En el marco de las fricciones más recientes entre Washington y Teherán, el segundo parece ir ganando la guerra de las palabras. Irán también da la impresión de tener mucho a su favor con su heterodoxa estrategia militar.

Los dimes y diretes que intercambian Estados Unidos e Irán desde hace meses tienen al mundo anticipando un nuevo episodio bélico en el Medio Oriente. Pero al analizar las probabilidades de una guerra en torno al estrecho de Ormuz –epicentro de las tensiones más recientes entre Teherán, Washington y los aliados de la Casa Blanca en la región–, hay razones para augurar que ese conflicto no durará o nunca tendrá lugar.

Puede que el gigante norteamericano sea cuarenta y cuatro veces más rico que la república islámica, en términos de Producto Social Bruto, o que haya invertido casi setenta veces más recursos en armamento o que tenga quince veces más aviones de combate que la Fuerza Aérea de la Guardia Revolucionaria. Pero Irán tiene unos cohetes de precisión, misiles de crucero y drones armados que inspiran respeto.

Aunque cuarenta años de sanciones pesan sobre el avejentado arsenal persa, muchas de sus piezas pueden ser usadas efectivamente, no sólo contra blancos militares estadounidenses, sino también contra objetivos civiles en el Medio Oriente; por ejemplo, contra los barcos que transitan el estrecho de Ormuz, que comunica al golfo de Omán con el golfo Pérsico y sirve para transportar un quinto del petróleo explotado globalmente.

Presión incómoda

El experto Theodore Karasik señala en Arab News que, en lugar de las Fuerzas Armadas regulares de Irán, podría ser la Guardia de la Revolución Islámica la que juegue un rol importante en un enfrentamiento con Estados Unidos y sus socios en la zona: con sus submarinos, sus torpedos inteligentes y sus minas preinstaladas de activación remota, ésta puede amenazar a todo lo que se mueva en las aguas circundantes.

A eso se suman sus cohetes submarinos, sus aviones no tripulados y sus comandos suicidas. Ningún buque petrolero, ninguna plataforma marítima, ninguna central de comunicación, nadie en el golfo Pérsico, en el golfo de Omán o en el mar Caspio podría estar a salvo de los eficientes ataques persas.

Irán puede obstaculizar parcialmente el transporte global de crudo por un tiempo indefinido que se sentiría como una eternidad.

“La Guardia de la Revolución puede amenazar las rutas de navegación en el Golfo de Omán y el Mar Caspio a través de la aplicación de una amplia variedad de activos que tiene a su disposición, incluidos submarinos, torpedos inteligentes, capacidad de minas inteligentes (minas flotantes y flotantes), y misiles antiaéreos de largo alcance, ubicados estratégicamente ​​en el continente”, sostiene Karasik.

Si el estrecho de Ormuz dejara de ser un paso seguro, Estados Unidos y otros muchos países se verían seriamente perjudicados. Y ese escenario ejerce una presión muy incómoda sobre Washington porque lo obliga a terminar esa guerra rápidamente o a abstenerse de empezarla.

Tampoco está claro cómo luciría un triunfo de Estados Unidos sobre Irán. No bastaría destruir los aviones del último para declararse vencedor.

Guerra asimétrica

Aún si perdiera su flota de aeronaves, Irán todavía tendría a mano misiles suficientes para golpear a blancos blandos. De llegar a ese punto, Estados Unidos se vería forzado a invadir el país, aun sabiendo que los militares iraníes llevan décadas preparándose para esa posibilidad. Un estudio de la Corporación RAND, que forma a las Fuerzas Armadas de Estados Unidos en investigación y desarrollo, no augura nada bueno en ese caso.

Con una estructura de defensa que es un verdadero mosaico y su apuesta a la guerra de milicias, los iraníes harían imposible la ocupación de su territorio, subraya el reporte de la Corporación RAND.

La empresa 5 Stones Intelligence, que asesora al Gobierno de Estados Unidos en materia de comercio, agrega que una ofensiva sobre el terreno no sólo es impopular entre los estadounidenses, sino demasiado onerosa para Occidente.

De verse acorralado por Estados Unidos o una coalición de países occidentales, Irán podría debilitarlos económicamente recurriendo a una guerra asimétrica. Y, fuera de sus fronteras, los iraníes podrían apelar al respaldo de milicias que Teherán ha apoyado en el pasado. Como muestra, las tropas libanesas de Hezbolá en Siria.

Según 5 Stones Intelligence, algunas milicias de Al Qaeda han tenido vínculos estrechos con Teherán.

Sus especialistas hablan de operaciones yihadistas aparentemente lideradas por Al Qaeda que, en realidad, han sido financiadas y planeadas por Irán. Todas estas opiniones son favorables para Irán, contradicciones incluidas. Y es que una de las estrategias de la guerra asimétrica consiste en crear impresiones poco claras. El enemigo no debe saber lo que le espera.