Todos alguna vez hemos escuchado la siguiente frase: “No podemos pensar en descentralizar porque se van a robar y malgastar toda la plata”. Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo, decía Wittgenstein, y ese argumento dice mucho sobre las razones para explicar el lento avance en materia de descentralización.

Si ese es el argumento centralista por excelencia, ¿Por qué ha costado tanto hacerse cargo de él? La razón está, principalmente, en la profundidad de los cambios requeridos para revertir la situación.

Los problemas de las regiones son infinitos y estructurales, tienen su punto de partida en una legislación fragmentada de las unidades territoriales, que trata a la región, la provincia y la comuna como si no compartieran el mismo espacio físico. Esto genera enormes costos en términos de colaboración y coordinación, elementos claves para una descentralización exitosa.

Por otro lado, la capacidad de las regiones ha sido el lugar común más utilizado para frenar el proceso. Para resolver el tema, necesitamos, entre otras cosas, mayor creatividad en el uso de los mecanismos que otorga la ley. Un ejemplo son los llamados convenios de programación, que consisten en acuerdos de inversión pública entre gobiernos regionales y ministerios.

A pesar de no existir limitaciones en cuanto a las materias que pueden abordar estos convenios, generalmente se han utilizado para financiar inversiones de tipo social relacionadas con Obras Públicas, Salud, Vivienda y Urbanismo, aunque cabe destacar a la región del Bío Bío, que ha salido de la práctica común suscribiendo convenios orientados al fomento productivo.

Si nos propusiéramos fortalecer y expandir su ámbito de acción podríamos ir, poco a poco, otorgando herramientas para preparar a los gobiernos regionales para futuros traspasos de competencias. Incluso podría mejorar la coordinación y la colaboración entre niveles de gobierno, en caso de incorporar en la suscripción de estos instrumentos no solo a gobiernos regionales y ministerios, sino que también a otras entidades públicas o privadas, como lo permite actualmente la ley.

Lamentablemente, estamos en un círculo vicioso donde los que están en contra y favor parecieran estar ensimismados en pequeñas discusiones, sin ser capaces de visualizar los problemas de fondo que, tarde o temprano, tendremos que resolver. Esas soluciones surgirán cuando miremos el problema desde nuevas perspectivas, ocupando ciertas herramientas que hoy otorga la ley y que no han sido aprovechadas de la forma más eficaz. En otras palabras, pensando fuera de la caja.

Guillermo Pérez
Investigador Fundación P!ensa

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