El país vive las elecciones más importantes del último tiempo, ya que por primera vez se elegirán a las personas que redactarán una nueva constitución.

Entre los participantes están los mutilados oculares durante el estallido social, los que desean que sus heridas sirvan para construir un país más justo y con mayores derechos sociales.

“No era necesario que yo perdiera un ojo, pero si sirve para mover la conciencia de la gente que todavía no se avispa… Ojalá que verme, les ayude”, afirmó a Efe el estudiante Dante Davagnino, quien recibió el disparo de una bomba lacrimógena al ojo izquierdo en marzo de 2020.

Desde entonces, lleva una prótesis a la que no termina de acostumbrarse -a veces le duele y le causa picor- y no ha vuelto a marchar por miedo a perder el otro ojo: “Nos reprimieron para silenciarnos, porque no quieren cambios. Fue una agresión calculada”.

Escudado por su familia, el joven de 24 años acudió a votar en la periferia de Santiago “para que todo deje de ser un negocio en Chile”.

“Nunca había votado porque no creo en la política nefasta que ha perpetuado la desigualdad, pero esta vez hay una diferencia: no quiero que todo el sufrimiento sea en vano”, reconoció por su parte a Efe la fotoperiodista Nicole Kramm, disparada el 31 de diciembre en Plaza Italia, el epicentro de la revuelta.

Hoy, más de un año y medio después, ha encontrado “un poco de tranquilidad” -atrás quedaron los ataques de pánico- y ha vuelto a documentar la violencia en las calles, aunque es consciente de que nunca volverá “a ser la misma de antes”.

“Que Gonzalo Blumel, exministro de Interior y responsable político de haber cegado a Gustavo Gatica y Fabiola Campillay (las dos personas que se quedaron completamente ciegas), sea candidato a constituyente es aberrante”, denunció Kramm.

Para que sus casos no caigan en el olvido, una asociación que reúne a decenas de heridos oculares pidió a las víctimas ponerse la mano en el ojo mientras depositan el sufragio: “Si vas a votar, tapa tu ojo al saludar”, reza la convocatoria.

Los jóvenes fueron los motores de las revueltas, interrumpidas por la pandemia, y su participación en las constituyentes será fundamental para darle legitimidad al proceso.

Diego Foppiano, estudiante de 24 años, a quien un perdigón le arrebató el globo ocular izquierdo al inicio de la crisis social, votó por primera vez en los comicios de 2017, que llevaron al poder para un segundo mandato no consecutivo al conservador Sebastián Piñera.

Siempre fue el más político de su círculo, pero cree que sus amigos se van a lanzar a las urnas este fin de semana para “echar a la misma gente que lleva años gobernando el país a su antojo”.

Felipe Riquelme, de 41 años, también cree que habrá un alta participación, aunque quizá no tanta como la del plebiscito de octubre (50,1 %), en la que un 80 % de los ciudadanos decidieron dar carpetazo a la actual Constitución.

Lo que no le gusta es la idea de que las Fuerzas Armadas custodien las urnas la noche del sábado -los comicios se repartieron en dos días para evitar aglomeraciones- y saldrá a votar el domingo “con harta esperanza”.

Para este antiguo soldador minero a quien la lesión le impide retomar su profesión, el estallido ha sido un parto desgarrador, “pero cuyo resultado es una vida nueva, con esperanza, con fuerza, con libertad”.

“Quiero verlo así, que mi sufrimiento y el de muchos compañeros sirva para crear un Chile con más dignidad”, cerró.