"Ese niño se llamará Jaime", le dijo el expresidente Salvador Allende la tarde del 30 de enero de 1973 mientras ambos estaban sentados en su despacho en La Moneda.

El diputado socialista Jaime Tohá se aprestaba a ser padre por primera vez y su rol como colaborador del gobierno de la Unidad Popular le impidió acompañar a su esposa Moira.

Tohá asegura que su paternidad era importante, pero más aún se superponían los destinos de las transformaciones sociales que se intentaron en ese periodo. Compromiso y fidelidad que, según el exministro de Agricultura, se reflejaba en todos los colaboradores cercanos a Allende.

Se cumplen 50 años de la llegada al sillón presidencial del “Chicho” Allende, este viernes 4 de septiembre, y Tohá desde el Congreso luce como el último exintegrante de su Gabinete que se mantiene activo, luego de cinco décadas, como parte de la primera línea política que dirige al país.

“Fue histórico para Chile y el mundo, que un socialista llegara a la Presidencia por la vía del sufragio. Ese día el pueblo sintió lo que era pasar de ser un objeto a ser un sujeto. La fidelidad de Allende con su programa, la dignidad del rango, grandes logros como la reforma agraria, la nacionalización del cobre, el medio litro de leche, el programa integral en salud, vivienda, son muchas cosas que no se hablan de esos mil días de Allende”, dice Jaime Tohá, rememorando ese trozo de la historia.

El parlamentario por el Bío Bío asumió como ministro de Agricultura en julio de 1973, a cargo de la resistida reforma agraria, experiencia que culminó dos meses después con el golpe de Estado y la instalación de la Junta Militar de Gobierno, liderada por Augusto Pinochet.

-Han pasado 50 años. Como exministro de Agricultura de Allende, ¿qué sensación tiene?

Son épocas tan distintas, el Chile de esa época tiene muy poco que ver con lo de hoy. Felizmente se ha superado la pobreza, hay derechos ciudadanos que en ese tiempo no existían, pero hay cuestiones que perduran en el tiempo. La consecuencia, el apego a la palabra empeñada, la defensa irreductible de la democracia, respeto a las minorías que fueron grandes valores que llevaron a Allende a ofrendar su vida para defenderlos, tienen plena vigencia hoy, sobre todo cuando la política está tan desprestigiada.

-¿Cómo era el gobierno de Salvador Allende por dentro, en lo cotidiano, la relación presidente-ministro?

Era una época muy convulsionada, sobre todo el año 1973, en que me tocó integrarme al gabinete. Cada día había un conflicto o dificultad mayor, de manera que era de mucha movilidad y era difícil que el gabinete funcionara regularmente. Había paros de camioneros, con sabotajes internos, con la presión del gobierno de EEUU. En particular, tratando de conciliar el proceso de reforma agraria, con el propósito de elevar la producción agrícola, con miras a las cosechas de esa primavera. Mucha convulsión, pero sobre todo la serenidad del presidente, a quien jamás le vi perder la compostura y eso era una actitud que nos inspiraba a todos para luchar hasta el último día.

Rutinas con compromiso

-¿Cómo se generó su designación como ministro de Allende?

-Fue sorpresivo, tener 35 años en esa época, no son los mismos que ahora, representan 22 o 23 años de los días que vivimos. Tuve algunas dudas, de si en ese momento más complejo, mis capacidades eran suficientes. Conversé con mi hermano José (ministro del Interior y de Defensa de Allende, quien falleció producto de torturas al inicio de la dictadura) y él me dijo: “Punto A, no le puedes decir que no al presidente Allende”. Dicho eso y oído eso, sabiendo muy posiblemente el desenlace, no dudé en ponerme a disposición de él.

-Había mucha convulsión, ¿no sopesó lo que se podría venir?

Para poder entender la situación, hay que comprender el nivel de compromiso que Allende había inculcado en todos sus equipos de trabajo y que había cuestiones irrenunciables por el bien del país. En ese sentido, teníamos conciencia que había una alta probabilidad de un desenlace no tan trágico como fue, pero eso lo sabía. El 11 de septiembre no tenía ninguna obligación funcionaria de ir al Palacio de La Moneda y estar con el presidente Allende, incluso permaneciendo ahí por varias horas después de su inmolación. De manera que ese era el espíritu, no solo mío, sino que del conjunto de quienes éramos colabores de Allende. Salvador Allende a minutos del bombardeo nos pidió que nos retiráramos de La Moneda, porque éramos jóvenes y necesarios para el futuro, pero nadie lo hizo. Todos estuvimos dispuestos a ofrendar la vida junto a nuestro presidente.

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Echo de menos en la política virtudes como las que tenía Salvador Allende. Su coraje, consecuencia, lealtad con la palabra empeñada, su oratoria, significan una calidad en la política que hoy está muy ausente, salvo pocas excepciones”.
- Jaime Tohá, ex ministro de Allende

-Dentro de las rutinas de trabajo, ¿cómo era el presidente Allende?

Era muy distinta la percepción para quienes los conocíamos por años, que para quienes lo estaban conociendo en aquel tiempo. Era una persona muy adusta, muy enérgica, que era la forma en que él conseguía influir positivamente en el compromiso de la gente. Pero, quienes lo conocíamos sabíamos que era muy humano, que escuchaba mucho, en que las opiniones de sus colaboradores eran necesarias. Pero, en las reuniones mostraba una energía y se le tenía mucho respeto, por la forma en que se expresaba y porque cualquier dicho de él tenía profundo contenido.

Allende ayer y Allende hoy

-El año pasado ocurrió el estallido social, ¿considera que lo que se vivió y se vive tiene relación con la continuación de un proceso social y político iniciado hace 50 años?

Sin duda que hay temas que fueron gran preocupación en el gobierno de Salvador Allende que siguen vigentes hasta hoy. El esfuerzo por colocar a la salud pública y la educación como derechos, la prohibición de que el lucro fuera elemento fundamental en salud, que las pensiones fueran de seguridad social y no un negocio, en que el lucro es fundamental. Sigue habiendo injusticia, sigue habiendo desigualdad. Por cierto, que hay factores que son comunes, pero por cierto es un Chile distinto, donde hay un progreso material sustantivo, de manera que puntos en común y diferencias grandes. En todos los países hay etapas y la etapa que inauguró el presidente Allende se mantiene vigente, en términos de haberle dado a la gente dignidad.

-En medio de una crisis política, con un país que hoy se ve polarizado, ¿cree que un personaje político como Allende hubiera podido liderar el proceso que vive Chile hoy?

Es muy compleja la pregunta, pero basta ver, ¿por qué Salvador Allende está tan vivo en la memoria de los chilenos? Y no sólo en Chile, sino que en otras partes del mundo ¿Por qué el PS tiene a Allende como un ícono fundamental de su presente y su futuro? Echo de menos en la política virtudes como las que tenía Salvador Allende. Su coraje, consecuencia, lealtad con la palabra empeñada, su oratoria, que se manifestó en piezas fundamentales como el discurso en la ONU o en la Universidad de Guadalajara, significan una calidad en la política que hoy está muy ausente, salvo pocas excepciones.

-Entonces, ¿Salvador Allende tendría cabida como líder en el Chile de hoy?

No tengo ninguna duda que sí. Intelectualmente Allende entendería cuáles son los desafíos de hoy y mostraría un liderazgo que es uno de los elementos que está faltando para que las fuerzas progresistas puedan mostrar esa mayoría, entre otras cosas por esos liderazgos tan virtuosos y lúcidos como fue Salvador Allende.

-Se dice que 50 años en un buen periodo de tiempo para un buen análisis histórico de lo ocurrido en los setenta, ¿considera que la historia hoy está siendo justa con el expresidente Allende?

Aquella gente que, desde el punto intelectual, con capacidad histórica, sobre todo fuera de Chile, analiza la importancia que tuvo esta gesta de su gobierno, siguen valorizándola de una manera fundamental. En Chile creo que hay quienes, y espero estar entre ellos, seguimos manteniendo la defensa de valores fundamentales, de la igualdad, de la dignidad, del fin de los abusos, la defensa de las riquezas básicas del país. En ese sentido Allende fue un precursor de esa manera de actuar en política. Salvador Allende tiene y sigue teniendo, sobre todo en la juventud, una gratitud y admiración que va a permanecer eternamente en la historia del país.