La participación en las elecciones presidenciales en Afganistán parece haber sido inferior a la de años anteriores, debido a la amenaza de ataques y al miedo al fraude, según se desprende este domingo del recuento de votos.

Dieciocho candidatos aspiran a convertirse en jefe de Estado, entre los que destacan el actual presidente, Ashraf Ghani, y su primer ministro, Abdulá Abdulá.

Unos 9,6 millones de electores estaban llamados a participar en los comicios que transcurrieron sin atentados con un gran número de muertos como los que enlutaron la campaña electoral.

El ministro del Interior, Masud Andarabi, dio cuenta el sábado por la noche de cinco muertos y 37 civiles heridos en distintos ataques atribuidos a los talibanes.

La tasa de participación podría ser la más baja en las cuatro elecciones presidenciales celebradas desde la primera, en 2004.

La comisión electoral anunció este domingo por la noche que, según las cifras disponibles, sobre las tres cuartas partes de los colegios electorales (3.763 sobre un total de 4.905), algo más de un 20% de los votantes acudieron a las urnas.

A este ritmo la participación final, esperada el lunes, podría girar alrededor del 25%.

El nivel de participación más bajo hasta ahora era de 38% en la primera vuelta de las presidenciales de 2009.

Harun Mir, un investigador independiente de Kabul, restó importancia a las consecuencias de una participación baja y consideró que “el próximo gobierno tendrá un mandato más fuerte que el actual porque las elecciones fueron mucho más limpias que las anteriores”.

Miedo a ataques

El miedo a ataques y al fraude influyó en la abstención, según muchos testimonios de ciudadanos.

Los talibanes habían multiplicado las advertencias, para disuadirlos de acudir a las urnas. Al cerrar la jornada reivindicaron 531 atentados en todo el país.

El gobierno no proporcionó una cifra y el Instituto de Investigación Afghan Analyst Network (AAN) dio cuenta de más de 400, basándose en las cifras de sus analistas, de observadores extranjeros y de fuentes públicas.

Muchos votantes temían además que se repitieran las irregularidades que empañaron los comicios de 2014.

Numerosos observadores estimaron que los del sábado fueron más transparentes y mejor organizados que los anteriores.

La Comisión Independiente de los Derechos Humanos (AIHRC) subrayó “muchos puntos positivos”, como por ejemplo la mejor formación del personal electoral.

Otros se quedaron en casa porque perdieron la esperanza de que las élites mejoren sus condiciones de vida, en un país donde un 55% de la población vivía en 2017 con menos de dos dólares diarios.

El Departamento de Estado estadounidense “aplaudió el valor de los electores afganos” y pidió a las autoridades, según un portavoz, tomar “todas las medidas para garantizar que la elección (…) sea transparente y creíble”.

La campaña electoral se vio afectada por las recientes negociaciones entre Estados Unidos y los talibanes sobre la retirada de las tropas estadounidenses.

El presidente estadounidense Donald Trump las interrumpió repentinamente a principios de septiembre, cuando parecía inminente la conclusión de un acuerdo. Hasta entonces, muchos observadores anticipaban la suspensión de la votación para permitir la aplicación del plan de retirada.

Los resultados preliminares deben ser anunciados el 19 de octubre y los definitivos el 7 de noviembre. Si ninguno de los candidatos recibe más de 50% de los votos en la primera vuelta, se celebrará una segunda.

Uno de los objetivos de estos comicios es que el futuro jefe del Estado tenga legitimidad suficiente para convertirse en un interlocutor ineludible en eventuales negociaciones de paz con los talibanes.

Pero estos últimos se siguen negando a dialogar con el Ejecutivo. “El gobierno títere de Kabul celebró unas elecciones artificiales pero se topó con el fracaso y el rechazo de una vasta mayoría de la nación”, afirmaron los talibanes en un comunicado el sábado por la noche.