La mañana en que Vladimir murió, Cecilia despertó sobresaltada. Como nunca, se había quedado dormida temprano. Al revisar su celular, encontró un mensaje escrito por su hijo durante la noche, diciéndole que había intentado suicidarse y que no sabía lo que le pasaba.

Vladimir era el hijo mayor, como el “papá de la casa” junto con su hermano Yonathan. Un rol que asumió cuando tenía 25 años, cuando sus padres se separaron. Fue precisamente la necesidad de aportar al hogar la que lo llevó a tomar un empleo en la empresa Salfa, una de las firmas que trabajan en la división Salvador de la estatal Codelco.

“Llegaba de su trabajo y lo primero que hacía era comprar cosas para la casa. Y tenía muchos planes con su hermano, quería encontrar un trabajo en su profesión para que Yonathan dejara de trabajar y pudiera estudiar, para que su hermana no pasara por lo que pasó él cuando estudió, estar viviendo en un taller, pasando hambre y pasando frío”, rememora Cecilia.

“Era muy preocupado de la gente en situación de calle, salía a darles de comer en Laja, su vida era el básquetbol, la casa, sus acciones solidarias y el trabajo”, asegura.

Inevitablemente, casi de inmediato su relato gira hacia lo que pasó ese lunes 5 de junio. “Yo no sé bien qué le pasó a Vladimir, él se fue bien de Laja, contento porque hacía unos días había llegado su certificación de programador calculista”, relata con un dejo de angustia en su voz.

“Él pudo haber tomado esta decisión mucho antes, como cuando sufrió el accidente de sus manos, cuando casi se cercenó los dedos, pero salió adelante. Con su hermano quería montar una propia empresa contratista, en junio quería comprarse un auto a medias con él”, recuerda.

Antes de irse, cotizaron un vehículo. Aunque, no era el único plan a futuro, porque tenía en mente llevar a su familia de vacaciones a Brasil, a fin de año.

“Yo quiero saber qué pasó, por qué él estaba mal el día anterior, qué pasó si no se fue mal de mi casa, qué pasó en el trabajo para que en la noche haya tenido esa reacción y haya mandado ese wasapeo”, afirma Cecilia con fuerza.

“El me escribió, y lo que nunca hago, lo hice esa noche. Siempre nos quedábamos conversando hasta las 3 o 4 de la mañana por tonteras, por hablar; y ese día no lo hice, todo se dio para que él estuviera solo ese día”, señala adolorida.

“En la mañana me desperté con angustia, levanté mi teléfono y veo el mensaje, y llamé al papá, porque lo llamaba (a Vladimir) y no me contestaba, porque no lo hacía en el trabajo”, añade.

El papá, Moisés Zapata, la acusó de sobredimensionar la situación, aunque igual se acercó a su hijo para preguntarle qué había sucedido y tratar de animarlo. “Estoy bien, papá”, le dijo Vladimir, quien había llegado a trabajar a la División Salvador gracias a su gestión.

Luego de volver a hablar con Moisés, Cecilia logró hablar con su hijo, quien le reiteró que estaba bien. “No sé qué me pasó, quédate tranquila si fue una tontera”, le aseguró.

“No voy a volver a subir a esta h… de pega, mírame en Laja para trabajar de profesor mientras tanto me sale algo. Nos vamos a ir de vacaciones al sur los cuatro, pero no vuelvo más a esta pega”, le aseguró en esa conversación, que a la postre sería la última.

A la media hora, recibe un llamado.

“Un amigo de mi hijo me llama y me dice: ‘tía, tengo que darle una mala noticia… Vladimir falleció"”, lo que vino después sólo son imágenes difusas y cuando reacciona, estaba en el suelo. “No podía creer que Vladimir había muerto”, relata entre lágrimas.

Al rato después le dicen que lo habían encontrado solo, que había sufrido un accidente y se había tropezado en el andamio, ahorcándose con la cuerda de vida. Esto último, según la versión preliminar que entregó la prensa local y que coincidió con el primer reporte de la empresa.

Vladimir Zatapa y su madre, Cecilia Sanhueza
Vladimir Zatapa y su madre, Cecilia Sanhueza

Las incógnitas

Esa mañana a eso de las 10:00 horas, su papá notó su ausencia y preguntó por Vladimir, siendo advertido que lo habían visto solo. “Saben que no tiene que estar ningún viejo solo”, exclamó y corrió a buscarlo quizá con el incidente ocurrido a primera hora en la mente. No obstante, lo encontraron ya fallecido.

“Yo me pregunto ¿Dónde están los vigías de terreno?, ¿Dónde están los ‘seguritos’ (prevencionistas)? ¿Dónde estaba el compañero de trabajo? ¿Dónde estaba el supervisor, cuando el papá andaba entregando pegas en otros lados? ¿Dónde estaba todo ese resto de gente, cuando se supone que él no tenía que haber estado solo? ¿Por qué si ya habían pasado accidentes similares, en donde el mismo Vladimir había ayudado a un compañero que según dijo si no hubiera sido por él, se habría matado de la misma forma?”, reclama Cecilia.

“Si hubiera habido una persona ahí, mi hijo estaría vivo… y eso a mí nadie me lo va a sacar de la cabeza, independiente lo que me digan, si fue suicidio o si fue accidente, que fue negligencia”, asegura con lágrimas en los ojos.

“Igual llevaba días con problemas con un supervisor, que siempre lo molestaba por trabajar como faenero pese a tener el título de ingeniero en minas”, señala.

“Nunca he sido reacia a la idea que mi hijo se pudo haber suicidado, pero siempre dije ‘al momento de entrar a vestirlo, su cara me lo va a decir’, porque la cara de un suicida es una cara oscura. Pero mi hijo tenía paz en su cara, que me dio paz y que me hizo ser más fuerte, no tenía cara de un suicida, y ahí yo dije: ‘esto fue un accidente"”.

“No sé de quién es la culpa, pero la empresa tiene responsabilidad en esto, porque lo dejaron solo”, sentencia.

Su hermano Yonathan tiene la misma opinión, y destaca la responsabilidad de Vladimir. Incluso, en una faena anterior, recibió un reconocimiento como “persona más segura del mes”.

“La empresa lo único que ha hecho, es entregarnos en un ataúd a mi hermano”, sentencia.

“Mi hijo no era cobarde”, agrega Cecilia, quien aún no asume su pérdida. “Uno está esperando los quince días para que llegue, y no llega… todavía estoy esperando a que llegue”, dice.

La tesis del accidente también es apoyada por su hermana menor, Cinntia. “Yo dudo que él se haya matado, porque hablábamos todos los días y me había prometido que nunca se iba a ir, que no me iba a dejar nunca”, agrega.

Su última conversación fue a propósito de un concurso de canto, donde Cinntia quedó eliminada. “Me pidió la canción que canté, Me soltaste, de Jessy y Joy (…) éramos súper cercanos, era mi mejor amigo, me dijo que era su hija, porque desde que se fue mi papá, él me cuidó”, recuerda.

Consultada por BioBioChile, la vocera de la Fiscalía Regional de Atacama indicó que la investigación por el fallecimiento de este trabajador de 28 años se mantiene vigente y con diligencias pendientes que fueron solicitadas por el querellante de la causa.

El objetivo, según el organismo persecutor, es buscar reunir mayores antecedentes en relación a lo sucedido a fin de agotar todas las instancias investigativas que permitan escalecer el hecho y ratificar o descartar lo sostenido preliminarmente por los informes de los peritos de la Brigada de Homicidios de la PDI que trabajaron en el sitio del suceso y del Servicio Médico Legal, que concluyeron que la muerte fue producto de un suicidio.

Salfa Montajes, por su parte, luego del accidente emitió una declaración pública en donde lamentó lo sucedido, asegurando que sus representantes estaban en contacto con la familia para darles el apoyo necesario.

“Esta lamentable situación está siendo investigada por las autoridades competentes, esperando todos, un pronto esclarecimiento de los hechos acontecidos”, concluye el texto.

Requeridos para esta nota, declinaron dar declaraciones mientras la investigación esté en curso. Mientras que Codelco se desligó del tema, limitándose a entregar antecedentes de lo sucedido, pero sin entregar un pronunciamiento al respecto.

Duras condiciones de trabajo

Vladimir Zapata, posando con su certificación de Inacap

Según el abogado de la familia, Rafael Poblete, en las faenas mineras las condiciones laborales son duras, y -a su juicio- no hay un adecuado proceso de selección psicológica que mida si el postulante puede soportar condiciones de trabajo prolongadas en esas condiciones.

“El tema psicológico es importante, hay gente que no reacciona frente a algunas condiciones adversas igual que otros. Hay que estar curtido para desarrollar una labor fuera, tanto tiempo lejos de casa, tanto tiempo lejos de lo que es compartir”, señala el jurista.

De acuerdo a lo que señala la querella, los trabajadores todos los días deben levantarse cerca de las 06:00 horas, para luego ducharse y tomar un desayuno rápido. Después toman un bus que los traslada hasta las faenas, en donde se comienzan a trabajar desde las 08:00 horas hasta las 19:00 horas, momento en que bajan al campamento.

“Ellos sólo comían a la hora de almuerzo, porque tratándose de una faena, por normativa, está prohibido consumir alimentos o colaciones por el riesgo de contaminación”, agrega Poblete.

“Puede ser que sean bien remunerados, por eso hay gente dispuesta a hacerlo, pero las condiciones de trabajo son durísimas. En el fondo es un régimen como carcelario, sumamente duro, casi un régimen de trabajo forzado”, asevera el abogado penquista.

En el caso de Vladimir, según Poblete, “todo pareciera indicar que fue un suicidio, pero tampoco podemos descartar que no hubiera sido. Pero en el caso que hubiera atentado contra su vida, igual existió responsabilidad de la empresa y fue un accidente laboral”.

El primer caso de Karoshi en Chile

Este caso llama la atención, debido a que en la querella, a la que tuvo acceso BioBioChile, se apunta a una muerte por exceso de trabajo, que en Japón ha sido denominado Karoshi, ante los cientos de casos registrados en el país asiático.

El concepto tiene que ver con enfermedades que derivan en una eventual muerte, como un infarto, un accidente vascular cerebral o el estrés que conduce al suicidio.

En ese sentido, el abogado Poblete no esconde la intención de marcar un precedente. “En la medida que denuncias una conducta doblada e incorrecta, el objetivo es que se enderece y se tomen medidas para el futuro, para que ese tipo de estándares se adecuen a los nuevos tiempos”, indica.

Vladimir Zapata en las faenas
Vladimir Zapata en las faenas

Condiciones laborales

En el caso de Vladimir, el joven lajino trabajaba en un sistema de 14 días de trabajo continuo por 14 de descanso.

Otros lo hacen con un sistema de 8 por 6. Aunque algunos trabajan el mes completo, “comprando” días a otros trabajadores, que usan esta “técnica” cuando no están en condiciones para subir y quieren evitar tomar licencia médica ante el temor de ser despedidos, según testimonios recogidos por BioBioChile a propósito de este reportaje.

Según su hermano, quien laboró en las faenas del norte, el principal temor de presentar una licencia era ser “cortado” y quedar sin trabajo. “Un compañero pidió licencia por un problema lumbar, por estar haciendo estiramiento de cables, y cuando volvió a la semana lo mandaron a “cortar”, pese a ser contrato indefinido, por ‘necesidades de la empresa"”, contó.

“Las piezas igual son distintas a un casco blanco (jefatura), a uno de color. Te pueden dejar en el campamento en containers habilitados como piezas, o también en pensiones cuando la capacidad del campamento se excede”, añade Yonathan.

Los baños, por otro lado, son habilitados al interior de un contenedor, que deben compartir con alrededor de 20 a 30 personas en discretas condiciones higiénicas. Por el contrario, las jefaturas tienen baños individuales.

Confusión de roles

El otro argumento de la querella, sugiere una confusión de roles de Moisés, quien debía estar a cargo de su hijo, por lo que según Poblete, se le puso en una situación que excedía de sus capacidades.

“En la faena ellos tienen una hoja que se llama ‘Hoja del Niño Sano’ o del ‘Hombre Sano’, que en la práctica es un ‘ckeck in’ que los propios trabajadores deben llenar, casi de forma mecánica. No hay un paramédico o profesional de salud que los evalúe”, señala el jurista.

No obstante, si el supervisor observa que hay un trabajador que no está en condiciones, puede enviarlo de regreso al policlínico o derechamente enviarlo a su casa, ante el riesgo de contagio al resto de los obreros.

Pero esto último no corre con el aspecto psicológico, ante lo complejo que resulta a un supervisor detectar algún transtorno, más allá del estado de ánimo de los que tiene bajo su cargo.

“¿Cuál es el riesgo? Que un trabajador pueda cometer un acto temerario y que está contemplado en el Código del Trabajo, por ejemplo provocar una explosión y volar una caldera, y que mueran varios trabajadores”, advierte el abogado Poblete.

“Un trabajador que ha manifestado una depresión, corre un mayor riesgo de accidentarse que cualquier otro. Si hubiera habido un trabajador cualquiera que dice o que se sabe que tiene que intención de suicidarse, el papá lo que tendría que haber hecho es decir ‘hay que bajar a este trabajador"”, añade.

“El papá estaba confundido en los roles, no iba a decir que su hijo no servía, se puso a ese supervisor en una condición que excedió sus capacidades, hay una confusión de roles porque ¿Cómo debía reaccionar? ¿Como papá o como jefe?. Sí, cometió un error y lo ha reconocido, y ese padre para siempre va a cargar con el dolor de haber podido hacer algo más, pero no lo hizo porque se confundió”, explica.

El mayor problema, según reconocen, es que como la muerte no fue calificada como accidente de trabajo, su familia no pudo recibir ayuda psicológica por parte de la Mutual de Seguridad. Y aún están tramitando el pago de las pólizas de seguro que todo trabajador debe contratar.

Asimismo, según acusa la familia, la empresa no le ofreció a Moisés enviarlo a un psicólogo, por lo que debió costearse un tratamiento de su propio bolsillo para superar lo sucedido. Recién llegado al segundo mes, le ofrecieron ayuda.

Una (millonaria) ayuda polémica

Como si el dolor de lo sucedido no fuera poco, un incidente con un dirigente sindical les abrió un nuevo frente de conflicto.

“Conocimos al presidente del sindicato de Salfa a nivel nacional, Miguel Ángel Carreño Céspedes, quien se me acercó y me ofreció pega a mi y a un montón de gente en el funeral, y pidió dinero a los sindicalizados, unos 8 millones de pesos”, cuenta Yonathan.

Sin embargo, no quiso entregar el millonario monto recolectado con aportes descontados a los trabajadores, al saber que la familia había interpuesto una querella en contra de quienes resulten responsables de lo sucedido, y que apunta a la empresa Salfa.

De acuerdo a una conversación vía WhatsApp a la que tuvimos acceso, Carreño -quien es el presidente del Sindicato Nacional de Trabajadores de Chile (Sinatrach)– les negó la ayuda escudándose en que los mismos trabajadores le pidieron no entregar la ayuda, debido a que habían elegido “otro camino”. Pero, excompañeros les han preguntado el destino del millonario monto, porque ni ellos mismos saben qué pasó y a dónde fue a parar ese dinero.

El dirigente incluso les habló de unos testigos que habrían visto lo que sucedió. No obstante, esos antecedentes no han sido incluidos en la investigación judicial.

Este caso no es la primera muerte registrada este año en la División Salvador de Codelco, debido a la caída que sufrió Mario Alejandro Rivera Prokuriza, quien perdió la vida tras caer en una batea de reflotación del mineral.

Este último caso fue reconocido por la estatal a BioBioChile. No así el accidente de trayecto de Felipe Salomón Codoceo Muñoz, contratista de la empresa Mineral Drilling, cuya muerte se produjo el 8 de febrero, a algunos kilómetros de El Salvador, en el sector de Salado, comuna de Chañaral, debido al volcamiento del camión aljibe que conducía.

N. de la R.
Ante las consultas de nuestros usuarios, consideramos pertinente explicar que este es el primer caso judicializado en donde se invoca “karoshi”. Si bien hay otras situaciones de suicidios en contexto laboral, no hay en ninguna de ellas una acción legal que apunte a esto en específico.