda la población, una especie de impuesto encubierto.

Todos estos mecanismos de estabilización de precios están pensados de manera transitoria, pero la falta de creatividad gubernamental en el caso de combustibles, imposibilidad de frenar la evasión en el transporte y falta de política energética clara del Estado nos han hecho caer en que esto pase a ser permanente con un daño fiscal importante y también un daño a nuestro bolsillo a la larga.

Si sumamos todos estos subsidios vamos a tener un costo fiscal importante, el que desconocemos cómo nos lo hará pagar el Gobierno a través de la próxima reforma tributaria. Para que te hagas una idea: si hacemos un cálculo rápido, los subsidios son al menos de USD 3 mil millones y el Gobierno pretende recaudar vía reforma nada menos que USD 15.000 millones. Por lo cual es un hecho que buscará meterte la mano al bolsillo por algún otro impuesto.

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