Este 18 de octubre se cumplen dos años desde que se produjo una de las protestas sociales más grandes en la historia de nuestro país. Las manifestaciones ocurridas ese día, fueron el inicio del denominado Estallido Social, dejando no solo miles de heridos y varias muertes, sino además, extrema violencia, saqueos, incendios en la vía pública, destrucción de propiedad privada y en lo principal, una sociedad dividida por sus particulares visiones acerca de cómo se debe construir un país.

Vale la pena entonces repasar por qué se originó este relevante movimiento que, sin duda alguna, tiene efectos directos en la forma en que nos organizamos como sociedad y un impacto no menor en el mundo del trabajo. Se sabe que el detonante las manifestaciones de ese día fue el alza ocurrida en la tarifa del transporte público que entró en vigencia el 6 de octubre de ese año, causando gran descontento y enojo en la población pero, en particular, en centenares de estudiantes quienes decidieron evadir el pago del Metro de Santiago. La consiga propuesta señalaba “Yo evado”.

¿Fue realmente ese episodio el origen del conflicto? El discurso del oficialismo fue que el malestar de la población se originó por el alza de 30 pesos en el costo del transporte, mientras que sus detractores señalaban “no son los 30 pesos lo que nos golpea, sino los 30 años de precariedad y desigualdad en la vida de los millones de chilenos”. Desde el punto de vista de la psicología social y análisis laboral, el análisis ciertamente es más profundo y requiere un doble click.

El “estallido social” puso en evidencia uno de los problemas estructurales que aqueja a nuestra economía, me refiero a los niveles de precariedad laboral y sus repercusiones en la vida de las personas. Esta realidad, es posible de evidenciar en situaciones como el autoempleo o trabajo por cuenta propia, la falta de contrato laboral, el trabajo informal, los actuales sistemas de protección en salud y un aspecto no menor, cuando los líderes de las organizaciones, públicas o privadas, no son capaces de comprender las necesidades de sus trabajadores y lo que es peor, no brindan el apoyo necesario que demuestre un verdadero interés por solucionar las contingencias que le suceden a sus colaboradores. En este sentido, el trato justo, humano y cordial que todos esperamos de parte de nuestros jefes, no siempre se ajusta a ello, y la mayoría de las veces la realidad nos indica que no se utiliza un modelo positivo de vinculación en las relaciones laborales, empañando así la imagen de una compañía producto de la falta de liderazgo de sus jefaturas.

Todos estos contextos, en diferentes grados, generan incertidumbre, agobio y finalmente rabia en la población, provocando gran malestar social, como el ocurrido hace dos años. Diversos estudios concluyen en señalar los efectos del estallido social en el contexto laboral local. La Dirección del Trabajo de nuestro país sostuvo que el desempleo registrado entre los meses de agosto-octubre del 2019 era de un 7%, aumentando considerablemente luego del inicio del estallido. Por su parte, la Encuesta Nacional de Empleo del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) informó durante el 2020, que se registró un incremento de la desocupación de 0,8 puntos porcentuales en 12 meses. En el frente macro económico, nuestro Banco Central en su Informe de Política Monetaria -IPoM- manifestaba el retroceso de más de 15 años en los niveles de desarrollo laboral.

Para lograr una sociedad sustentable, es prioritario considerar el bienestar integral de los trabajadores, ya que es un aspecto clave en la evolución de la sociedad moderna y la paz social. Entonces, resulta imperioso ponernos de acuerdo y ser capaces de entender qué fue lo que verdaderamente gatilló este movimiento social, para que como sociedad seamos capaces de evitar los negativos aspectos que se hicieron sentir en todo el país.

Carlos Pérez-Vargas
Gerente General Augura Advices

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