Por:
Isidora Rojas, Daniel Araneda y Francisca Muñoz
Grupo de Políticas Públicas
Enseña Chile

La motivación y aprendizaje de nuestros estudiantes están en juego. Mientras el modelo educativo siga desenvolviéndose en aulas que operan de la misma forma que hace 100 años, que basan el aprendizaje en un currículum capturado por incentivos que terminan limitando la posibilidad de desarrollo de los estudiantes y con una formación docente descontextualizada, la escuela no se transformará en un lugar motivador para el estudiante, seguirá siendo un espacio disociado de su contexto local y seguiremos escuchando cada mañana: ¡Hoy no quiero ir a clases!

Tenemos un sistema educativo que no produce suficientes aprendizajes significativos sobre todo en los estudiantes de menores ingresos económicos del país. Creemos que la ausencia de procesos de aprendizaje significativo obedece a lo que hoy se enseña y la forma en que se enseña.

El aprendizaje significativo, se produce cuando los estudiantes vinculan nuevos contenidos con otros preexistentes, tienen aprendizajes relacionados con el contexto sociocultural y la motivación es una pieza clave que incide en su nivel de aprendizaje.

Basta con entrar a una sala (estructurada de la misma manera que hace un siglo) y verá la diversidad de estudiantes: los inquietos, los que ponen atención al pizarrón, los que están en silencio, los que conversan, juegan, dibujan, los que están tirados arriba del banco. ¿Estamos seguros que lo que pasa en la salas es significativo para sus vidas?, ¿Se vincula el aprendizaje con sus experiencias, contextos y motivaciones? Nos atrevemos a decir que no.

Creemos que la ausencia de procesos de aprendizaje significativo obedece a dos razones:

1. El Sistema Educativo hoy no los motiva. La evidencia, Hixson, N. K., Ravitz, J., & Whisman, A. (2012) y también nuestra experiencia, nos permiten señalar que lo que entusiasma a un estudiante es trabajar sobre problemas reales; tener la posibilidad de elegir lo que harán; poder trabajar con sus pares; y generar un producto que puedan mostrar. A modo de ejemplo, ¿Qué eligen hoy los estudiantes? su nivel de participación se reduce a un consejo de curso que decide hacer una completada, la elección del centro de estudiantes, la forma de recolectar recursos, temas poco relacionados a lo que aprenden y cómo lo aprenden. ¿Trabajan con sus pares? al parecer, la sala sigue diseñada para que el protagonista sea el profesor. Según Bruns y Luque (2014) en América Latina los profesores utilizan profusamente el pizarrón y hay escasa participación de los estudiantes, la que se limita a la interacción profesor estudiante y no con sus pares.

2. El Sistema Educativo no se adecúa de manera directa al contexto. A los estudiantes los motiva resolver problemas o incógnitas reales relacionadas a su contexto. Hoy el currículum nacional se postula como orientador o flexible, esperando que los docentes y el equipo directivo lo miren como una “carta de navegación” para que lo puedan articular a partir de la reflexión colaborativa docente. Sin embargo, en la práctica, dada su extensión y la presión que ejercen las pruebas estandarizadas sobre los establecimientos educativos, existe poca contextualización y se termina siguiendo al pie de la letra los planes y programas diseñados por el Ministerio de Educación sin atender la realidad local de cada establecimiento.

Hoy existen escuelas que se están atreviendo a usar estrategias innovadoras, ejemplo de ello es la metodología de Aprendizaje Basado en Proyectos, desafiando y comprometiendo a los estudiantes para que resuelvan problemas de la comunidad aplicando sus aprendizajes.

Sin embargo creemos que la responsabilidad de pensar cómo posibilitar aprendizajes significativos que motiven y se contextualicen a los diversos contextos de Chile, no puede quedar delegada exclusivamente a las escuelas. Hoy existen barreras sistémicas que impiden que la escuela se cuestione el modelo en su conjunto.

Sobre esto, dos noticias han reflejado, de alguna forma, la crisis del modelo educativo. La primera se refiere al anuncio sobre la eventual salida de filosofía del currículum nacional, que nos invita a reflexionar acerca de cómo se ha estructurado la entrega de los contenidos y habilidades, pero además las asignaturas que deben ser enseñadas. ¿La proporción de las distintas materias es adecuada a lo que necesitan e interesa a los estudiantes? Por ejemplo, para segundo medio, más de un tercio de las horas semanales corresponde a las asignaturas de lenguaje y matemática, proporción que aumenta si las horas de libre disposición se transforman en talleres de reforzamiento de las mismas asignaturas. El tiempo dedicado a otras materias como arte, música y educación física, que permiten el trabajo de la creatividad y otorgan mayores oportunidades de motivación, apenas son cuatro horas según las últimas bases curriculares.

Por lo anterior, vale la pena que nos preguntemos como sociedad ¿qué educación queremos? Y cómo esta se reflejará en el currículum. Probablemente la respuesta sea diversa: según las distintas regiones y sus distintas necesidades, que harán relevante la urgencia de contextualización y adaptación de éste.

La segunda noticia referida a pérdida del bono de excelencia por parte del Instituto Nacional, nos recuerda que para que podamos flexibilizar el currículum poniendo como foco aquello que motiva a los estudiantes, necesitamos que las pruebas estandarizadas no tengan las consecuencias actuales. Difícil será que una escuela decida su programa de estudio en base a criterios de pertinencia y necesidad si gran parte de su presupuesto estará en juego por la alta ponderación (65%) que tiene la prueba SIMCE para recibir subvención por excelencia. Esto obliga a las escuelas a concentrar sus esfuerzos en las asignaturas, contenidos y habilidades que se miden en esta prueba. Mismo fenómeno ocurre con el sistema de selección universitaria que al basarse exclusivamente en una prueba como la PSU, limita la posibilidad de adaptación y contextualización curricular.

Si bien hay incentivos sistémicos que hoy limitan la contextualización, la motivación y por ende el aprendizaje significativo, no basta su análisis, modificación y/o eliminación. También se requiere que la formación de los/as profesores/as genere prácticas que permitan la aceptación de diversidad de intereses, contextos y ritmos de aprendizaje y los capaciten para planificar y evaluar contextualizada y significativamente, dado que por muy flexible que pueda ser el currículum, no habrá aprendizajes significativos sin un/a profesor/a que medie en ello.

Por lo mismo, vale la pena volver a reflexionar qué educación queremos y qué acciones tomamos para que así sea. La motivación y aprendizaje de nuestros estudiantes están en juego. Mientras el modelo educativo siga desenvolviéndose en aulas que operan de la misma forma que hace 100 años, que basan el aprendizaje en un currículum capturado por incentivos que terminan limitando la posibilidad de desarrollo de los estudiantes y con una formación docente descontextualizada, la escuela no se transformará en un lugar motivador para el estudiante, seguirá siendo un espacio disociado de su contexto local y seguiremos escuchando cada mañana: ¡Hoy no quiero ir a clases!

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