La noche del 25 de enero del 2017 se transformó en una pesadilla para los habitantes de la localidad de Santa Olga. Así como estas tres mujeres, miles de personas de la zona central del país lo perdieron todo debido a los incendios forestales.

Este domingo se celebró en el país el Día de la Madre, una fecha que es considerada por el comercio como una “segunda Navidad”, pero que por otro lado, invita a la sociedad a reflexionar sobre lo tenaz y resiliente que puede llegar a ser una mujer cuando la vida le pone obstáculos.

Resulta difícil no conmoverse, por ejemplo, con el testimonio de Macarena Sánchez, quien tiene 23 años, es técnico en Enfermería del Hospital de Constitución y tiene una niñita de cinco años llamada Sofía Aravena, por la cual ha salido adelante tras haber perdido todos sus bienes en la catástrofe.

“Es bonito lo que está pasando ahora. Gracias a Dios tuvimos la bendición de estar en nuestro hogar, ya desde diciembre que estamos acá, así que contenta de pasar el Día de la Mamá con mi hijita en nuestra tierra. Esto tiene un valor especial porque no hay como tu hogar, en el lugar donde uno creció”, expresó Macarena al Diario El Centro.

Recuerda perfectamente cómo fue ese día que su vida y la de su familia dio un vuelco en 180 grados.

“Yo estaba trabajando y tenía muchas llamadas perdidas de mi tía porque yo no le podía contestar. Después devolví el llamado y me dijo ‘hijita vaya a ver a su mamá’, porque mi mamá se quedó acá, ‘porque dicen que Santa Olga se está quemando”, relató.

“Pedí permiso a mi jefa y me vine para acá y fue igual que una película de terror. Había mucho fuego por todas partes, humo, un calor insoportable. Mi mamá no quería dejar sus cosas que le costaron tanto porque ella nos crió a las tres hermanas solita, no quería salir hasta que la convencimos”, explicó la joven.

Hoy, mirando todo lo que ha pasado, siente orgullo de lo que ha logrado. Para Macarena no ha sido simple, pues cuando Sofía tenía tres semanas de vida, debió entrar a estudiar su carrera o perdería la beca.

Como muchas, cuenta afortunadamente con el apoyo de su mamá, Donatila, lo que le ha permitido poder desempeñarse laboralmente y brindarle una mejor calidad de vida a su familia.

Ser papá y mamá

Jacqueline Bustos tiene 25 años. En este momento está sin trabajo pero se las ingenia para sacar adelante a su pequeñito de siete meses, Franco Carrasco, pues es mamá soltera.

Hace cinco meses que volvió a vivir a Santa Olga y, recordando lo vivido ese verano del 2017, indicó que “cuando fue el incendio, yo tenía recién un mes de embarazo”.

“No estaba acá, estaba en el sur y sin poder rescatar nada. Yo vivo con mis tíos, pero ellos igual estaban preocupados por mi abuelito que estaba en cama y que no pudo sacar sus cosas. Se perdió todo. Igual es lamentable porque yo desde que nací que he vivido acá y de acá no me cambiaría por nada”.

La joven madre contó que en noviembre del año pasado recibió su casa nueva.

“Estamos súper contentos, aunque igual son más pequeñas que las casas que teníamos, pero estamos en familia, así que estamos bien. Y, lo más importante es que tengo a mi hijo y con él pasaré el Día de la Mamá, para disfrutarlo. Esto igual es difícil porque uno es madre soltera y pienso cómo vamos a vivir ahora porque antes el colegio me quedaba cerca, ahora quedará muy lejos. Al final, tratamos de vivir lo mejor posible porque yo sé que el cambio que va haber es para mejor”, afirmó Jacqueline.

En el incendio que afectó a Santa Olga se le quemaron todos sus instrumentos con los que se ganaba la vida como masajista. Ahora está buscando trabajo y mientras tanto vende cosas que le envían desde Santiago.

“Trato de moverme con eso, me las rebusco para darle lo que le falta a mi hijo. Es todo por él”, comentó.

Dar vuelta la página

Verónica Ulloa Díaz tiene 37 años, es dueña de casa y mamá de Estefany (20) y de Antonia, que tiene ocho años.

En 2017 pasó el Día de la Madre en Constitución y este año vuelve a celebrar su día en Santa Olga. “Ahora ya va a ser algo más especial porque vamos a estar en la casita, como familia”, indicó.

Antes de hablar del incendio respira profundo porque “eso que vivimos no se lo doy a nadie. Salimos casi de los últimos esa noche del incendio porque nunca pensamos que el fuego iba a llegar acá. Con mi marido no salvamos nada, quedamos con lo puro puesto y de brazos cruzados”.

“Fue terrible”, expresó, “porque salimos de acá y a la altura de San Ramón, paramos el vehículo y nos pusimos a llorar. Mi hija chica vivió todo este proceso y yo pensé que a ella le iba a costar más superarlo, de repente igual llorábamos juntas pero el dolor más fuerte nos duró como dos semanas. Llegamos a un minuto en que dijimos que hay que dar vuelta a la página y hay que echarle para adelante no más”.

Como buena mamá, sostuvo que “uno no puede echarse a morir, menos si uno tiene hijos. Siempre uno tiene que estar como un roble, para los hijos, ellos se reflejan en uno”.