La Encuesta Longitudinal de Relaciones Interculturales recientemente publicada por el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas CIIR -un consorcio formado por la Universidad Católica, Diego Portales y Academia de Humanismo Cristiano- ofrece datos reveladores acerca de la identificación indígena en el país.
Por de pronto, la identificación indígena convive con la identificación nacional. Para todos los que se identifican con algún pueblo originario es importante la identidad indígena, pero también lo es ser chileno, a tal punto que una gran mayoría considera que es una mezcla de los dos. Por ejemplo, un 73% de los mapuches se considera a sí mismo una mezcla de mapuche y chileno, y lo mismo sucede con el 77% de quienes se consideran pertenecientes a algún pueblo andino (aymara, quechua, likan antai, colla). Este primer resultado indica que la identidad étnica en nuestro país se sitúa dentro y no fuera de la nación ¿Por qué puede suceder algo semejante?
Otro hallazgo significativo de la encuesta puede ayudar a comprender esto. Se trata, en efecto, de la importancia que tiene las parejas (o matrimonios) mixtos en los grupos indígenas. El 57% de quienes se identificaron como mapuche tiene una pareja (o un cónyuge) no mapuche, entre aquellos que tienen desde luego una relación de pareja. Entre los grupos indígenas del norte esto ocurre en el 51% de las parejas actuales. La probabilidad de que un indígena tenga una pareja no indígena es muy elevada, algo que se acrecienta con la urbanización creciente de la población indígena como se aprecia en el despoblamiento de las aldeas altoandinas en el norte del país y en la migración de población mapuche rural hacia las grandes ciudades, y especialmente hacia la región metropolitana.
Es importante observar que el matrimonio mixto no anula la posibilidad de identificarse como indígena. De hecho, casi la mitad de los que se identifican actualmente como mapuche (46%) declara que alguno de sus padres no era mapuche, es decir proviene de un matrimonio mixto.
Por otro lado, casi dos tercios (63%) de los indígenas que conviven en una pareja mixta identifican a su hijo mayor como indígena. La teoría de la asimilación considera que el matrimonio mixto es el último eslabón en el proceso de integración de un grupo minoritario en la sociedad predominante. Primero viene la disgregación de los asentamientos originales, luego la desaparición progresiva de las costumbres, la lengua y la religión y finalmente, el matrimonio mixto que fructifica en hijos que pierden por completo la identidad minoritaria. Pero las cosas no marchan en este sentido si hacemos caso a estos resultados.
La identificación indígena –aunque no la lengua ni las costumbres- sobrevive bien dentro de matrimonios o parejas mixtas que generalmente se forman fuera de los santuarios originales. Muchas personas continúan identificándose a sí mismas y a sus hijos como indígenas aun cuando viven en grandes ciudades y se han casado con personas no indígenas. No es extraño, sin embargo, que estas mismas personas se declaren chilenas tanto como indígenas y que ambas identidades convivan tal como ocurre en el propio hogar.
Otro dato de la encuesta viene a apoyar este entrecruce de identificaciones. Alrededor del 50% de los mapuches por ejemplo (y con los andinos pasa algo semejante) se identifica racialmente como mestizo, mientras que sólo un tercio lo hace como indígena. Los indígenas no se consideran racialmente indígenas, sino más bien mestizos, lo que ratifica la importancia que tiene el matrimonio mixto entre estos grupos de identificación étnica. La proporción indicada (50%) de indígenas que se considera mestizo es similar a la de los chilenos no indígenas que se considera también mestizo, aunque esto sucede más en el norte que en la zona centro-sur donde predomina una disposición a considerarse racialmente blanco.
Con todo, la probabilidad que tiene un indígena de convivir –es decir, de vivir en el mismo barrio o de emparejarse- con un chileno no indígena que se considere igual que él como mestizo es muy alta en nuestro país. La mixtura matrimonial y la mezcla racial son precursores de una identificación indígena que se asocia muy profundamente a la identidad nacional, al punto que se es mapuche o aimara al mismo tiempo que chileno. Esta forma de constituir la identidad indígena dentro y no fuera de la nación puede explicar los niveles relativamente bajos de discriminación y rechazo que reporta la población indígena, sin perjuicio de que perduren algunas formas más sutiles de desdén y falta de consideración en el trato con indígenas. La encuesta indica también que la percepción de conflicto interpersonal es mucho más baja que la de conflicto institucional y que se confía en los indígenas tanto como se hace con cualquier otra persona. Este ambiente de tolerancia y asimilación en las relaciones interpersonales tiene, sin embargo, un talón de Aquiles en la dificultad que se produce a la hora de reconocer cultural e institucionalmente una diferencia indígena.
Muchos continúan observando el problema indígena solamente como un problema social que se resuelve con empleo, educación y con mucho a través de restitución de tierras o la defensa de derechos de agua. La dificultad para reconocer constitucionalmente a los pueblos originarios o para generar políticas activas de discriminación positiva es una indicación de esta dificultad. La diferencia indígena tiende a esfumarse acicateada por la desaparición progresiva de las lenguas y la cultura originarias que obligan a plantear desesperadamente la demanda de reconocimiento en un plano político e institucional que, sin embargo, se sigue postergando ante la indiferencia general.
La encuesta que se comenta parece decir lo siguiente: nadie debería esperar que la identificación indígena decaiga demasiado a pesar de la importancia del proceso de asimilación medido, por ejemplo, a través del matrimonio mixto. La identificación indígena no desaparecerá como ha sucedido con las lenguas y será articulada políticamente cada vez con más insistencia. La dificultad de observar la diferencia indígena en este plano, sin embargo, es evidente, seguramente porque es difícil obtener reconocimiento institucional para una diferencia que no se observa claramente en las relaciones interpersonales. Tampoco los grupos radicales ayudan en esta tarea.
La encuesta indica claramente que la gente espera que los conflictos indígenas no desborden el cauce institucional y se resuelvan pacíficamente. Estos grupos impiden sistemáticamente institucionalizar una demanda de reconocimiento y ahondan muchas veces las dificultades para aceptar la naturaleza política que adopta crecientemente la identidad y la demanda indígena. Por lo demás, los grupos radicales tienen pocas chances de representar una identidad indígena que está tan imbricada con la nación.
Eduardo Valenzuela
Decano Facultad de Ciencias Sociales UC
Investigador principal CIIR