Uno de los conceptos más difíciles de entender es la angustia, quien nunca la ha experimentado no puede colocarse en el lugar del otro. De esta manera se llega inevitablemente a la soledad del depresivo. No sentirse comprendido ahoga y convierte al silencio en un aliado.

El diccionario define la angustia como: aflicción, congoja, ansiedad. Temor opresivo sin causa precisa. Sofoco, sensación de opresión en la región torácica o abdominal. Dolor o sufrimiento. Habría que añadir, posible incomprensión de los otros e incapacidad de contener. Llamado de auxilio sin respuesta.

Quizás uno de los mejores retratos de la angustia, sería el cuadro El Grito, del pintor noruego Edvard Munch. En algunos análisis se dice que el grito presenta a una figura andrógina en primer plano, con un gesto de angustia que transmite gran expresividad. A propósito de su pintura, Munch describe en su diario en 1891: “Iba por la calle con dos amigos cuando el sol se puso. De repente, el cielo se tornó rojo sangre y percibí un estremecimiento de tristeza. Un dolor desgarrador en el pecho. (…) Lenguas de fuego como sangre cubrían el fiordo negro y azulado y la ciudad. Mis amigos siguieron andando y yo me quedé allí, temblando de miedo. Y oí que un grito interminable atravesaba la naturaleza”.

Es una de las mejores descripciones para retratar la angustia, el pintor se hizo famoso por este cuadro, justamente por plasmar un momento de angustia desesperado. Los que experimentan esta emoción se sienten ahogados en un grito ensordecedor. Y así se traga el dolor, solo delata la mirada perdida y una incapacidad de explicarse.

El goce y la felicidad tienen mayor receptividad, se envuelven en luces y poseen mejor publicidad. De niños reprimimos la pena, para ver si así desaparece. Y se pierde la definición.

Es tan difícil explicar los conceptos, los momentos. Todos preguntan por lo específico, por la definición exacta. Pero el grito no tiene palabras.

Mariela López Medrano
Periodista

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