Que la política exterior requiera una actualización de sus objetivos, no tiene tanto de novedad como sí de exigencia para el tipo de viabilidad futura al que aspira nuestro país. No es solo porque estamos en un mundo más interdependiente, convulsionado e impredecible, menos lineal en las alianzas y más polarizado en sus pugnacidades, sino porque los activos que le dieron a Chile robustez internacional muestran un desgaste que la política exterior debe atender.
El deterioro de diversos indicadores que sustentan la calidad de vida en Chile, impactan en el bienestar y la seguridad de nuestros habitantes -por ejemplo con el aumento del crimen organizado y narcotráfico- y retratan la vulnerabilidad de nuestras fronteras.
El contexto internacional de Chile es cada vez más disímil de aquel que imperó durante el cultivo de los principios y objetivos de la acción internacional del país, pues la reconfiguración del orden internacional presenta a actores que retan la supremacía de EE.UU, y a otros que están ejerciendo nuevas demandas en campos que requieren de una dedicada atención del país.
El norte y los recursos naturales; el sur y el Estrecho de Magallanes
En este sentido, el valor de la geografía ha anotado un giro y recuperado un sitial internacional preponderante, a la luz de una renovada competencia por los recursos naturales y alimentos. Chile alberga una abundancia de ellos y si a esto se suma su posición geográfica privilegiada, entonces integrar esta variable en su acción internacional se torna estratégico.
Lo anterior no solo sirve para entender las condiciones, el peso y las capacidades internacionales de Chile, sino porque el bienestar, la seguridad y la calidad de vida de sus habitantes dependen cada vez más de cómo el país enfrenta sus propias condiciones externas.
Asistimos a una mayor demanda de las potencias por los recursos mineros metálicos y no metálicos, situados en el Norte Grande, en el noroeste de Argentina y en el occidente boliviano. Estos últimos rentables si usan nuestros puertos del norte para sus exportaciones al Asia Pacífico.
De 77 proyectos de cobre, litio, oro, plata, plomo y uranio situados en las provincias argentinas de Jujuy, Salta, Catamarca y San Juan, 45 tienen como principal inversor a países del Asia/Pacífico, con gran incidencia de Canadá en los no metálicos y China en litio.
Si a estos se suma la minería boliviana, las regiones de Tarapacá y Antofagasta pueden divisarse como un “hotspot” que nuestra política exterior debe mirar (y ponderar) con más acuciosidad y profundidad.
¿Qué significa que las cadenas logísticas de la minería argentina y boliviana sean viables a través de los puertos del norte chileno? ¿Son una variable de relevancia para la política exterior de nuestro país?
Sin embargo, estamos ante un fenómeno tan heterogéneo como diversa es la geografía chilena, ya que, en la otra punta del país, por ejemplo, el flujo de embarcaciones que atraviesan el estrecho de Magallanes, ha aumentado estos años. De 2.233 buques en 2021 pasamos a 2.359 en 2023, un tránsito que aumentará a la luz de las inseguridades políticas y ambientales que anotan los pasos marítimos más importantes para el comercio mundial.
¿Qué valor político encierra para Chile el Estrecho de Magallanes? ¿Le robustece en el campo internacional?
Política exterior e incertidumbre ambiental
Por otro lado, también la incertidumbre ambiental centraliza hoy debates internacionales y compromete la geografía y el territorio de nuestro país. La creciente actividad pesquera en la milla 201, que opera sin regulaciones y depredan los recursos pesqueros, abaratando su precio internacional, ocurre en la misma geografía austral donde potencias agitan agendas que retan a un sistema antártico que descansa en la intangibilidad.
¿Es viable refugiar la política antártica chilena en un sistema antártico que incomoda a las potencias que desafían al derecho internacional (guerra de Rusia contra Ucrania)?
Otro ejemplo es la sequía que afecta estructuralmente al país, ya que un porcentaje similar o incluso superior al 50% de las aguas continentales que escurren por el territorio continental chileno, provienen o fluyen por cuencas hídricas compartidas, que obligan a una gestión acordada internacionalmente. Si con Argentina existe un acuerdo bilateral de gestión, con Bolivia y Perú no se ha avanzado en ello, normalizando extracciones ilegales y dañinas para nuestras comunidades en Arica y en el altiplano.
Se vuelve cada vez más central para el futuro del país poner en valor político las fortalezas de los territorios dentro del país que albergan los principales recursos naturales, sus espacios marítimos y proyección oceánica, ponderando y estudiando cada una de las regiones país. Tematizar el valor político y económico de nuestras regiones, algunas de las cuales – particularmente las extremas -, han sido relegadas históricamente, es condición fundamental para comenzar a incluirlos como variables en una nueva modalidad de inserción internacional de Chile.
Comprometer en esta tarea el concurso de la academia, las regiones y los diferentes sectores económicos, no solo permitirá validar estrategias amplias de política exterior, sino que contar con mecanismos que permitan evaluar sus resultados, y efectuar modificaciones estratégicas periódicas.