Una investigación científica está pronta a develar el primer diagnóstico de una biodiversidad que se presume única en el mar de Chile.

Las bacterias thioploca, probablemente testigos del origen de la vida en la tierra, podrían estar involucradas en la gran productividad del mar que atrae a una rica biodiversidad marina.

En Pisagua, una localidad ubicada a 168 kilómetros de la ciudad de Iquique, al norte de Chile, el mar guarda uno de sus mejores secretos.

La organización para la conservación marina Oceana y la Universidad Arturo Prat se encuentran, desde hace casi un año, investigando esta zona. Por medio de un robot submarino conocido como ROV y una drop Cam, los científicos lograron captar imágenes de alta resolución a una profundidad mayor que la alcanzada mediante buceo. Además, se tomaron muestras biológicas para caracterizar, en laboratorio, las especies presentes en el ecosistema.

Aunque las conclusiones científicas aun no están listas, los resultados preliminares muestran que existe “una gran cantidad de vida marina pocas veces vista en otros lugares de Chile” dice Liesbeth Van der Meer.

Esto fue lo que encontraron:

Diversas especies de peces, algas, ballenas jorobadas, delfines nariz de botella, , marsopas, lobos, pingüinos de Humboldt, chungungos y nutrias, nadan en estas agua donde “casi no existen datos científicos -dice Matthias Gorny, Director de Ciencias de Oceana Chile- aunque se sabe que tienen el potencial de convertirse en un sitio prioritario para la conservación, fundamentado por las primeras filmaciones que realizamos”.

Pisagua es un pueblo a orillas del mar que alguna vez no fue tan pueblo, sino una urbe con una importante población que ocupaba los bancos, los edificios de comercios, los tranvías, el teléfono, el telégrafo, el teatro, los hoteles y consulados construidos durante el gran auge salitrero industrial que se vivió en el norte de Chile, hasta los años 1930. De hecho, Pisagua llegó a ser uno de los puertos más importante de la actividad salitrera. Toda esa gloria, hoy semi abandonada, quedó casi estática en el tiempo, como las momias que bien conserva el desierto más seco del mundo.

Foto: Oceana-Mauricio Altamirano
Foto: Oceana-Mauricio Altamirano

Ahí, frente a la costa de esta enigmática localidad donde viven 260 personas, se produce un fenómeno oceanográfico conocido como surgencia. También presente a lo largo de las costas de África del Sur, noroeste de África, oeste de Estados Unidos y Chile-Perú, la surgencia es el movimiento de masas de agua profundas, frías y ricas en nutrientes que ascienden a la superficie, fertilizándola. Una extraordinaria biodiversidad surge entonces, atrayendo a especies de toda la cadena trófica que llegan hasta este lugar para alimentarse.

El equipo de Oceana, con el apoyo de Guillermo Guzmán, académico de la Facultad de Recursos Naturales No Renovables de la Universidad Arturo Prat (UNAP), buscan saber cómo afecta la productividad de la zona a la biodiversidad del borde costero.

La surgencia es una de las razones que explican esa alta productividad, pero es posible que otro fenómeno, que está presente en el mar frente a Pisagua, también influya: la presencia de bacterias thioploca.

Descubiertas en 1962, y dadas a conocer en 1977 por una publicación en la revista científica Nature, se piensa que las thioploca datan de 3.500 millones de años ya que los fósiles de bacterias, que se han encontrado con esa data, son muy similares a estas bacterias.

Inusualmente grandes, las Thioploca pueden alcanzar a medir centímetros, contrariamente a las bacterias comunes que son medidas en micrómetros, es decir, 1 milímetro dividido en 1.000 partes. Así, repartidas a lo largo de unos 3.000 km entre la costa central del Perú y el centro sur de Chile, en una superficie aproximada de 10.000 kilómetros cuadrados, las Thioploca forman mantos espesos en el fondo del mar, constituyendo la comunidad de bacterias visibles más grande del planeta.

Gorny explica que “luego de todos estos años, esta expedición busca estudiar cómo estas bacterias hoy día se distribuyen en la zona. Creemos que tienen relación con la productividad de esta área del mar de Chile”.

El profesor Guzmán, explica que “son escasos los antecedentes biológicos que existen en el sector, motivo por el cual la realización de esta expedición permitirá obtener los primeros datos de la fauna submarina”. Así, se espera que este estudio sea el inicio de investigaciones sistemáticas del ambiente submarino del norte de Chile ya que “sólo así podremos entender qué sistemas son más vulnerables, cuáles tienen una mayor diversidad, qué potenciales especies están en peligro y cuáles debemos proteger”.

Foto: Oceana-Mauricio Altamirano
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