Estamos ad-portas de varias elecciones significativas para lo que será el futuro de Chile, y en ese contexto, cuando discutiremos el país que queremos y las nuevas reglas del juego, debemos aprovechar la alfabetización digital para movernos hacia un sistema donde la comunidad sea parte de las decisiones globales y/o particulares.

Hemos visto cómo en medio de la pandemia -en un proceso progresivo que ya venía ocurriendo-, disponemos cada vez de más servicios y trámites públicos para realizar a través de un computador o el teléfono. Ha sido el año de la Clave Única y de Comisariavirtual.cl. Hace unos días, el Ministerio de Justicia lanzó su nuevo sistema para agendar horas en el Registro Civil, renovar la cédula de identidad, pasaporte y celebrar matrimonios, algo que supone un cambio enorme para trámites siempre caóticos.

También es momento de preguntarse si podemos incluir la tecnología en nuestra democracia de manera permanente. “Internet no es confiable” o “pueden hackear el proceso”, son argumentos sobre la mesa para los que prefieren mantener las cosas como están, aunque también para algunos expertos en ciberseguridad que han mostrado su desconfianza -por ejemplo, de MIT y el uso de blockchain en elecciones-, pero también hay ejemplos de cómo poder avanzar en una democracia participativa, efectiva y segura.

Estonia, es uno de los países pioneros en e-votes, donde se ha implementado el sistema desde 2005. En las elecciones parlamentarias de 2019, el 44% de los votos fueron por internet. Es una nación donde más del 95% de los servicios están disponibles en la red 24×7, tal como lo declara la página oficial del gobierno. Hay una cultura digital, hábitos al respecto, lo cual evidencia su éxito.

La buena noticia es que no todo son elecciones. Hablamos de democracia participativa. En Uruguay se creó en 2013 el Partido Digital, con la promesa del uso de la tecnología para conseguir ese objetivo. También se han levantado plataformas en otros países para abrir el debate a la ciudadanía de manera eficiente. No se trata de cambiar una cosa por otra, de reemplazar el voto por uno virtual, pero tampoco podemos seguir postergando la incorporación en la manera en que nos relacionamos con el poder y las autoridades.

Para avanzar entonces hacia ese modelo, se debe abordar la brecha digital, garantizar el acceso a internet y un dispositivo que lo permita, o buscar en los casos que corresponde, una manera de garantizar la posibilidad de participar.

La implementación de este tipo de procesos debe ser progresiva, pero son los mismos actores políticos quienes pueden implementar iniciativas personales, locales, con capas de seguridad existentes, donde la comunidad pueda tener opinión en qué iniciativas avanzar o priorizar. Ver y optar entre alternativas con presupuestos limitados, pero no como algo que se vea bien, democrático, de vez en cuando, debe ser un cambio de cómo miramos la relación con nuestra democracia.

Eduardo Castillo
Docente Escuela de Periodismo Universidad de Las Américas

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile