Es realmente increíble ver cómo muchos de los actuales alcaldes que van nuevamente a la reelección guardan parte importante de su batería presupuestaria para inaugurar y cortar cintas en los meses previos a los comicios. Habitualmente contra el tiempo, en condiciones poco presentables y en otras tantas ni siquiera con los permisos legales.

Hace recordar las ya anecdóticas y ultra comentadas historias del “cumplimos” de Trivelli en relación a la Alameda, haciendo referencia a su reinauguración, llena de baches por los demás; algunas más vergonzosas que otras, como la reinaguración ya ultra comentados del Hospital de Curepto, con enfermos imaginarios que inauguró la presidenta Bachelet en su anterior período; al aterrizaje del presidente Piñera en el aeropuerto de Temuco que no tenía torre de control; o la primera piedra del hospital de Puente Alto que se inauguró y al día siguiente fue removida por no existir nada. En fin, historias hay varias, unas más vergonzosas que otras, pero es una tónica con un denominador común, inducen a error y confunden, exprofeso, al electorado.

Un buen alcalde, que administra sus recursos de manera seria, no puede postergar proyectos para que calcen con las elecciones. El actual alcalde de Calama, Esteban Velásquez, rompió todo el centro de la ciudad justo este año para inaugurarlo en fechas de campaña, dejando en el camino un tremendo daño a la actividad comercial de la ciudad. El alcalde Guevara de Lo Barnechea invitó al presidente Piñera a la inauguración del ascensor del Cerro 18, pese a que en ese momento no contaba con la recepción final de su propio municipio.

Un buen administrador destina sus recursos de acuerdo a las necesidades, a los requerimientos y demandas, y no para mostrar resultados cortoplacistas que inevitablemente saltarán después; no nos olvidemos que lo barato cuesta caro, qué mejor ejemplo que el Puente Cau-Cau, o el mismo ascensor de Lo Barnechea que por la premura de inaugurarlo ha estado más tiempo arreglándose que funcionando y no dudo que las nuevas instalaciones municipales, inauguradas en estos días van a caer en las mismas irregularidades y falencias.

El 23 de septiembre todos los alcaldes deben dejar sus cargos, por lo mismo es que en estos escasos días (que incluye Fiestas Patrias) los veremos más activos que nunca, para que ya logrando la reelección, pasen al olvido hasta la próxima campaña. Somos una sociedad cortoplacista, de resultados inmediatos y ello nos ha llevado en más de una oportunidad a elegir con la última sensación que nos quedamos, olvidando lo que se haya hecho anteriormente o dejado de hacer. Como el voto es un proceso reflexivo y no impulsivo, es bueno analizar en el global el actuar edilicio. Meter un gol en el último minuto no significa necesariamente que el partido fue bueno, y esa analogía es la que es recomendable hacer al momento de acercarnos a las urnas.

Elegir a nuestras autoridades municipales es una decisión que nos acompañará por los próximos cuatro años, y como es tradición en política lo que se prometió hacer en cuatro años y no se hizo, no se va a hacer en ocho. Quedan entonces las preguntas abiertas ¿Cómo y cuándo este alcalde se preocupó por mis intereses comunales? ¿Cuántas veces el concejo hizo eco de mis demandas? Es una tremenda oportunidad para analizar entre la continuidad y el cambio; para no restarse de un proceso tan relevante, sino que sumarse y concurrir a las urnas a plantear su parecer con el rumbo de nuestra comuna, y la idoneidad y ética de nuestros representantes.

En la elección municipal pasada votó sólo el 43% del electorado, que además es un votante ya identificado por los alcaldes y es a ellos a quienes les hablan; no es de sorprender la cantidad de visitas a hogares de adultos mayores, comidas, bingos, paseos que hacen con ellos en precampaña (sirviéndose obviamente de recursos municipales), ese es su voto duro, ese es parte importante del 43% que concurrirá el 23 de octubre a votar. Sin embargo, si el otro 57% -en su mayoría ciudadanos entre 18 y 36 años (millennials)- decide sumarse en estos comicios, el rumbo de la elección será un enigma que puede cambiar el rumbo de la política tradicional chilena y de la manera de cómo éstas se hacen.

Por:
Felipe Vergara
Académico UNAB

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile