Fuera de las evidentes pérdidas físicas y materiales que ha traído el conflicto sirio a sus afectados, un nuevo tema agobia a los habitantes de la ciudad de Damasco: hace dos semanas no tienen agua.

Son más de 5,5 millones de personas que reclaman la falta del elemento esencial y que han tenido que acudir a los baños públicos para higienizarse.

Tras los combates en la localidad de Wadi Barada, sector rebelde ubicado 15 kilómetros al noroeste de la ciudad capital y en donde, por lo demás, se encuentran los mayores centros de abastecimiento de agua potable para el país, los daños a la red no han sido reparados y los grifos siguen casi secos, entregando líquidos que sólo alcanzan para beber.

La situación generó que las personas se vieran obligadas a acudir a los baños turcos públicos -hammams- de la ciudad, cuestión que los ha colapsado. Al Malik Al Zahir, uno de los más antiguos de la ciudad, contruido en el año 985, durante la dinastía abasida, duplicó las visitas desde la escasez del elemento.

Los hammams, en Oriente Medio y Turquía, son una antigua tradición aunque, por ahora, se han convertido en toda una necesidad.

La afluencia se duplicó

“No me ha bañado desde que cortaron el agua. La poca que nos llega la usamos para beber y lavar los platos”, explica Anwar al Ades, un damasceno de 34 años, envuelto en una toalla.

“Había previsto cómo reaccionar ante los cortes eléctricos y de combustible, pero nunca se me ocurrió que podría sufrir una penuria de agua. A este ritmo, voy a tener que elaborar un plan por si se acaba el aire en la ciudad”, dice, ironizando, Habib Isa, un peluquero de 32 años sentado en la sala de relajación.

Como todos los baños turcos, Al Malik Al Zahir cuenta con tres secciones: el agua a vapor, la zona de masajes y la de relajación.

Fuera de las zonas de higiene, muchos son los que esperan a que, quienes se encuentran dentro, salgan para ocupar el lugar. Ésto, mientras el teléfono del propietario, Basam Kebab, no para de sonar.

El número de clientes se duplicó. Ahora vienen por necesidad, mientras que antes lo hacían por placer”, explica el dueño. Además, asegura que “intentamos no rechazar clientes y le pedimos a la gente que no se entretenga demasiado para que podamos recibir a todos los que quieren darse un baño”.

Kebab afirma que los precios para acceder al lugar no han subido ni subirán. La sesión sigue costando 1.200 libras sirias (2,4 dólares estadounidenses) con un pequeño suplemento para el masaje.

Los damascenos están expectantes al cese de los combates y, por ende, a la reparación de la central de abastecimiento de agua para, prontamente, solucionar su precaria situación.