A casi dos semanas de subida la denuncia ante el burocrático retraso del fondo concursable y estatal Ventanilla Abierta, y habiendo pasado ya bastante tinta bajo el puente, finalmente, el dinero adjudicado llegó.

Felices, recibimos el esquivo cheque el miércoles recién pasado. Lo bueno es que el proyecto, que estuvo a punto de naufragar, no se hundió; más aún, hoy se encuentra saludable y próximo a embarcarnos con destino a Graz (Austria) a un foro internacional denominado “Jazz voices”, donde las voces en el jazz serán el asunto a tratar, un ámbito musical otrora subestimado y subvalorado por la hegemonía instrumental androcéntrica que todavía rige el circuito de este género en el mundo.

En el balance, previo a partir, hay algo de dulce y de agraz. Si bien el desenlace fue victorioso y alentador, no por eso fue menos inquietante. Reveló, en primer lugar, el paradójico estado en que se encuentra la comunidad y sistema cultural en Chile, atravesado por la fachada de un orden al parecer más destinado a la contención (¿bajo el peso de la noche?) que a la gestión interesada en la actividad cultural misma.

Más allá de las personas involucradas, el problema evidenciado fue, a fin de cuentas, el mal funcionamiento de un sistema cultural ante el cual incluso las propias autoridades se ubicaron, por momentos, satelitalmente (pese a la responsabilidad que les cupo en el asunto). Mas allá de las posiciones en la constelación cultural, todos sin excepción coincidieron en que esto no debiera haber pasado jamás.

Paradójico fue ver a una comunidad unida haciendo presión sociomediática y, más temprano que tarde, el deseo de solucionar el impase por parte de las autoridades enteradas gracias a la prensa y a los mediadores que gestionaron la salida. Si bien regularmente las autoridades máximas suelen ser de orden político y rara vez provienen del ámbito de la cultura, hay que decir también que muchos de los actuales oficiantes en cargos administrativos intermedios antes fueron o paralelamente son artistas, investigadores y agentes culturales que antes estuvieron fuera de la administración y que, inclusive, concurrieron ante el mismo fondo en fechas pretéritas. Es complejo ver a una comunidad dividida entre quienes ofician de administradores y quienes concurren como postulantes a una ventanilla supuestamente abierta, pero detrás de la cual por momentos no parece haber nadie o bien, cuando aparece alguien para atender lo hace solamente si es conminado por el Superior o fiscalizador correspondiente. Nunca supe bien si las posiciones discursivas esgrimidas (léase políticas o ideológicas) coincidían con las realmente asumidas o accionadas. En todo caso, como alguien certeramente señaló, esto nunca debió escalar a lo que llegó. Nadie debiera mendigar por hacer valer lo justo, ni menos descuidar sus deberes por defender sus derechos. El desenlace llega, así, con algo de dulce y algo de agraz, mezclando felicidad y tristeza, optimismo y cierta amargura; en un epílogo de luces y sombras que paso en seguida a detallar.

Como primera cosa, es significativo y positivo el que haya sido la propia SEREMI Alejandra Novoa quien entregó personalmente el cheque con los recursos que estábamos solicitando. Una señal y un gesto que se agradece. De algún modo, un reconocimiento implícito de la gravedad de lo sucedido. El compromiso expresado ese día por mejorar los procedimientos debe ser implementado a la brevedad y ojala haya prontamente señales de ello que podamos celebrar.

Esta minuta de análisis, antes del viaje, es también una carta de agradecimiento. De no ser por la solidaridad de los músicos, musicólogos, actores, escritores, profesores, periodistas, bailarinas, y toda la gente de la cultura que se preocupó del tema, esta carta no tendría eco ni sentido alguno. Es necesario, en primer lugar, reconocer y agradecer la intervención de Intendenta metropolitana, Carla Rubilar, quien fue determinante en las últimas horas, así como también la intercesión del Concejal de San Bernardo, Luis Alberto Navarro, gran amigo que ayudó mucho, lo mismo que Claudia Andrea Aranda, a quienes debo gratitud eterna.

Sin embargo, tales intervenciones vinieron a concluir felizmente un proceso que se inició con la luz de la conciencia, nacional e internacional, que apuntó directamente al oscurantismo burocrático, inicialmente ciego, sordo y mudo; indolente hasta que el proceso comenzó a escalar viralmente a través de las redes y los escasos medios críticos interesados, lo que hizo estallar el asunto. Fue ese clamor el que llegó hasta las puertas del palacio e hizo que la autoridad nos recibiera.

Pero en esta minuta se entreveran los agradecimientos y la ola de sentimientos y reflexiones que marcaron el devenir de esta fase previa a la ponencia donde hablaremos de las voces rezagadas, las voces olvidadas, antiguas y futuras, actualmente no escuchadas dentro de nosotros como comunidad, flotando aún sobre este proceso donde hubo (y todavía hay) algo de dulce y algo de agraz.

De dulce: Las conmovedoras muestras de generosidad y abnegación solidaria que nos alentaron a seguir, sintiendo que no todo está perdido. Algunas personas, incluso, estuvieron dispuestas a cubrir de su bolsillo la totalidad o parte del monto demandado. Amigos reencontrados y nuevos, comunidades organizadas que hicieron valer su sentido al defender principios y derechos culturales fundamentales fueron luces en momentos de oscuridad. De dulce también: mi alegría al emprender el vuelo.

De agraz: ¿qué pasará con los otros muchos colegas y artistas que están en similares o peores situaciones que la que yo viví? No se trata de ser malagradecido, pero tampoco de obviar lo que este caso mio destapó: la precariedad del sistema cultural y la vulnerabilidad a que se expone quien apela a ella. La Sociedad Chilena de Musicología ha decidido realizar un catastro de casos y representar ante las autoridades la necesidad de acelerar los procesos.

De dulce nuevamente: las personas que, tras el mostrador o delante de él, intentaron subsanar las deficiencias del sistema; pero de agraz: el irrestricto apego a las normativas de una “nomocracia” (gobierno de las leyes) que desconfía de la democracia e impone su paternalismo sobre una sociedad que aún sigue sin soberanía en sus regulaciones y que termina usando el recurso del patrón de fundo que pasa por encima de sus propias leyes para imponer su autoridad con un timón que debilita la propia sustancia del orden que tanto dice cuidar o defender.

De Agraz: constatar lo profundo que ha calado la decepción y la resignación en quienes, desengañados ante semejantes o peores abusos por parte del sistema cultural chileno, optaron por no apelar más al Estado como representante y garante del bien común. Una renuncia que, al desistir o abandonar la arena de la furia, se debate entre la derrota, la creación de una precaria escena independiente o la resuelta adscripción al modelo de emprendimiento individualista imperante donde el “me salvo solo y como pueda” deriva peligrosamente en el “no estoy para salvar a nadie”. Pero, si bien no se trata de arrogarse la representación de otros, tampoco debiéramos validar la rutina de una casuística que confirma la regla infantilizadora de que “el que no llora no mama”.

Aquí, más allá de la queja (válida y comprensible, por lo demás) lo que hubo fue una crítica, en el entendido que Foucault da a esta palabra como “el arte de no dejarse gobernar de una cierta manera”, porque la queja traspasó la valla del desahogo y ahora se dirige hacia la propia revisión de intenciones y procedimientos, hacia la introspección de nosotros como sociedad. Solo así la crítica tiene sentido y nos libra de nosotros mismos a fin de encontrarnos todos en la desnuda libertad de sabernos iguales.

Entonces, junto con objetar a quienes nos limitan, debiéramos emprender el examen de lo que nos jode por dentro, como comunidad y como individuos, como cultura y como país. Porque es ahí donde, en realidad, el poder está operando y tejiendo las hegemonías que nos regulan y desquician. Como alguna vez dijera el psicólogo norteamericano Jerome Bruner, “la elocuencia del poder, está en el silencio que genera”. Hay que sacar la voz y escuchar ese silencio. Al fondo de todo esto hay un nosotros que nos une y quizá podría sacarnos de esta carnicería romana en que se ha convertido el coliseo cultural postmoderno que, tontamente, aceptamos.

Quizá por eso fue tan emocionante la unidad lograda. Valiosa, pues pareció por momentos rearticular los lazos de una comunidad fragmentada por el miedo y la decepción. Voces no siempre escuchadas sonaron en el silencio digital de manera estentórea y clara. Desde Estonia hasta Lima, desde México hasta Melipilla, la voz de la justicia tomó estas febles gargantas nuestras para elevarse en algo que nos excedió e iluminó desde el coro mismo que, entonces, formamos. So pena de que me acusen de idealizar o sublimar esto (los integrados y drones del nuevo sistema ya sobrevuelan nuestras cabezas), eso fue lo que significó para mi la cantidad de posteos on line escalando a los medios masivos con el clamor indignado que se hizo sentir en este caso. Pero fue la generosidad, sin embargo, la que ganó. No la ira. No hubo odiosidad, vulgaridad ni inquina deslenguada en los mensajes de facebook. Hubo respeto y claridad, debate y emoción; altruismo y sentido juicio crítico.

Es cierto que algunos hubiesen preferido la maniobra sigilosa o la discreción del lobby, la conversación de pasillo o el llamado telefónico directo. No el bullicio público y la polvareda digital escrita que se levantó. Los comentarios subrepticios y amargos que se deslizaron por Imbox o interno, delatan la existencia de una gran decepción frente a la “máquina cultural”, ya “maquinación” desde que el tinglado empresarial comenzó a sostener la cultura en Chile. Muchos, como dije, han desistido o “tiraron la esponja” cansados de FONDART y su concursabilidad denigrante. Otros, en cambio, viven temiendo la expulsión del falso paraíso existencial del capitalismo: el éxito, tan precario como aprovechable, y ante el cual hoy se prosterna el emprendimiento de quienes otrora fueron víctimas y hoy predican optimismo y proactividad desde la empinada ola del exitismo. Desprecian la queja, porque creen no tienen ya de qué lamentarse. Perder eventuales y potenciales riquezas en el campo de las posibilidades concursables es una pesadilla que no desean volver a vivir. Prefieren la expectativa procrastinante al supuesto veto al cual yo, presumiblemente, me habría expuesto ante los capataces del concurso en que se convirtió la cultura en Chile. Pero si el costo es ese, que ese sea. De alguna manera, provengo de la intemperie, de la inexistencia y el bajo perfil de un pensamiento precario, fallido y torpe. Pienso, luego no existo. Gracias por el Descarte. Prefiero la inexistencia en medio de la arena crítica, a la vacuidad del pánico a perderlo todo, cuando en realidad lo único que se tiene como capital es el miedo a los leones del culturicidio. Raúl Zurita me dijo una vez que siempre y por más que intentáramos hablar a través de las palabras, ellas siempre terminan hablando a través de nosotros. El lenguaje nos atraviesa y de ahí bebemos. Pero somos porfiados, no entendemos. Ni pena ni miedo, y nos quedamos en la pena, algo preferible al miedo. Ni dulce ni agraz, pero aún así rescatamos lo dulce.

Quizá el mas valioso capital de todo esto sea la amistad y la solidaridad que encontré en ustedes. En Valentina Castizaga, bailarina a quien agradezco su generosa ayuda. En personas como Jorge Wollaus quien me ofreció su apoyo en Graz mismo, misma gratitud que tengo hacia a mi inseparable amiga la bailarina Paulina Abufhele por su ayuda intelectual y logística. Agradecer a Jasmin del amanecer y a Diego Betancourt su incondicional afecto como familia, tan importante en situaciones como la vivida, así como la fidelidad que también agradezco de mi amigo Arturo Pozo Escobar. Y cómo no dar las gracias igualmente a los intelectuales del mundo que solidarizaron con mi causa: al filósofo belga Luc Delannoy que escribió desde Estonia; a los musicólogos mexicanos Rubén López Cano y Maria Luisa de la Garza; a las investigadoras argentinas Berenice Corti, Viviana Parodi y Victoria Polti; a la etnomusicóloga colombiana Ana María Ochoa y al musicólogo también colombiano Diego A. Gómez, al músico, etnomusicólogo y escritor peruano, Dr. Julio Mendívil (con quien me reuniré en Viena), etc. Lo mismo que la solidaridad internacional enviada por ilustres músicos chilenos desde las más diversas latitudes del mundo: Raúl Gutiérrez y Cristián Mendoza (Ciudad de México, México), Tania Naranjo (Suecia), Alvaro Collao (quien incluso escribió cartas a las autoridades chilenas, desde Viena). También resultó relevante la misiva presentada por la Sociedad Chilena de Musicología (SCHM), leída por Alejandro Vera ante el Consejo de la Música (CFMN). Por otro lado, el musicólogo Juan Pablo González, miembro del mismo Consejo (CFMN), me hizo saber de la preocupación de esta entidad frente a mi denuncia. Ante el mismo Consejo presentó su inquietud el Consejero de la SCD, el músico Andrés Pérez, quien me llamó para canalizar una carta mía dirigida a la misma asamblea (CFMN). Gracias a Sergio Hashiguchi, por su generosa y permanente ayuda en estos años, lo mismo que a Cristóbal Massis, músico que encendió la alarma entre sus pares (a Natalia Ramírez, Orlando Avendaño, Claudio Rubio, Carmen Paz, Roberto C. Lecaros, Alvaro Zavala, Rodrigo González, Carmen Aguilera, Nelson Oliva, Gustavo Cisternas, Mario Feito, Boris Ortíz, Felipe Riveros, Nicolás Reyes, Paquita Rivera, Rachel Delgado, Ignacio González, Italo Aguilera, Jorge Caraccioli; Juan Cristóbal Aliaga, Fernando Raín, Andrea Gutiérrez, Nelson Arriagada, Carlos Saunier, etc.; a los/las gestoras culturales: Alejandra Araya Hernández, Fulvio Casanova, Day Osorio, Carolina Chacana, Danae Toselli, Paula Valdivia, Rosa Angelini y a Willy Jimenez Torres desde Lima; a la aoctores y actrices Ana Maria Gazmuri, Cristina Tocco, Roberto Nicolini, Oscar Castro, José Secall, Bárbara Wilson, etc. También a mis colegas de la radio: Pablo Dintrans (que se sumó desde Barcelona), a Nanito Chasky, a Hernán Zúñiga; y a mis amigos académicos: Dr. en Literatura Cristian Cisternas, a los investigadores y músicos Federico Schumacher, Pablo palacios Torres, Osiel Vega, Rodrigo Torres, ; a la Dra. en literatura Laurina Rastelli Solano (desde Alemania), Daniel Ramírez (desde Paris), PhD. Verónica Donoso (desde Belgica), etc. Los auditores de Holojazz sin duda fueron un gran apoyo, lo mismo un sinnúmero de chilenos que viven fuera del pais, como Alejandro Bravo que se sumó desde Londres o Eduardo Gatica desde Canadá. Finalmente agradezco al insigne poeta José María Memet que no dudó en apoyarme.

Claro está que el retraso no fue gratuito (los valores de pasajes aéreos y reservas de hoteles y hospedajes ya subieron, por lo cual he debido apelar a la hospitalidad de un amigo chileno en Graz), pero como dice el sabio dicho popular: “no hay bien que por mal no venga”. Nunca habría sabido de ustedes de no ser por lo ocurrido.

Gracias a todos, sobretodo a los que seguirán levantando la voz como Legión, porque somos muchos. De seguro, nos seguiremos encontrando acá o acullá, de todas maneras al fondo de este Chile sumergido, a veces cansado con un cajón de estrellas sobre sus hombros pero siempre fuerte en el aguante, por más que a veces parezca reptilíneo en los pasillos huracanados del atajo y el proceso abreviado, la excepción y la discrecionalidad permanente que, por ahora, caracterizan a la cultura en Chile. A la vuelta del viaje, y quizá durante, les escribo para contarles de cómo me va en Austria.

Sinceramente,

Miguel Vera-Cifras
veracifras@hotmail.com
Programa Holojazz
Radio Universidad de Chile

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile