Más de 1,8 millones de peregrinos musulmanes celebran este lunes el Eid al Adha, la fiesta del Sacrificio, y el ritual de la lapidación de Satán en Mina, enlutada el año pasado por la peor tragedia de su historia.

La lapidación, en la que los peregrinos lanzan simbólicamente piedras contra estelas, es un momento de alto riesgo del hach. El 24 de septiembre de 2015, el ritual terminó en pesadilla: unos 2.300 peregrinos, de ellos 464 iraníes, murieron en una gigantesca estampida.

Este lunes por la mañana comenzó la celebración bajo estricta vigilancia: cámaras de seguridad filmaban todos los movimientos, centenares de policías estaban desplegados en cada uno de los cuatro pisos, unidos por escaleras mecánicas, desde donde los peregrinos pueden lanzar sus piedras.

En los alrededores, decenas de policías organizaban el flujo de peregrinos. Sobre un promontorio en metal blanco, tres policías transmitían por radio las instrucciones a sus colegas.

Al pie de cada una de las tres estelas, los pequeños muros de piedra que mantienen a los peregrinos a distancia, estaban recubiertos de una gruesa capa de espuma destinada a evitar los impactos en caso de estampida.

“Neta mejoría” a un año del drama

Brahim Ayed, peregrino saudí de 40 años, solía realizar la peregrinación todos los años. Pero en 2006 dejó de hacerlo. Este año volvió por primera vez y se declaró impresionado.

“Todo es tan diferente: para la lapidación, antes había que prepararse la víspera para poder llegar a la estela, hoy todo fue muy rápidamente, hay una clara mejoría”, afirmó a la AFP desde uno de los caminos superiores que permiten a los peregrinos llegar a los campamentos de Mina, después de hacer los lanzamientos.

Para Faruq Hamlaui, la “catástrofe del año pasado” explica en gran parte estas mejoras. “La gente aprendió y comprendió que sólo la organización y el respeto de los itinerarios impuestos para controlar a la multitud permiten evitar dramas”, dijo este argelino que guía a los grupos de compatriotas todos los años.

Riad no anunció aún los resultados de su investigación sobre la tragedia de 2015, la más mortífera de la historia del hach, pero asegura que este año tomó las medidas necesarias, en particular equipando peregrinos con una pulsera electrónica que conserva sus datos personales.

En total, 1.862.909 peregrinos participan este año en la peregrinación, de los cuales 1.325.372 vinieron del extranjero, según las autoridades.

El domingo, peregrinaron al Monte Arafat, y luego, después del atardecer, afluyeron a la planicie de Muzdalifa para recoger las piedras necesarias para el ritual de la lapidación, que continuará durante tres días.

Se dirigieron luego en dirección a Mina, a unos 7 km de Muzdalifa, en autobuses que provocaron embotellamientos gigantescos, o a pie.

“Línea roja”

Pero por primera vez en casi 30 años no hay un contingente venido desde Irán.

A pesar de las negociaciones entre Teherán (chiita) y Riad (sunita), las dos potencias regionales no se pusieron de acuerdo sobre las modalidades del envío de iraníes a la peregrinación. Desde entonces Irán y Arabia Saudí se libran a una guerra verbal.

En la oración del mediodía en el Monte Arafat, el jeque Abderrahman al Sudeis, responsable de los asuntos de los lugares santos musulmanes, subrayó que la seguridad “era una línea roja que no se debe franquear con eslóganes políticos o confesionales”, un alusión a Irán, acusado por Riad de politizar el hach.

En lugar de la peregrinación a La Meca, centenares de miles de iraníes convergieron el fin de semana a la ciudad santa chiita de Kerbala, en Irak.